¿Qué tan repulsivo o empático puede ser un personaje? Eso es lo que alguien podría preguntarse después de ver De la mejor manera, obra escrita, interpretada y dirigida por Federico Liss y David Rubinstein, quienes comparten autoría y dirección con Jorge Eiro. La obra no fue montada en un teatro sino en un bar del barrio de Chacarita (justo frente al cementerio) y se trata de un acontecimiento que se aleja del hecho teatral instituido y expande sus límites más allá de las convenciones. Antes recorrió otros espacios como el bar de billares Santa Paula (Vicente López), El Banderín (El Abasto) o Espacio Sísmico (Villa Crespo).
Al inicio, el impacto. Una camioneta marcha a toda velocidad por la avenida Jorge Newbery, frena de golpe en la esquina de Rodney y, después de algunos portazos, los ocupantes bajan del vehículo y se ponen a discutir a los gritos en la vereda. El público oye la pelea desde el interior del bar –desde las mesitas y el pequeño escenario donde suelen tocar bandas– y observa todo con la misma sorpresa que demuestran los transeúntes ocasionales que chusmean la escena al pasar, sin saber que ese caos corresponde a una ficción.
En La trastienda de la escritura Liliana Heker cuenta una breve anécdota: durante un viaje en colectivo escucha el diálogo que un hombre y una mujer mantienen en el asiento de atrás. Oye fragmentos en medio del ruido. No sabe absolutamente nada sobre ellos y no ve sus caras, pero aún así puede conjeturar un vínculo, cierto clima emocional, una historia preexistente a partir de las palabras que usan, las interrupciones, los cambios de tono, los silencios. Esa capacidad de sugestión es lo que, según la escritora, vuelve a los diálogos tan poderosos. “Lo dicho a medias, lo no dicho, las reiteraciones, los tics, una contradicción, un error en la escucha, la interrupción abrupta o el súbito viraje de lo que se está diciendo: todo es elocuente”, sostiene.
Ese párrafo es interesante para pensar lo que ocurre en esta obra. Cuando Miguel (Liss) y Laureano (Rubinstein) llegan a la puerta del bar poco sabemos sobre ellos, apenas sus nombres. El resto de la información se repondrá a cuentagotas a través de ese diálogo exasperado. Sabremos que son hermanos, que viven en un pueblo donde todos se conocen, que acaban de retirarse del funeral de su padre y que deben regresar para llevar comida y bebida, entre otros datos que conviene no anticipar. En ese contexto, los elementos que enumera Heker adquieren una importancia fundamental: qué dicen, qué omiten, qué repiten (las reiteraciones juegan con la tolerancia de quien oye), cuáles son sus tics, sus contradicciones, qué tipo de interferencias aparecen en la comunicación.
En ese sentido, De la mejor manera es una experiencia de climas y estados emocionales que desde su forma propone algo poco esperable en una obra tradicional. El espectador se sumerge junto a los personajes en las profundidades de su vínculo y explora las grietas de una masculinidad decadente frente al vacío que dejó la figura del patriarca. Laureano y Miguel indagan esa realidad con las pocas herramientas que tienen. ¿Qué supone ser hermano, hijo, padre? ¿Cómo transitar un duelo? ¿Cómo expresar aquello que no se puede nombrar? Liss y Rubinstein trabajan un registro exaltado y un tanto corrido (los personajes demandan esas intensidades): se valen de un lenguaje tosco, gestos ampulosos, una corporalidad revulsiva, ciertos tics que subrayan el tono.
Miguel y Laureano repelen pero también generan empatía porque son criaturas desamparadas que experimentan la orfandad en ese bar de mala muerte que es algo así como una herencia maldita. El espacio está bien utilizado porque genera cierta asfixia y está en sintonía con lo que construyen desde la actuación. En esa nocturnidad, el cementerio y el mundo gitano configuran un universo que no está aludido discursivamente pero sirvió como disparador para los creadores y, de algún modo, alimenta el relato. Un maestro en el arte de sugerir a través del diálogo fue, sin dudas, Hemingway. En su magistral cuento “Los asesinos”, por ejemplo, los protagonistas se reúnen en un bar y, sin alusiones directas, revelan toda su violencia. Lo mismo ocurre aquí: la tensión crece hasta alcanzar niveles insospechados. Los cruces entre los hermanos, la interacción con un interlocutor fuera de campo y un par de llamados bastan para exponer lo que late debajo de los parlamentos, el peso de un pasado compartido que cargan sobre sus espaldas. Tal como sostiene Heker, la historia no está narrada por los hablantes sino que aletea, intensa y ambigua, detrás de las palabras y –en este caso– de los cuerpos.
De la mejor manera: 8
Autoría y dirección: Jorge Eiro, Federico Liss, David Rubisntein
Actúan: Federico Liss, David Rubinstein
Vestuario: Manuela Sánchez
Iluminación: Ricardo Sica
Producción: Zoilo Garcés
Funciones: martes a las 20, sábados y domingos a las 19.30 en Rodney Bar (Rodney 400). Localidades por Alternativa Teatral.