Muchas veces en mi vida me pregunté cómo un país maravilloso (que tuve la oportunidad de conocer), trabajador, amable, culto y con pacifistas de la altura de Herman Hesse, pudo caer en el fascismo, con personas fanáticas dispuestas a matar y aniquilar sin razón por cualquier motivo. Y la única explicación que encuentro es que la política, y en especial los representantes del pueblo, se ocupaban más de sus intereses que de los del conjunto de la sociedad mientras crecía la figura de un hombre perverso. Eso produjo un quiebre en la sociedad que solo se curó con odio.
Lamentablemente, creo que en nuestro país ocurre algo parecido a lo que ocurrió en la Alemania nazi. El gobierno es perverso y está dispuesto a todo, en especial con los más débiles, sembrando odio por doquier. Si Milei no mata en forma directa lo hace porque es un límite que sería intolerable para sus socios dueños del capital internacional.
Pero es capaz de matar de formas sofisticadas. Para tomar conciencia del daño que se está perpetrando en esta Argentina dolorosa, en los primeros tres meses de este año se registró un recorte del 40 por ciento en el poder de compra de los haberes previsionales por efecto licuadora, representando hoy el sistema previsional menos del 5 por ciento del PBI cuando años atrás se alcanzó un record de 9,6. Ese porcentaje del 5 es similar al de los 90', pero debe tenerse en cuenta que hoy tenemos el doble de beneficiarios.
Según el último informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), que dirige Gabriel Esterelles, la caída en el gasto previsional fue de 32,5 por ciento en términos reales respecto del mismo mes del año pasado. Las “Prestaciones de la Seguridad Social”, que incluyen el pago de jubilaciones, pensiones y otras asignaciones, significan el 40,4 por ciento del gasto primario total. Es el gasto más importante del Estado nacional. En el primer trimestre de 2024 estas erogaciones cayeron un 35,5 por ciento en términos reales. Si sólo se cuenta el pago de jubilaciones y pensiones, la caída es del 37,6.
Derogar la moratoria previsional es poner en desigualdad de condiciones a los trabajadores con sus empleadores, a quienes sí se les permite no solo hacer una moratoria por los aportes que se apropiaron de sus trabajadores y no depositaron, sino que además les perdonan las sanciones que tal acción correspondería.
Asimismo, resulta relevante destacar el efecto negativo que otras medidas del gobierno registran en la vida de los jubilados y pensionados y de los trabajadores en general, como la liberación del mercado de la medicina prepaga con el incremento de las cuotas mensuales, la falta de entrega de medicamentos oncológicos o de alto costo por parte del Estado, el incremento de las tarifas de servicios públicos como la luz o el gas, los cuales representan hoy en día una porción creciente de los ingresos mensuales y se tornan francamente confiscatorias. Y también el desmesurado incremento del costo del transporte, que somete a las personas mayores a romper su vida social y dificultan su movilidad.
Es necesario tomar conciencia que los viejos no tenemos otras oportunidades y nuestro futuro es corto. Pero somos los padres de los trabajadores activos, formales o informales, de los luchadores, los desocupados y lo será de cada uno de quienes hoy tienen que tomar una decisión sobre nosotros. Pero los pesares no solo son para nosotros, son del conjunto de las fuerzas populares. Por ello es necesario que la lucha de unos sea lucha de todos. Atomizados se nos ríen en la cara. Hace pocos días que se produjo la más maravillosa marcha de los estudiantes que yo recuerde; las organizaciones gremiales han hecho dos paros que movilizaron cientos de miles de trabajadores; los movimientos sociales son un ejemplo de lucha y lo mismo puede decirse de los trabajadores de la cultura. Pero los viejos hacemos lo que podemos. Y si cada uno encara una lucha particular, sectorial, estas acciones minimizan el efecto de disputa, haciendo que el gobierno, impávido, siga quitándole derechos a todos y defendiendo los intereses de los poderosos.
Hace pocos días, Cristina Kirchner días dijo que había que organizarse y estoy de acuerdo, pero le agregaría que la organización debe ir acompañada de una estrategia que nos incluya a todos. Que cada uno defienda sus interese es darle poder a Milei. Cuando unos marchan tenemos que marchar todos, hace falta reconstruir los lazos de solidaridad que nos hacen fuertes.
Podría enumerar hasta el infinito el daño que Milei le está haciendo a los sectores populares, pero me preocupa sobre manera lo que pasa con la llamada “oposición amigable” y, en especial con el radicalismo, que colabora en la construcción de un nuevo Hitler criollo. Se reúnen para discutir los cambios que propondrán como si fuera un acto revolucionario y en realidad es una claudicación de las banderas históricas del partido que integran. Imaginemos a Raúl Alfonsín pensando siquiera si apoyaría a alguien que revindica a la asesina de Margaret Thatcher, o a Arturo Illia votar la ley Bases, aquel que anuló los contratos petroleros e impuso la ley de medicamentos genéricos y tantos ejemplos más en defensa de los sectores populares ¿qué le pasó al radicalismo? Es inexplicable que de Alfonsín se haya mutado a personajes como de Loredo, o de Ilía a Cornejo por ejemplo. ¿Qué quedó del partido de la democracia y la libertad de antaño?
Son unos dirigentes mediocres que están dispuestos a entregar el país al fascismo por un puestito, aunque el presidente los humille de manera continua y aniquile la dignidad personal de cada uno. Me pregunto si tienen claro que están ayudando a construir un nuevo Hitler.
Por
eso me animo a pedirles que no duden ni claudiquen en este momento crucial que
tiene al Senado en primera plana con la discusión del proyecto de Ley Bases. Si
toman la responsabilidad que les compete, el pueblo los acompañará. Si rechazan
el engendro que representa ese proyecto harán honor a los valores y principios
históricos del radicalismo y defenderán para los tiempos la república. Viva la
patria!
* Ex director de la Anses.