Dicen que la malaria aparece toda junta. Y, por si fuese poco, ahora llegó una de las nuevas plagas del neoliberalismo recargado: sí, volvió Cuestión de Peso. Tras haber estado casi cuatro años fuera del aire, se levantó en El 13 el telón del reality que, desde 2006, se promociona como el programa más saludable de la televisión; esta vez, conducido por Mario Massaccesi en su edición número 14. No por nada su primer capítulo arrancó con un repaso de los mejores momentos de temporadas anteriores, asegurando que es un ciclo que “mejoró la calidad de vida de un país”.
Como era de esperarse, una vez más el panel está comandado por el Dr. Cormillot, que hizo un imperio de la dieta alrededor del sufrimiento de las personas gordas, y que recordaremos por siempre por frases maravillosas como “los gordos no pueden enamorarse”. Además de un memorable capítulo en el que se “disfrazó de gordo” con un traje de gomaespuma para pesar 120K y vivir por un día “la experiencia de ser obeso”. En esta ocasión, el Dr. está secundado por otros “expertos nutricionistas” que son básicamente su hijo, su nuera, su esposa y hasta su nieta, Abril, que también es nutricionista y tiene 22 años. El mérito de ser la nieta del nutricionista más famoso del país tiene sus ventajas. Y Sergio Verón, que oficia nuevamente de entrenador físico.
El reality de la crueldad
En caso de que algún lector o lectora no sepa, Cuestión de peso es un reality donde entre 10 y 15 participantes compiten entre sí: el que más baja de peso, gana. Y, aunque el programa históricamente se mostró como una “ventana hacia prácticas de vida más saludables”, a lo largo de los años estigmatizó, desde una mirada cruel y condescendiente, a las personas con cuerpos gordos, caracterizándolas como sedentarias, descontroladas, infantiles y adictas. De forma diametralmente opuesta, el panel de médicos representa el balance, la disciplina, la mesura, el fitness, la ciencia, lo adecuado y la vara moral.
El programa condena la violencia hacia las personas gordas, pero considera que no ser discriminado es una responsabilidad individual. Y nada de quejarse del precio de las verduras y de que la vida precarizada que apenas da tiempo para respirar, y comprar un morrón es un bien de lujo. Acá el gordo, es gordo porque quiere.
De la dieta extrema al tenedor libre
Los protagonistas quieren que sus vidas cambien, quieren renacer, quieren bajar de peso para dejar de ser discriminados y tomados en serio en medio de una sociedad profundamente gordofóbica. Pero en CDP no les será fácil. Una de las mayores crueldades es que, aunque el programa se trata sobre “cómo comer sano”, que en el lenguaje Cormillot es: “dejar de comer”, todo el tiempo los están haciendo pensar en comida. Sobre todo en el momento de los “permitidos”. Porque no solo tienen que enfrentar desafíos físicos frenéticos para quemar grasas. También son expuestos a “tentaciones”, como ir a un tenedor libre; escenas que los productores recreaban/recrean como si estuviesen sentando a un adicto frente a un plato de cocaína.Estos momentos de “excesos” y voracidad eran, y siguen siendo, literalmente, los platos fuertes del programa. Los graphs se hacen un festín en cada una de estas escenas, que acompañan con música de suspenso, porque recordemos que ver gordos comiendo en la TV es digno de una película de terror. “Belén le robó el postre a Verónica”, “Tal no puede dejar el flan”, “Eran 10 y pidieron comida como para 40”, “Comieron hasta reventar”, “Comieron parados” (porque son tan gordos que no llegaron ni a sentarse a comer); desborde, descontrol.
Después de este lapsus de voracidad incitada por el mismo programa, que también alienta periodos de restricción alimentaria extrema, el staff médico del clan Cormillot, siempre con su ambo impoluto, les piden explicaciones a los concursantes sobre su performance ante las “tentaciones”. ¿Por qué comiste lo que comiste?; ¿qué pasó que no pudiste controlarte?" siempre haciendo hincapié de forma condescendiente en que es entendible que ellos no puedan contenerse, porque son adictos, son enfermos. Pero para eso está CDP: para aprender a comer mejor y ser más sanos. Pero esto no es un taller, es una competencia, y si no te dan los números, adiós. Meritocracia fitness y que gane el mejor.
Las coordenadas de la humillación
“No podemos dejar de pensar este retorno como un fenómeno global y también local, donde la práctica de la crueldad, de la infantilización y de la humillación están exacerbadas. Y no solo están exacerbadas, sino que también estos discursos fuertemente autoritarios, violentos, están legitimados por acción y por omisión del propio Estado Nacional”, advierte la doctora en Estudios de Género y activista por la diversidad corporal Laura Contrera.
“Entonces, no me parece casual que este escenario sea propicio para que programas como Cuestión de Peso, y toda la otra familia de reality shows en el mundo, que trabajan más o menos dentro de las más coordenadas de humillación, de castigo, de vilipendio y de todo tipo de horrores respecto a las personas gordas, vuelvan a estar en auge. Tienen un público que nunca dejó de estar. O sea, más allá de los avances de los activismos, lo cierto es que el discurso de la epidemia de la obesidad es el discurso dominante. Y en este momento hay una vía libre para expresar todo tipo de horrores y de mucha crueldad. Me quedo con la palabra crueldad”, reflexiona Contrera.
¿Cómo definirías esta época en la que se inscribe la nueva edición de CDP?
--Yo definiría esta época como un neoliberalismo magro recargado. ¿Te acordás que en su momento habíamos acuñado esa expresión durante el macrismo? Me parece que esta es la época del neoliberalismo magro recargado y muy muy cruel. También aparece esta idea del reality adentro del reality, donde aparece toda esta reacción neoconservadora de mostrar al hijo, a la pareja, con esta evidente y ostensible diferencia de edad (Cormillot y la esposa), pero que están unidas por los hábitos saludables. También es raro que un médico nutricionalista fomenta el tipo de prácticas que son más propias de trastornos de la conducta alimentaria y de una relación complicada con la comida que de una relación más amable, amorosa y menos nociva con la comida.
“Estamos en un contexto de exacerbamiento de la crueldad, de la humillación y de la meritocracia. Y, además, también hay que entender que hay personas que, justamente por el estigma tan fuerte que viven, discriminación y la imposibilidad de ver sus vidas tomadas en serio, en una sociedad profundamente gordofóbica, tienen un deseo real de dejar de sufrir esas humillaciones, esa violencia y de adelgazar. Ese deseo existe, yo no pongo el foco en quienes terminan formando parte de este tipo de programa; porque el problema es quienes explotan ese deseo. Que es el deseo de personas que no quieren ser más maltratadas, no ser más humilladas y no vivir más las consecuencias de la gordofobia. No estoy de acuerdo con esa elección individual, porque pienso que la salida quizás debería ser colectiva, por eso existen los activismos”, reflexiona Laura Contrera.