Desde Londres
En una movida sorpresiva, el primer ministro Rishi Sunak adelantó las elecciones generales al 4 de julio. Confiado en la mejora de los índices inflacionarios y las internacionalmente ilegales deportaciones de refugiados políticos a Ruanda, Sunak se mostró optimista respecto a sus chances a pesar de que el laborismo le lleva más de 20 puntos en las encuestas. “Espero que el trabajo que he hecho muestre que tenemos un plan y que no nos tiembla la mano para tomar las medidas necesarias. Les dije con honestidad lo que necesitábamos hacer por más que el camino fuera difícil. No voy a decir que hice todo bien, pero estoy orgulloso de lo logrado y tengo confianza en lo que vamos a conseguir en el futuro”, dijo Sunak.
La fecha para las elecciones era el 28 de enero del 2025, pero desde principios de año se especulaba que el gobierno adelantaría los comicios a noviembre a la espera de que la situación económica mejorara. El mismo Sunak había insinuado que esa sería la fecha y la contundente derrota de los conservadores en las elecciones municipales a principios de mayo pareció consolidar esa idea porque, extrapolados los resultados locales a nivel nacional, vaticinaban una catastrófica derrota para los conservadores.
¿Qué lo llevó a cambiar de opinión? Según los medios británicos la convicción de que retrasar más la elección sería aún peor. Arrinconado por la ultraderecha de su partido y por una crisis económico-social que en los últimos dos años ha parecido permanente, Sunak tuvo una luz en el camino cuando el Banco de Inglaterra anunció que la inflación había descendido a un 2,3%, el nivel más bajo en tres años.
El primer ministro, que asumió en octubre de 2022 después de las desastrosas seis semanas de Liz Truss en el poder, había hecho cinco promesas al electorado: la primera era que la inflación iba a descender del 10% anual al 2% que exige la carta del Banco de Inglaterra.
Sunak empleó el discurso tan familiar en los planes antiinflacionarios del sacrificio y la austeridad, pero no pudo sobreponerse a un hecho irrebatible: desde 2010 los conservadores han gobernado en un ajuste permanente. La escasa empatía y carisma del primer ministro tampoco ayudaron a su causa. Ahora tiene siete semanas para demostrar que esta vez sí se acabará con la austeridad, mejorará el nivel de vida, sanará los deteriorados servicios públicos, ampliará el acceso a la vivienda y un largo etcétera acumulado en los últimos 14 años.
No lo va a tener fácil. La figura más respetada en el mundo de las encuestas británicas, Sir John Curtice, señaló que la jugada de Sunak es la de un hombre “extremadamente audaz o simplemente insensato” y que los comicios son un gol servido para la oposición laborista. “En promedio las encuestas muestran que el laborismo tiene 44 puntos, 21 más que los conservadores. En las elecciones municipales el voto conservador cayó mucho más en las áreas donde son más fuertes. Dar vuelta estos guarismos es muy difícil. Se parece a la elección de 1997 cuando Tony Blair apabulló a John Major después de 18 años de gobierno conservador”, dijo Curtice.
Sunak tiene una a favor. Ni por asomo su oponente, el líder laborista Sir Keir Starmer, se acerca al carisma y la encendida retórica de Tony Blair.
La reacción del laborismo
En menos de una hora del anuncio, Starmer reaccionó con un brevísimo video de dos minutos que debía estar preparado desde hace tiempo dada la especulación que rondaba el tema.
A diferencia de Sunak no hubo sorpresas. El mensaje se centró en el “cambio”, esa palabra mágica que se puede invocar desde la oposición de derecha e izquierda, y en la estabilidad que proporcionaría un nuevo gobierno. “Si los conservadores son reelectos a otros cinco años seguirán haciendo exactamente lo mismo. Esta es una oportunidad de cambiar. Necesitamos estabilidad, tenemos que acabar con el caos, servir al pueblo británico para solucionar todos los problemas que tenemos”, dijo Starmer.
El líder laborista iguala al primer ministro en su falta de carisma, pero corre con una ventaja invalorable: no ha sido parte de los desastrosos años que siguieron al Brexit en 2016. Desde que reemplazó a Jeremy Corbyn, luego de la derrota electoral de 2019, Starmer se dedicó a correr el partido al centro, criticar al gobierno y no decir mucho sobre sus propias propuestas.
En el video se lo vio conforme con este arte retórico de usar nobles palabras para no decir nada. “Es con esta vocación de servicio que les estoy pidiendo el voto. Confío que con paciencia, determinación y compromiso, liberaremos todo el potencial que tenemos como país”, dijo Starmer.
En las siete semanas que quedan no podrá seguir con el mismo nivel de vaguedad ante los acuciantes problemas que enfrenta el país. El Servicio Nacional de Salud, el NHS, es una sombra de aquel modelo sanitario universal e igualitario que asombró al mundo luego de la segunda guerra. Hoy tiene astronómicas listas de espera para servicios básicos y de alta complejidad, y un 10% de vacantes laborales que no puede llenar. El salario por hora de un médico “junior” es equivalente al que gana una persona que limpia casas: 15 libras. Las enfermeras cambian de profesión, emigran a otros países o, por primera vez en la historia del servicio, han lanzado huelgas para reclamar aumentos.
Los servicios privatizados por el Thatcherismo tienen tarifas por las nubes como en el caso del gas y la electricidad o están al borde de la quiebra como el agua. La crisis del costo de la vida no ha aflojado con el descenso de la inflación porque los salarios siguen reprimidos como estuvieron desde 2010, comienzo de esta larga era conservadora. Los alquileres y las hipotecas inmobiliarias se han vuelto una trampa para buena parte de la población. Aumentaron la pobreza y la indigencia.
Starmer tiene a favor que no es el responsable de esto, pero tendrá que hacer algo más que la plancha durante la campaña. Por el momento, como señala Curtice, la victoria está en sus manos. La cuestión es que no meta la pata: el hartazgo con los conservadores es su arma más poderosa.