“¿Quiénes estuvieron desde el principio?”, preguntó Joaquín Levinton en la noche del viernes. Al ver que medio Teatro Coliseo levantó la mano, el frontman de Turf, a manera de broma, espetó: “Ustedes deben tener 60 años”. Si bien exageró, esos fans, al igual que los integrantes del grupo, hoy son cincuentones. Hace 27 años, cuando recién empezaban a explayar toda su energía, la banda lanzó su álbum debut. 1997 dio cuenta del ocaso de los 90 en la Argentina. Al mismo tiempo que llegaba la banda ancha, el Diego se despedía como jugador profesional y Gustavo Cerati inmortalizaba el “Gracias totales”, en el último recital de Soda Stereo. Fue el año en el que asesinaron a José Luis Cabezas, el del gatillo fácil y donde la calle comenzó a caldearse por la situación económica del país.
En medio de todo ese quilombo apareció Una pila de vida. El grupo venía de coronarse como “Artista revelación” en las encuestas de las publicaciones especializadas en música. Lo que se amplificó cuando Charly García, en el pináculo del “Say No More”, decidió apadrinar al entonces cuarteto. Al punto de que participó en calidad de invitado en uno de los temas del disco, “Despiole generacional”. Un par de años antes, Levinton y el guitarrista Leandro Lopatín habían juntado fuerzas en el armado de una banda de covers que hacía hincapié en canciones del ex Sui Generis y de Los Ratones Paranoicos. Aunque el repertorio que dio vida a ese primer disco se terminó inclinando más por el legado de Juanse & Cía. De hecho, Turf se tornó en una suerte de eslabón local entre los Stones y el britpop.
La salida de Turfshow, devenido en 2002 en la banda de sonido de la esperanza luego de un fin de año para el olvido, opacó a esas canciones seminales. Al menos habían servido para sentar las bases de la estética sonora de la banda. Y es que Turf nunca se alejó de ahí. Incluso, cuando se reunieron, tras una pausa de unos ocho años, siguieron aferrados a esa impronta. Sin embargo, por más que los músicos incluían temas como “Casanova” o “Panorama” en sus shows en vivo, su debut quedó cada vez más desdibujado. Tanto que para una o quizá dos generaciones de público ese material pertenece a una “galaxia muy lejana”, parafraseando a la intro de Star Wars. Fueron los seguidores del primer minuto los que lograron que Una pila de vida no quedara en el olvido, al colgarlo (para descarga o en YouTube) en internet.
Como si se tratara de un déjà vu, Levinton fue abordado hace seis meses por Crónica TV, el mismo canal al que le dedicó una canción titulada de forma homónima en Una pila de vida, para preguntarle a quién votaría en las inminentes elecciones presidenciales. No dudó en decir que lo haría por Sergio Massa. Entonces una señora pro libertaria lo increpó. Lo que sucedió luego quedó para la posteridad. Ese día, en el zócalo, lo llamaron “Crack de la vida”. Pero él ya era el “Joaquín de la gente”. Siempre lo fue. Y su paso por MasterChef lo acercó todavía más. Mientras cocinaba ahí, en el estudio de grabación, junto a sus compañeros de banda, preparaba un nuevo disco y maceraba una idea: relanzar en las plataformas digitales de música el disco de Turf con el que comenzó este viaje.
Esto último terminó sucediendo en abril. Aparte de remasterizarlo, la reedición del disco, que originalmente fue publicado en casete y CD, contiene los demos de los temas “Viene llegando” y “Tarjeta postal”. Incluye además una canción inédita: “Día especial”. La banda anunció que volvería a estrenarlo en vivo, direccionado esa decisión a una progenie ajena a esa época. Lo que, por más que parezca una paradoja, era toda una novedad. El anuncio se transformó en sold out, y la previa, en el hall del Teatro Coliseo, tuvo sabor a festejo. A tal instancia que la producción del show regaló cervezas a todos los que fueron entrando. A las 21.30 irrumpió el ahora quinteto por el escenario, con la pila que ilustra a la tapa latiendo en la pantalla ubicada por encima de los músicos.
Tal como se prevé en las revisitas de discos, Turf respetó el orden del track list. Arrancó arriba con el presuroso “La recta final”, mezcla de swing e indie. Pero el público salió eyectado de sus asientos con el britpop “Panorama”. Aunque la cosa se puso rockera en “Tarjeta postal”. Luego dar la bienvenida, Levinton caviló: “No se entiende por qué este tema fue nuestro primer éxito. Cuando en el sello nos preguntaron cuál era el estribillo, les respondimos: ‘pa pará parara papa’”. Se refería a los caños de “Casanova”, que tuvo como invitado en los teclados al productor del álbum, el Cadillac Mario Siperman. A diferencia de esos años, en los que ponía énfasis en el pasaje: “Nada es mejor que llegar a mi casa al salir el sol”, porque así vivía la vida, esta vez el cantante bajó un cambio ante ese entusiasmo al interpretar esa parte.
Esa elección refleja la madurez de Levinton, que prefirió depositar su energía en otras cosas. Como en su performance. Por eso no es fortuito que hoy sea considerado uno de los mejores frontman del rock argentino. Ataviado con un traje satinado al estilo de Sandro, el cantante, durante las dos horas de show, trepó por los costados de las paredes, arengó a las tres bandejas del teatro e hizo el “duck walk” de Chuck Berry. Y cuando bajaba al público decía: “Tengo que volver a mi lugar de trabajo”. Todo esto apoyado por una banda afilada, cuya celebración de su disco debut los encontró en un gran momento. Si “Despiole generacional” mantuvo su loa a “Hablando a tu corazón”, clásico de García y Aznar, “Intermezzo Bristol” tributó en las pantallas a David Bowie. En tanto que “Crónica te ve” tuvo ese dejo funk de “Miss You”, de los Stones.
La bola de espejos que pendía del techo paró de girar, pero no la vena Stone. Lo que evidenció “Viene llegando”. A continuación, hicieron el himno generacional “Juventurf”, y mantuvieron ese espíritu vaudeville en “Viajando en jet (set)”. En medio de la entrada y salida de la terna de caños, consumaron “Beatle-Thonne”. Y estrenaron el inédito britpop “Día especial”, que tuvo como antesala una presentación en la que el vocalista afirmó que ese día era de los más especiales en la carrera de Turf. Así la banda despedía la primera parte del show. A manera de link entre ese pasado y su presente, el grupo regresó para consumar su actuación con una artillería de hits en la que destacaron “Loco un poco”, “Magia blanca”, “Todo por nada” y “Pasos al costado”. Glorificando así una historia sobre una pila con potencia infinita.