Una vez más, las expectativas de La Libertad Avanza se chocaron con la dinámica de Congreso y dejaron al gobierno nacional protagonizando un nuevo fracaso legislativo. El oficialismo no logró llegar a un acuerdo con los senadores díscolos del radicalismo y las fuerzas provinciales y no tuvo otra que resignarse a pasar su Ley Bases a un cuarto intermedio hasta la semana que viene. Intentó forzar, hasta último momento, un dictamen que incluía algunos de los cambios solicitados, bajo la promesa de que se incluirían más de camino a la sesión, pero no hubo manera: Martín Lousteau, Pablo Blanco, Guadalupe Tagliaferri y Edgardo Kueider —entre otros rebeldes— no confían en el Gobierno y sostuvieron que, hasta no tener una devolución política a sus reclamos, no firmarían nada. Si bien en Casa Rosada intentaron mostrarse duros, reacios a aceptar más modificaciones, a las pocos minutos de que finalizase el plenario, se vio corretear por los pasillos del Senado al vice jefe de Gabinete, José Rolandi. Estaba buscando, desesperado, a Lousteau.
A las 11 de la mañana, el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala, afirmaría, intentando mostrar confianza: "La intención del oficialismo es dictaminar hoy". Cinco horas después, el titular del bloque oficialista, Ezequiel Atauche, afirmaría, rendido: "Vamos a pedir un cuarto intermedio sin fecha y hora". En esas cinco horas, LLA pasaría de instalar que el borrador de la Ley Bases estaba casi cerrado a tener que admitir, en público y privado, que no estaba el número para dictaminar. En esas cinco horas, LLA prometería nuevos cambios, organizaría cumbres e intentaría partir bloques. Pero sin éxito. Las siete voces cantantes, dueñas de las firmas que el oficialismo necesita para dictaminar, se rehusarían a firmar nada sin leer la letra chica. "Nosotros no firmamos cheques en blanco" sería el grito de guerra.
Cambios y reuniones
El plenario de comisiones del Senado había comenzado en un clima extraño. El oficialismo había hecho circular un borrador de dictamen, buscando así instalar que ese día se lo pasaría a firma, pero no le había llegado a todos los senadores opositores. "Yo no voy a firmar nada que no haya visto", deslizaban algunas de las firmas claves, cada vez más enojadas frente al ya clásico modus operandi del Gobierno. En el plenario, mientras tanto, los senadores opositores hacían preguntas que los senadores oficialistas no podían responder. Empezaron a pedir la presencia de funcionarios y Abdala no sabía cómo contestar al pedido: el oficialismo estaba incómodo, necesitaba tiempo para terminar de conversar en privado la letra chica, y terminó optando por convocar a un breve cuarto intermedio. El primero de la jornada.
Durante casi dos horas, los despachos del Palacio se convirtieron en un hervidero de reuniones. Los radicales enfilaron para el segundo piso y mantuvieron una larga reunión de bloque: algunos, como el titular de la bancada, Eduardo Vischi, o los mendocinos que responden a Alfredo Cornejo, querían aceptar los cambios que ofrecía el Gobierno y firmar el dictamen. Otros, como Lousteau, señalaban que eran cambios "cosméticos", que no modificaban en absoluto el contenido del proyecto. La mayoría de las modificaciones que aparecían en el borrador de dictamen, en efecto, tenía que ver con cambios a algunos puntos del RIGI —como la redacción del artículo que afectaba a las autonomías provinciales o el que refería a la apertura de importaciones—, así como ampliaciones en el listado de excepciones de organismos a factibles de ser suprimidos por el Ejecutivo y mejoras en la redacción de la modificación de la Ley de Procedimiento Administrativo.
José Mayans, mientras tanto, reunió a la tropa de Unión por la Patria e, incluso, se juntó con el entrerriano Kueider. La oficina de Victoria Villarruel también tendría mucha actividad, con senadores de la UCR y de fuerzas provinciales entrando y saliendo. Algunos senadores deslizaban que acompañarían el dictamen con disidencias, pero el número no alcanzaba: Kueider, Lousteau, Blanco y Maxi Abad (UCR) continuaban manifestando objeciones y, como si fuera poco, ni Lucila Crexell (Neuquén), Tagliaferri (PRO) o José Carambia (Santa Cruz) —las otras tres firmas clave— no se dejaban ver por ningún lado.
Por eso, a las 14, Abdala definió retomar el plenario en otro tono, ya casi derrotado, y le cedió la palabra a los senadores para que verbalizaran sus pedidos de modificación. Kueider, por ejemplo, pidió una veintena de cambios, incluyendo la eliminación del RIGI para su tratamiento como un proyecto aparte. Lo mismo solicitó para la modificación de la Ley de Procedimiento Administrativo. Pidió excluir Aerolíneas Argentinas del listado de empresas públicas a privatizar —un reclamo que comenzó a ganar cada vez más fuerza en las filas opositoras— y modificar el capítulo de Reforma de Estado. También planteó aumentar del 12 al 20 por ciento las regalías hidroeléctricas a las provincias.
Luego fue el turno de Víctor Zimmermann, que pasó a enumerar los cambios solicitados por el radicalismo (muchos de ellos ya consensuados con el gobierno nacional). Primero pidió ampliar, al igual que Kueider, el listado de excepciones a la facultad de Milei de suprimir organismos públicos: pidió incluir a todos las instituciones vinculadas a la ciencia. Solicitó, además, modificar el capítulo de reforma laboral e incluir la no obligatoriedad de las cuotas solidarias y fijar el bloqueo de una planta como causal de despido. También planteó una batería de modificaciones al RIGI, como incluir un artículo de defensa a la producción local (frente a la apertura de importaciones) y exigir que un 20 por ciento de las ganancias de las empresas extranjeras que se sumaran al régimen se volcasen a proyectos sectoriales de la región.
Los pedidos se acumulaban, pero nadie entendía como concluiría el encuentro. "Se que taquígrafos está tomando nota y supongo que hay alguien escuchando. ¿Pero después como sigue esto?", inquirió, en un momento, Lousteau. "Vamos a llamar a cuarto intermedio", anunció, entonces, Abdala. "¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Hasta el 20 de junio? Miren que también tienen el 17 de agosto", ironizó Blanco. Abdala solo atinó a poner una fecha estimativa: el martes o miércoles de la semana que viene. Minutos después, Atauche tomaría la palabra y convocaría a otro cuarto intermedio para tratar el paquete fiscal: "Sin día y sin hora", afirmaría, en medio del cuchicheo.
El oficialismo había salida derrotado. Detrás del apuro por dictaminar había estado la mano de Casa Rosada y en el Senado estaban furiosos. En la oposición "amigable", en cambio, se encogían de hombros: "No tienen gestión de leyes, no hay mesa, no hay nada, ¿qué esperaban? Y ahora quiero ver qué dice el presidente en el Luna Park". Ya más tarde, mientras en Casa Rosada intentaban instalar que no propondrían más cambios, una figura recorría los pasillos del Senado: era José Rolandi, uno de los principales negociadores del gobierno, corriendo por las escaleras y llamando a un senador que se alejaba: "Martín, Martín", gritaba. Las negociaciones recién habían comenzado.