Hay que ubicarse en la época. Los Brujos alborotaban las mentes adormecidas de los ‘90 con su grunge psicótico, Juana La Loca alteraban los mediodías juveniles de El Trece con sus guitarras envolventes espanta dinosaurios y los Babasónicos le espetaban a todo a aquel que quisiera a escucharlos, pero sobre todo "a los popes del rock nacional", que a su generación "no le importa tu opinión". ¿Jóvenes irreverentes versus adultos mayores con problemas urinarios? A veces los conflictos solo cambian de nombres propios.
Como sea, por los mismos años, un grupo igualmente joven aunque sin duda más parco y áspero llamado Copiloto Pilato compartía las mismas fechas, los mismos lugares y la misma procedencia que los anteriores (básicamente el Conurbano Sur) solo que desde una factura más artesanal, una interpretación más "desganada" y una poética más esquiva que, sin buscarlo, los hermanaba con los "slackers" (jóvenes apáticos) que también por aquella época, pero en Estados Unidos, dejaban su marca generacional.
"En la gacetilla habíamos puesto: un grupo de jóvenes pataleando dentro de una bolsa de arena adolescente", recuerda con una sonrisa, treinta años después, Adrián Paoletti, cantante y compositor de este cuarteto que completaban Juan Manuel Posse Anchorena en filosas guitarras, Diego "Tornillo" Fernández en sólidos bajos y Fernando Ordoñez en sostenidas y secas baterías. Y que desde entonces, pese a haber cultivado un mayor bajo perfil respecto a sus pares del "Nuevo Rock Argentino", nunca dejó de estar en boca de infinidad de bandas posteriores que los tomaron como influencia o inspiración.
"Cuando nos separamos mucha gente que se enteraba me decía: 'uh, qué pena'. Y yo pensaba: si todos los que se lamentaban nos hubieran venido a ver llenábamos Obras", reprocha en broma Paoletti que por estos días vive un reconocimiento similar al conocerse la noticia de que La misma tierra, el único e inconseguible disco de la la banda, finalmente llegó a Spotify en su versión remasterizada y que pronto tendrá su edición en vinilo a cargo de Zorn Records. "Recibo muchas felicitaciones de colegas de la época que se alegraron por el anuncio y yo mismo me emocioné bastante al volver a escuchar esas grabaciones", reconoce Adrián.
Y es que, escuchados a la distancia (pero ya podía apreciarse entonces), parece claro que Copiloto Pilato –como ningún otro de sus pares directos, aunque quizás del otro lado de la brecha el primer disco de Los Piojos con su desesperanza urbana estuviera en sintonía– supo encarnar cierto desánimo sin lamento de la época. Un “no-future” existencial, pero sin ganas de proclamarlo o de levantar bandera. Ese post-punk de bajas pulsaciones, entonaciones monocordes y diferentes tonalidades de gris y sepia que animaba a “pintar su aldea” desde las limitaciones estimulantes del trazo propio. “Despierto temprano, mañana sin sol/ Qué me dará este día que no me dio el anterior”, cantaban en “Buenos días” y en “Pies rotos”: “Llegando tarde a todas partes/ llegando temprano a donde no espera nadie”.
Recuerda Paoletti: “Éramos cuatro jóvenes recién salidos del secundario, bastante inconscientes e inquietos, que se juntaban a ensayar dos o tres veces por semana, demear un disco por año y salir a pegar carteles con plasticola para hacer gira el fin de semana por los bares de la avenida Irigoyen". El cantante se refiere a la icónica avenida (ex Pavón) que cruza en diagonal todo el Conurbano Sur, pero también al carácter fresco espontáneo que transmitía el grupo cada vez que salía a hacer lo suyo sin beneficio de inventario. “Éramos muy activos y, si bien no éramos súper amigos de todas las otras bandas de la movida, hacíamos bastantes cosas juntos. Con algunos, como María Fernanda Aldana de El Otro Yo, Coda de Peligrosos Gorriones o Ricky Rúa de Los Brujos, sí desarrolamos una amistad”, consigna sobre ese ese momento particular en que MTV le hablaba a los adolescentes con vestimenta colorinche y El Gran Omi de Cabildo y Juramento era la meca si tenías un poster de Nirvana y buscabas Franny and Zooey de Salinger en los saldos de la avenida Corrientes para regalarle a quien te gustaba.
Escenas sueltas de cómo era tener (o ser público de) una banda alternativa a principios de los ‘90 que hoy, en el caso específico de Copiloto Pilato, puede rastrearse en el corto documental Agua en mis bolsillos, de Claudio Agosto (disponible en Youtube) y en Lluvia de escombros (Madreselva), el muy recomendable libro de Hernán Cortes que recupera historias perdidas de Copiloto y otras bandas de culto de la zona. "A la distancia pienso que lo que nos distinguía de las otras bandas de esa escena es que éramos unos bichos raros a los que no se les podía identificar fácil una referencia directa. Con las otras podías ver de dónde venían mirando las portadas de sus discos, escuchando la onda de sus temas o analizando cómo se vestían. Con nosotros no", señala Paoletti, que luego de terminado Copiloto Pilato (una aliteración lúdica entre un segundo al mando y el que no se hace cargo, según contaron ellos mismos luego), enhebró una paciente carrera solista que plasmó con más oficio y claridad la ermitaña belleza que ya emanaban aquellas primeras canciones.
“Con los chicos de la banda no éramos tan amigos pero sí teníamos claro lo que nos unía”, cuenta hoy. “Con Tornillo teníamos afinidad a partir de los discos que nos gustaban, siempre fue un gran bajista. Y con Juan Manuel y Fernando también había química musical. Enseguida entendieron de qué iba la banda y la llevaron a otro nivel”, describe sobre la conocida precaria dinámica interna del grupo. Por una parte es lo que los llevó a su disolución (“Yo me ocupaba de toda la parte operativa de conseguir fechas, hacer difusión, y eso me terminó cansando”, resume), pero por la otra habilitó la creación de temas que sobrevivieron al tiempo. “Cada tanto alguien me pide alguna de aquellas canciones”, cuenta Paoletti con relajada resignación. Aunque, de todos modos, por presente activo y venturoso (Filosofía de series de TV, su séptimo disco solista, ya está un “90 por ciento terminado”, dice), no se muestra a disgusto con ese pasado que no deja de volver.
La reedición de La misma tierra se celebrará con Paoletti repasando el repertorio de Copiloto Pilato, junto a invitados como Manza Esain, Gori, Ok Pirámides, Santi Rial de DChampions y Migue Castro de UN. Será el viernes 16 de agosto, en Strummer Bar.