Un equipo de investigadores estadounidenses descubrió que los piojos que afectan al cuerpo humano (distintos a los de la cabeza) tienen implicancias más determinantes de lo que se pensaba en la transmisión de la bacteria causante de la peste.
El hallazgo que difundió este martes en la revista Plos Biology, ha sido llevado adelante por investigadores del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, en el estado de Montana, y muestra que la influencia de estos piojos en pandemias pasadas puede ser más importante de lo que se creía hasta ahora.
La bacteria ‘Yersinia pestis’ ha sido responsable de numerosas pandemias de peste a lo largo de la historia, como la peste negra que diezmó a la población europea en la Edad Media.
Hasta el momento, se pensaba que las ratas y las pulgas, a través de las picaduras, eran los principales vectores de transmisión a humanos. Pero los autores de esta investigación han visto que las picaduras de los piojos del cuerpo humano pueden tener también un papel muy relevante en la transmisión del patógeno causante de la peste.
De esta forma, llevaron a cabo una serie de experimentos de laboratorio en los que alimentaron a los piojos de muestras de sangre que contenían la bacteria 'Yersinia pestis'. Posteriormente, los colocaron en una membrana artificial, que simulaba la piel humana caliente, para comprobar el potencial de transmisión en un entorno de laboratorio.
La prueba mostró cómo la bacteria 'Yersinia pestis' puede infectar un par de glándulas salivales que se encuentran en los piojos del cuerpo, conocidas como glándulas de Pawlowsky, haciendo que la transmisión del patógeno de la peste a los personas, a través de la picadura, fuera más potente.
"Hemos descubierto que los piojos del cuerpo humano son mejores transmisores de Yersinia pestis de lo que se pensaba y que podrían haber desempeñado un papel en brotes de peste anteriores", subraya uno de los autores, David Bland, investigador del citado centro.
Qué dice la OMS
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la peste es una enfermedad infecciosa causada por Yersinia pestis, una bacteria zoonótica que suele encontrarse en pequeños mamíferos y en las pulgas que los parasitan.
Hay dos formas clínicas principales de peste: bubónica y neumónica. La peste bubónica, caracterizada por la tumefacción dolorosa de los ganglios linfáticos, denominados «bubones», es la más frecuente.
La peste se transmite entre los animales y los humanos por la picadura de pulgas infectadas, contacto directo con tejidos infectados o inhalación de gotículas respiratorias infectadas. Las personas infectadas por esta bacteria suelen presentar síntomas tras un período de incubación de 1 a 7 días.
En ausencia de tratamiento, la peste bubónica tiene una tasa de letalidad del 30% al 60%, y la neumónica resulta invariablemente mortal. Sin embargo, el tratamiento con antibióticos suele ser eficaz contra la enfermedad, de modo que un diagnóstico a tiempo puede salvar vidas.
Como enfermedad de los animales, la peste está presente en todos los continentes, excepto Oceanía. Hay riesgo de peste humana en todo lugar en que la población humana coexista con la presencia de focos naturales de peste (la bacteria, un animal reservorio y un vector).
Ha habido epidemias de peste en África, Asia y Sudamérica, pero desde la década de 1990, la mayoría de los casos humanos se han concentrado en África. Los tres países más endémicos son Madagascar, la República Democrática del Congo y Perú. En Madagascar se notifican casos de peste bubónica casi todos los años durante la temporada epidémica (entre septiembre y abril).
En el caso de Argentina, un informe de Recomendaciones para la investigación y tratamiento de Agentes Biológicos de Alto impacto Negativo de la Subsecretaría de Programas de Prevención y Promoción del Ministerio de Salud de la Nación señala que en el país "no se han notificado casos de peste en los últimos años".