Con organización del Sindicato de Músicos de Rosario, a partir de una idea de su secretario general, Hugo Vitantonio, el músico y gestor cultural José Luis Castiñeira de Dios ofrecerá el Seminario Argentina: Cien años de Políticas Culturales 1916-2016. Con entrada gratuita, la actividad tendrá lugar en el Complejo Cultural Atlas (Mitre 645) -presencial, pero con posibilidad de acceso virtual-, a partir de una conferencia inaugural que tendrá lugar el viernes próximo a las 19. Los encuentros serán los sábados 1 y 15 de junio, y el 6 de julio, de 10 a 15. La información completa y modalidad de inscripción pueden consultarse en https://ccatlas.org.ar/.
“Como le sucede a todos, en algún momento, los artistas, y más en nuestro país, tienen que convertirse en gestores de su propia promoción y búsqueda de espacios. Entonces, me parece que no viene mal hacer una reflexión conjunta bajo la forma de un seminario, como para tratar analíticamente qué es lo que ha sucedido en ese terreno en Argentina. Porque lo que parece ser una suma de hechos sueltos, en realidad siempre conforma un panorama y una línea ideológica. El seminario no va a ser una historia de la cultura argentina, porque sería muy ambicioso, pero sí va a ser un repaso de lo que han sido, primero, las distintas posturas en el mundo, con las que se ha enfrentado esta temática; y después, la experiencia argentina y latinoamericana”, comenta José Luis Castiñeira de Dios a Rosario/12.
-Desde hace pocos años existe en la UNR, la Licenciatura en Gestión Cultural, surgida también desde la misma necesidad y experiencias del sector artístico.
-Más o menos, hace 30 años que se empezó a desarrollar esto como una disciplina; es decir, a partir de la posibilidad de tener un estudio más o menos organizado de los factores que intervienen dentro del fenómeno creativo. A mí, particularmente, no me interesa tanto la descripción de la mecánica o la evolución administrativa de esto, sino los contenidos que se han promovido y se promueven, analizarlos y ver cómo han generado, también en los artistas, una necesidad de entender cómo funciona el sistema. En otros países y otros sistemas, como es el caso de Estados Unidos, el camino es bien distinto, porque está todo mediatizado por una cantidad de instituciones y de profesiones; acá, todo el que quiera llevar adelante una carrera artística tiene que pasar por esas Horcas Caudinas de entender cómo funciona. El artista no se puede hacer el inocente ni tampoco el ácrata, y no voy a decir anarquista porque ahora eso es inquietante (risas), pero no puede hacerse el que no le interesa porque en realidad sí le interesa; se trata de la autogestión de su propia carrera artística.
-En este recorrido histórico sobre las políticas culturales en nuestro país, ¿cuáles cuestiones distintivas elegís señalar?
-Hay hechos que son curiosos, como el que los conservadores fueron importantes en la formalización de la actividad artística, son los que crearon el Teatro Colón y muchos otros teatros en el país. Pero además de los conservadores, la sociedad se dio sus propios ámbitos, como es el caso de la colectividad italiana o la española, que sembraron de teatros toda la Argentina, algo que la actividad oficial de los últimos 50 años no podía igualar. Es decir, la sociedad se daba sus propios espacios, como las bibliotecas populares, para promover la actividad cultural, creyendo que esto era algo fundamental; y según cómo se mire. Desde el punto de vista de los socialistas, para que los ciudadanos pudieran ejercer mejor sus derechos; en el caso de los comunistas, para promover el desarrollo de la revolución mundial; y en el de los anarquistas, para destruir el Estado. Por supuesto que el primer y segundo gobierno peronistas son los que tuvieron más unidad de estilo, más ideología formulada, y más acciones en lo concreto. Después, a lo largo de los años que siguieron a la década del ‘50 y del ‘60, van apareciendo islotes, en los cuales se muestra por momentos que hay un interés, y luego ese interés se desvitaliza y queda otra vez todo en manos de la sociedad. O sea, el Estado toma esa responsabilidad y la deja, y las asociaciones de la comunidad lo impulsan una vez más, para después, con el paso del tiempo, retraerse. Esto en todos los ámbitos de la cultura, porque estamos hablando de lo cultural en un sentido antropológico o sociológico, y no en el sentido de las Bellas Artes solamente.
-Recuerdo un comentario reciente, en las redes, de Fernando Martín Peña, sobre La Venganza será Terrible, donde Alejandro Dolina recordaba, como un hecho desconcertante, una función multitudinaria donde la mitad de la sala no sabía quién era Luis Sandrini.
-Con el Negro Dolina tengo una amistad de toda la vida, hicimos El barrio del Ángel Gris en el Teatro San Martín por dos temporadas, y coincido por lo general con casi todas sus apreciaciones; efectivamente, si uno no puede encontrar un espejo en el cual reflejarse hay una frustración, y ese espejo es la historia. Si hay alguien que desarrolló una política cultural sostenida en el tiempo y clarísima han sido los Estados Unidos, desde después de la Segunda Guerra Mundial, empezaron a absorber los diversos contenidos para sustituirlos por los propios, desde el rock and roll al dibujo animado; y después de eso, la posición en la que te sitúan es la de mero consumidor. Consumidor de algo que, en este momento, pasa a ser una mercadería muy valiosa, que es la de la identidad; y una sustancia muy diversa, porque cuando uno piensa que la India va a tener más habitantes que China, si ya no los tiene, y que la India tiene una clara producción artística en todos los rubros y particularmente en el cine, es porque ellos cuentan lo que ellos quieren contar, y no lo que quieren contar los otros sobre ellos. Eso hace pensar que, indudablemente, y una vez más como en el mito de Sísifo, tendremos que arrastrar la piedra y volver a construir sobre las cenizas.
-Estamos nuevamente en esa misma instancia, la de volver a poner piedra sobre piedra; tal vez sea momento para que la sociedad -ya que no lo hará el estado nacional- reconstruya el lazo cultural.
-El espacio de la resistencia, para nosotros, es la vida cultural, en la cual, afortunadamente tenemos bases sólidas. Este proyecto que hoy domina la Argentina, como sucedió otras veces, no tiene algo que ofrecer, no tiene industria de sustitución. Vos me dirás que no les interesa; efectivamente. Y como no les interesa, no lo tienen. Pero supongamos que les interesara; tendrían entonces que bajar una línea desde la conducción política, en donde se apoyara, por decir algo, el rock and roll. Pero eso no existe, hay un vacío muy grande, y con la voluntad de terminar vaciando más. Nosotros tenemos que oponernos, porque tenemos mucha sustancia, mucha materia gris y mucha materia sensible, no solo entre los artistas y los creadores, sino también entre los públicos. Los públicos y la gente de la Argentina son un campo fértil, si es que uno se dedica a cultivarlo. Lo que no podemos dejar es que esto quede librado a la voluntad del mercado.