Desde Los Angeles 

La noche en que un supergrupo festeja el 40 aniversario de la salida de Exodus, la obra cumbre de Bob Marley, el álbum del siglo 20 para la revista Time, hay dos preguntas que se escuchan una y otra vez. “¿Cómo van?” y “¿Tenés señal?” se repiten en los pasillos, en el baño, y en las caras de los que desesperadamente buscan un sector del teatro Orpheum donde la señal de wifi sea algo más potente. No muchos de los que caminan de acá para allá identificados por los colores o la gorra de los Dodgers deben haber imaginado este chiste del destino. Después de 29 años de sequía, el equipo de béisbol de Los Ángeles justo viene a jugar esa noche el último partido de los 7 que definen la Serie Mundial (no vale la pena detenerse aquí en el detalle de que al campeonato nacional le llamen World Series: es una de esas preguntas sin respuesta, junto a la de por qué decidieron adueñarse de la condición de americanos o rebautizar el fútbol).

Como el reggae es un bálsamo para el alma, y como el resultado del partido en curso ya está casi cocinado para cuando Ziggy y Stephen Marley pisan el escenario poco después de las 20, los hinchas de los Dodgers entienden que es mejor olvidar rápido el mal trago y concentrarse en lo que verdaderamente importa a las dos mil personas que llenan el histórico teatro del downtown.

Abierto en 1926 y reacondicionado en 2003 como sala de conciertos, el teatro Orpheum suena óptimo en las dos circunstancias que le plantea la banda comandada por el bajista y productor Don Was. Es ideal para el tono intimista que le dan a la apertura los hermanos Marley, y también se adapta cuando la cosa toma color eléctrico y en el escenario se turnan los solos de Tom Morello y Gary Clark Jr.

El concepto supergrupo atrae y vende entradas, que es lo que uno quiere cuando organiza una celebración de este tipo. Y es inevitable pensar en lo bueno que sería que una formación como ésta saliera por el mundo y pudiera ser disfrutada en la Argentina; pero es prácticamente imposible que la pesadilla logística de coordinar las agendas de tantos artistas en actividad, para un solo show, pueda ampliarse a una gira; salvo que todas estas voluntades decidan hacerla en grande y salir de viaje.

Aunque la verdad es que no hace falta. La música de Marley es elástica. La puede transmitir un tipo solo con una acústica, como Luca Prodan o Manu Chao, y la puede presentar una banda con 15 grandes músicos en escena, como es el caso de este encuentro.

Don Was tiene un doctorado en estas producciones. De hecho, éste es el segundo “40 aniversario” del año que comanda en el microcentro angelino. Primero fue The Last Waltz, reviviendo el show de despedida de The Band, el grupo canadiense que hizo su nombre acompañando a Bob Dylan en la época en que dejó el folk para tocar rock. Para The Last Waltz 40th Anniversary Tour, de los dos integrantes aún vivos sólo fue uno, el tecladista Garth Hudson, caminando con mucha dificultad. El líder Robbie Robertson hace mucho que ha preferido mantenerse al margen de The Band y ni apareció. Pero el tributo fue buenísimo para una platea donde el más joven estaba cerca de ser abuelo. 

En este Exodus 40 Live la cosa fue aún mejor. De movida porque Ziggy Marley es lo más parecido a Bob que se puede llegar a ver en este mundo musical que va quedando. Es el centro donde gravita la banda que presenta a Stephen Marley, con mucho protagonismo, en canciones claves del disco que papá Bob grabó en el exilio londinense en 1977. Ziggy lo dijo de entrada: “Estamos celebrando Exodus, pero antes tenemos que hacer algunas canciones de nuestro padre, que está más allá de Exodus”. Y los hermanitos largaron en plan suave, apenas usando las capas de instrumentos que vendrían después: percusión, vientos, teclados, coros, cantantes y guitarristas invitados. “Could you be loved” para decir acá estamos; “War” y “Redemption song”, compartida por los hermanos, para hechizar al público con las palabras que escribió Marley padre. Recién después comenzaron a presentar Exodus. La cadencia de “Natural Mystic” y “So much things to say” prepara el terreno para que empiecen a llegar los invitados. 

El percusionista Cyril Neville canta “Guiltiness” (“Estos son los peces gordos/ que siempre se están queriendo comer a los peces pequeños/ solo los pequeños”) y lo sigue el artista como atormentado que parece ser Clarence Greenwood, conocido como Citizen Cope. Él canta con pasión el estribillo de “The Heathen” que dice “levántate y recupera tu posición/ el que pelea y huye/ vive para pelear otro día”.  

Aloe Blacc es un cantante exquisito que no tiene el feeling Marley que tan bien domina Ziggy, pero es ideal para canciones melódicas como “Waiting in vain”, otro de los ejes del disco celebrado esa noche. Los cantantes van y vienen. Jim james, solista y a la vez líder de la banda hippie rocker My Morning Jacket, se suma para mantener el tono delicado con “Turn your lights down low”. Y a la vez, preanuncia la descarga final. El clásico de todos los paradores de verano, “Three Little Birds” (“Every little thing is gonna be alright!”) junta a Blacc y a James, quienes cantan como fans, contentos realmente de estar ahí.   

Tom Morello trae la guitarra de Rage Against The Machine, la que tiene escrito a mano, con fibra, “Arm the homeless”, uno de los mensajes románticos que suele pasar el guitarrista en escena. Suena “Exodus” en una versión extended donde hasta toca con los dientes. Gran momento. Turno de Gary Clark Jr., blusero joven, cada vez más presente en el mainstream de la música norteamericana como representante del género de sus antepasados. Él canta “No woman no cry” con sus gestos de soulman. Se despiden en alto: Morello y Clark Jr. se disparan electricidad en “I shot the Sheriff”.

El final parece Amnesty 1988. Cantan “Get up, Stand up” todos los que pasaron por el escenario, un poco cada uno. Y el himno de la resistencia deja al público como te deja Marley en cualquier circunstancia: con la canción resonando un rato largo en los oídos.