Época dura ésta: una imagen ya no vale mil palabras y las palabras están dentro de la coctelera de la posverdad. Una imagen ya no vale mil palabras porque es época de disfraces, sobre todo a partir del vaciamiento de los discursos, de la globalización, de la posmodernidad y la recalcada... oh, la, la.

Vea a la derecha, disfrazada de populista, de moderna, de retrógrada, de represora, según le convenga. Y no es que haya cambiado de objetivos. Sigue siendo la de siempre, pero disfrazada. Y la gilada (nosotros) no la ve venir hasta que es tarde.

¿Por qué la derecha sabe disfrazarse, y la izquierda y los populismos no? Bueno, la derecha puede pagarse los disfraces. Y nunca pierde de vista su objetivo: el dinero. Si bailar vestido de bataclana es negocio, lo harán. Si hay que mentir (que es otro disfraz), lo harán.

Habrá que evaluar si no tendremos que aprender a disfrazarnos. La inteligencia también reside en aprender del contrincante, sobre todo si te está pisando la cabeza. Porque enfrentamos las complejidades del siglo XXI con consignas y metodologías que tienen más de medio siglo, que han sido bombardeadas, bastardeadas y perdido parte de su sentido.

¿Qué es hoy (exactamente) ser peronista, de izquierda, socialista, comunista? ¿Son peronistas o de izquierda también los cómplices de este gobierno de derecha?

Cómo no estar confundido si Nuestro Primer Evasor se declaró peronista y le hizo una estatua al Pocho, y su gurú lo definió como de izquierda. ¿Entonces?

Cómo no estar confundido si gente que se opuso al Turco que lo Reparió (porque era peronista) hoy vota lo mismo sin que le importe perjudicarse. Y gente que corrió al Gran Dormilón al grito de que se vayan todos, no se dan cuenta de que todos volvieron. ¡Socorro!

Disfraces, disfraces, disfraces.

Por ahí es como dice Baricco en Next: "Me pregunto si no se habrá acabado ya el tiempo en que era posible dar definiciones (...) las cosas ya no son lo que son, sino lo que generan".

Es que cuando el disfraz empieza a ser la norma, los que visten su ropa de siempre corren el riesgo de ser considerados extravagantes. Por eso la derecha muestra al peronismo o a lo izquierdoso como antiguo. Y en verdad, a veces se ven antiguos. ¿Cómo lo descalifican? Dicen: "No hay que volver al pasado". Clarito, ¿no?

Si lo mío fuera una teoría de verdad, sería: "Los movimientos que están sujetos a lo ideológico tienen miedo de mutar o de disfrazarse por temor a que lo ideológico se confunda, se diluya, se malentienda como una claudicación del ideario (...) Los movimientos de izquierda, los populistas, los masivos, están atados a su rol en la historia. El temor a usar disfraces es a que se confunda su importancia histórica".

A mi favor digo que si uno se disfraza a tiempo, lo disfrazan a la fuerza. El obrero se vuelve parripollero, el ingeniero taxista, pilotos de drones, fabricantes de cerveza.

La política también es darwiniana. Los que no se adaptan, mueren.  Los débiles se extinguen o fracasan. Usted me dirá que disfrazarse no es una evolución. Al menos es un cambio para acomodarse a los nuevos tiempos.

Eso no vale para todos. La iglesia no se disfraza y contradice mi teoría. Buscan lo contrario: mostrar un poder doblemente milenario sostenido en su capacidad de no mutar. Los movimientos políticos, en cambio, son pichones al lado de los tipos que se cargaron a los pensadores más importantes de la historia.

En cierta forma, la reforma, de la que se cumplen cinco siglos esta semana, es una especie de disfraz, un desprendimiento que, sumado al movimiento de origen, da más poder. Es como esos partidos que crean a otro, calcado, para sacarle votos a un tercero. Cualquier semejanza con nuestra realidad es pura coincidencia.

La modernidad aportó algo más. Aunque sea una cuestión de ideología, mucha gente compra por el packaging. La derecha cambia el packaging todas las veces que sea necesario. A los movimientos populares les cuesta, o les es imposible. Y a veces carga el fardo de un packaging que ya fue tan vapuleado que cuesta volver a darle valor.

Nunca entendí que el chavismo se declarara socialista, sumergido como está en una cultura muy consumista. Al elegir el disfraz del socialismo, compró no sólo la mitología sino también los enemigos, que son poderosos e impiadosos. De haber hablado de un movimiento nacional, de las características del peronismo u otros similares, habría logrado un disfraz novedoso, que podía distraer, generar curiosidad, amagar, desconcertar.

No estoy diciendo que hay que dejar de ser lo que se es, lo que se cree. Sino estar preparado. El mundo cambia. El público se renueva.

No creo que las derrotas engrandezcan. No creo que perder desde el principio de los tiempos demuestre que tenemos razón. Ibamos a desalambrar y no desalambramos. La revolución se extravió en el Mall. El pueblo unido fue vencido una y otra vez. Somos el pueblo, tenemos la gente. Pero las herramientas fallan, o son viejas. Quizá hay que cambiarlas de color y de nombre. Disfraces.

 

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