Presentar discos de manera compartida implica un gesto mayor; entre Julián Rossi y Juan Barreto existe una afinidad que confunde, felizmente, música con experiencias. Hoy a las 21, el Gran Salón Plataforma Lavardén (Mendoza 1085) recibirá el Concierto de Presentación Wabi Kuaa – Nauta; respectivamente, los trabajos más recientes de Rossi y Barreto. Para Rossi, Wabi Kuaa es su disco más espontáneo y confiado; para Barreto, Nauta implica un viaje con la mirada puesta también en el espejo retrovisor. En los dos, las alegrías y los dolores suceden a partes iguales; vale decir, ¿cómo entender al arte sin lo cotidiano, sin la memoria, sin lo afectivo?
“Los circuitos se han ido cerrando y el recurso escasea a la hora de poder grabar y producir; hay una cuestión del diagnóstico del entorno que nos une. En este sentido, somos una especie de colectivo indefinido de cancionistas que se van encontrando y colaborando. Por un lado, para desarrollar nuestra tarea en Rosario, y a partir de esos encuentros para potenciarnos. En función de esto es que se ha dado este encuentro con el Juli, al conversar muchísimo sobre lo que nos rodea y ver cómo encontrar los mecanismos para darnos esa mano; no solamente como músicos, sino también como productores, como trabajadores de la cultura. Juli está al frente del sello Kuikatl, y hemos trabajado muchas veces juntos en función del sello; y yo trabajo en Pueblo Esther en un centro comunitario, donde él ha ido a tocar”, comenta Juan Barreto a Rosario/12.
“El camino de la música es un camino principalmente humano y social, es un camino del corazón y del espíritu; y eso requiere de otros corazones y otros espíritus, que están alrededor y que el tiempo descubre como fuentes fundamentales, más importantes que el camino de la autoexigencia con el que a veces la música te quiere conmover. La música tiene más valor cuando están esos corazones latiendo alrededor, y para mí, este encuentro tiene que ver con eso. Con Juan trabajamos en comunión, somos padres de familia, músicos, hacedores, y también se da que Wabi Kuaa y Nauta tienen esos puntos, que no son intencionales sino procesos paralelos. Empezamos a componer y hacer los discos más o menos a la par y más o menos salieron juntos, y recién ahora vamos descubriendo elementos que están en comunión, recién nos estamos dando cuenta de las alianzas musicales que subyacen; y desde un punto fundamental que es la canción, la reivindicación siempre de la música, la letra y el mensaje, apoyado fundamentalmente por lo humano”, agrega Julián Rossi.
-¿Cómo surge cada disco?
Julian Rossi: -En mi caso, se dio alrededor del juego, y de trabajar con Juan Ignacio Serrano (Juanito el cantor), un amigo que vive en Buenos Aires y tiene un estudio. Yo me estaba yendo con mi familia a una casita en Oliveros y apareció la idea de llevarme la guitarra, un tecladito y un cuadernito donde escribir. Sabía que iba a estar en un lugar rodeado de naturaleza, al lado del río, con tiempo, con mi familia. Cuando vi que pasaban los días y las canciones aparecían, automáticamente le hablo a Juan y me dice “venite a grabar”. Y así fue. Al mes siguiente y sin tener las canciones ensayadas -hubo muchas cosas que escribí en el estudio-, el disco se grabó casi todo en vivo. Apareció también Santiago Arroyo, me fue a visitar y grabó; lo mismo con Nico Suárez, percusionista amigo de La Plata; aparecieron María Pie, Noelia Rcalde y Maca Mona Mu, amigas muy admiradas. Se arregló todo diez minutos antes y se ejecutó en el estudio, dejando que la música salga, no queríamos planificar nada. En mis laburos musicales, es el disco más espontáneo y, si se quiere, más improvisado; yo vengo más de la escuela de la preproducción, del audio, de la instrumentación y los arreglos; pero acá elegí confiar, soltar, y trabajar la música desde un lugar más real, genuino y espontáneo.
Juan Barreto: -Cuando me puse a pensar el disco, también tuve mucho interés en dejar los ornamentos instrumentales de lado, y avanzar en un proyecto musical que tuviese simpleza técnica. Tenía un deseo muy grande de volver a lo acústico y quedarme con lo más unicelular, que es la canción y que es el mensaje. Me parece que eso es medio transversal a los dos discos; además, está la cuestión de la edad, y creo que es algo digno de ser remarcado, porque indudablemente, cuando uno es padre y cumple 40 y pico de años, entra en una especie de revisión y empieza a encontrar nuevos balances dentro de su vida. En el caso de Nauta, es una especie de testimonio personal. Son canciones viejas, pero también muy nuevas; es una propuesta de viaje, pero no solamente en términos de geografía sino en términos internos. El disco es una mirada por el retrovisor, porque al llegar a cierta edad, uno empieza a pensar de qué está hecho uno, cuáles son las cosas por las cuales uno hace música. Cantar canciones es comunicar. ¿Por qué comunico y qué es lo que tengo para decir? Yo me siento muy ajeno de lo que proponen los reflejos culturales exteriores y de lo que sería una persona exitosa, y sentí la necesidad de dar un testimonio, como cancionista y como cantautor, para mostrar también mis fragilidades, porque mis reacciones no son solamente de fortaleza. A este disco lo saqué el 24 de marzo y no fue casual, porque es una fecha que conmemora la memoria y yo quería conmemorar mi propia memoria y mi propia historia, quería comulgar con lo que he vivido desde que estaba en Uruguay y me vine a vivir a Rosario. Necesitaba comulgar mi pasado con mi presente, porque entiendo que la memoria es la herramienta que tenemos para rellenar los espacios vacíos que van quedando interiormente, y en esos espacios vacíos es donde se va colando la propuesta cultural que nos vienen a proponer. Además, la memoria también está llena de heridas, y esas heridas necesitan ser cantadas.
Nauta contó con la producción de Julián Venegas, “y con la participación de Severo Callaci, con quien nos reunimos una jornada preguntándonos sobre el sentido del disco”, agrega el músico, cuyo proceso compositivo surge “catártico y atemporal”. “Sin embargo, recién en este disco pude ponerme a escribir historias, algo que muy pocas veces hago. Por ejemplo, grabé una canción que se llama ‘Viernes’ y es un bolero, una narrativa que de alguna manera me era ajena, pero tuve ganas de crear desde un lugar que no fuera el propio corazón o lo que me estaba pasando en el momento. Mi proceso es catártico, porque los sentimientos se exponen; y es atemporal, porque a veces las cosas que te pasan tienen un proceso interno de elaboración, que después se transforman en palabras”, señala Barreto. Por su parte, Julián Rossi agrega algo transversal a la sensibilidad de ambos: “¿Qué haría un artista si sufre, si está en un momento hermoso, si siente el sufrimiento de un ser querido? Lo va a transformar. Por eso, no confío en el arte como algo que uno pide en un almacén, sino que hay un proceso, que tiene que ver con la transformación. Del otro lado hay alguien que también está atravesado por esos momentos o esa sensación; y para mí, la composición es ese camino, esa será siempre la fuente de mis composiciones”.
Para el show de hoy, Julián Rossi presentará un formato Solo Set, con invitadas como Betiana Charny, Noelia García, Julieta Masuelli, Julián Venegas y Mati Vant. Por su parte, Juan Barreto estará acompañado por Julián Venegas, Santiago Arroyo y Alejandro Bluhn. Los shows contarán, además, con un intermedio e intervención a cargo de la bailarina Alejandra Valdés.