El aumento de las espiritualidades “new age” se convierte en protagonista de las redes sociales. ¿Es casualidad que más creencias e ideologías hayan virado hacia el individualismo colectivo?
Según una encuesta de investigadores del Conicet, el 71,6 por ciento de las personas que no adscribe a ninguna religión cree en la energía; el 55,2, en la suerte; el 36,8, en los ovnis; el 34,1, en la vida después de la muerte; el 33,8, en la astrología y el 33, en Jesús. ¿Hay una tendencia a la creencia en “lo personal” y no en una institución colectiva? ¿Por qué estamos presenciando el auge del coaching, la astrología, las nuevas derechas y las teorías alternativas a la ciencia?
Nicolas Viotti, doctor en antropología social y profesor de la Unsam, ahonda en el panorama creyente y social: “hay un fenómeno macro en el mundo que tiene que ver con lo que sucedió luego de la década del sesenta: la contracultura de los movimientos de género, raciales y la crisis con las iglesias más convencionales. Allí emerge eso que se llama ‘espiritualidad’, creer sin pertenecer, creer en el universo, en un Dios que es propio. Partió con los Beatles asistiendo a los gurúes y terminó pasando a una Iglesia del Espíritu Santo donde te emocionas y no importa mucho la bajada del cura sino la cura en sí misma. Hubo un auge de las nuevas espiritualidades a partir de la década de los noventa”.
Sin embargo, para el antropólogo los años no son solo un producto del proceso político neoliberal: “hay una hipótesis que plantea que ahora que hay crisis la gente cree más. Eso sería una explicación funcionalista, y la creencia no funciona en base a la necesidad, funciona porque es una lógica propia. La creencia es como el lenguaje; no puede haber no lenguaje. No podes ir en contra del lenguaje; en todo caso algún lenguaje hablás. Quizás la pregunta es por qué antes la gente creía más en la ciencia y ahora cree que se cura tomando un té de propóleo”.
Viotti reconoce la crisis del modelo científico y el ateísmo que en su momento se representaba bajo el famoso Dios ha muerto: “hay más pluralidad de regímenes de verdad, tiene que ver con las redes sociales, la crisis de las jerarquías, de la autoridad del saber científico. Como los terraplanistas, que ‘construyen’ sus propias teorías y viven bajo la lógica de que existe un complot para hacernos creer que la Tierra es redonda. Y eso es un rasgo actual, como las teorías del complot post covid-19”.
La pregunta vuelve sobre el huevo o la gallina, si las nuevas derechas introdujeron una visión espiritual más individualista o ésta sembró el caldo de cultivo para nuevas ideologías. Para Viotti, “hay una idea de autonomía, del saber construido por vos mismo. Estamos ante un modo de producción de subjetividad, y es mucho más capilar que la coyuntura, el análisis político o el cambio de la fé. Hay muchas interpretaciones políticas- que son válidas- pero hay algo que ocurre en el fondo, los procesos de subjetivación profundamente autonomistas de buena parte de la población y sobre todo de la gente más joven. Son procesos menos auto-evidentes y para analizarlos tenés que ponerte en un lugar antropológico, salir del análisis actual e ir en todo caso a cómo los partidos y diferentes movimientos dialogan con esas condiciones culturales de enunciación”.
Aquí es donde Viotti respira porque entiende que llegó a un punto. Y que cuando se llega a una idea, hay veces donde la escuchamos dos veces.
La figura de Mía Astral puede ilustrar esta tendencia. Devenida en una nueva gurú del siglo XXI, la influencer cuenta con más de dos millones de seguidores en redes sociales y un llamativo apoyo femenino. Astrología, yoga y meditación aparecen como la clave de su popularidad. María, su nombre original, le habla a muchísimas mujeres del “trabajo” sobre una misma. Algo así como ser nuestras propias emprendedoras espirituales. Lejos de considerarlo un derivado del neoliberalismo, para Viotti forma parte de un “espíritu de la época, donde rige el individualismo y la autonomía anti jerárquica”.
Ahora quizás la cuestión sea quién gana la pulseada y se adueña de este nuevo paradigma. “Milei supo entender el lenguaje actual, la espiritualidad es un tipo de religión de la autonomía. Entonces no es casual que él crea en el espiritismo, que la hermana sea tarotista. El lenguaje de época en cierto modo precede a la coyuntura. Esto significa; más que el lenguaje adaptándose a Milei, son las diferentes ideologías tratando de apropiarse de estos nuevos lenguajes”.
Una diputada cosplayer y jóvenes twiteros fueron incorporaciones por parte de los libertarios. “La libertad Avanza de algún modo supo agregar ese lenguaje de las redes y los videojuegos. Y eso capta algo que es nuevo. Yo te diría que con la espiritualidad pasó algo parecido, captó un lenguaje emergente”.
En líneas lacanianas, pareciera ser que el lenguaje nos rige más de lo que imaginamos. En un código de autonomía, conviven las variantes conservadoras del coaching empresarial con los nuevos movimientos feministas ecologistas que reivindican la energía femenina.
Al parecer estamos ante fenómenos que se relacionan y se retroalimentan; generando más dificultad para interpretarlos. ¿Quién se apodera de los nuevos lenguajes? ¿Las creencias son sólo fé o forman parte de un pensamiento de la época? ¿Somos rehenes o cómplices de nuestro tiempo?