Historietas reunidas de Jorge Varlotta no es un título que llame mucho la atención si no se sabe que Jorge Varlotta es, en realidad, Mario Levrero. O Levrero era Varlotta y ambos eran, en buen conjunto, un señor uruguayo, famoso por su obra literaria y que figuraba en los registros oficiales de la República Oriental como Jorge Mario Varlotta Levrero. Por ese último apellido se lo conocía. Levrero falleció en 2004 y ahora, a veinte años de su partida, Criatura Editora publicó este volumen que en cierto modo viene a completar su obra narrativa. No porque su faceta como guionista y dibujante de historietas no fuese conocida (publicó no sólo en Uruguay, sino también en la Argentina), sino porque no estaba bien recopilada. Este libro ahora funciona como complemento o como contraste, y de ese modo estas historietas profundizan el espesor de una de las obras más importantes de la narrativa uruguaya del último siglo.

Levrero hizo de todo. Hasta publicó un Manual de Parapsicología, pero destacó sobre todo en cuentos y novelas, en los que buscaba “hipnotizar” a su lector. En la historieta, en cambio, el alma de lo que proponía era bien lúdico. Podía fallar, pero no quedarse quieto.

Este trabajo comiquero que Varlotta Levrero llevò en paralelo a su obra literaria fue las más de las veces como autor integral, aunque también publicó algunos en colaboración, particularmente con Lizán, que aporta uno de los dos prólogos al libro, el otro es de Leo Masliah.

Una de las cosas interesantes de la obra de Varlotta Levrero es que es transparente. Es muy de su época, y sus trazos concentran las influencias y lecturas del momento. Como si fuera un médium de sus colegas, Varlotta recibía cual esponja lo que leía, lo que sentían sus coterráneos y lo ponía en el papel. Pareciera nomás que no terminó de pulirse en el lenguaje, porque por lo demás, las buenas ideas, el ritmo narrativo, el tener algo para decir, están ahí.

Por ejemplo, cuando en 1967 hace De los elefantes y sus aconteceres, es fácil intuir la influencia de una década que había dejado por entonces una revista como Tía Vicenta. La tradicional revista de Landrú había cerrado un año antes, pero en esa época la cultura argentina pesaba también sobre Hispanoamérica y resulta natural ver en los trazos de Varlotta y su sutil delirio los rasgos de esa otra publicación y, en cierto modo, otros rasgos epocales.

Incluso cuando Varlotta abandona el dibujo para poder dedicarse más plenamente a la literatura, o se pone a hacer traducciones, y suma a su coterráneo Lizán para seguir haciendo viñetas, juntos llegan a otros estilos gráficos que irán cambiando con el curso de los años, las propuestas y la sumatoria de influencias (aunque siempre con similar timming, pues en eso la elección del dibujante coincidía con su propio estilo). Por ejemplo, algunas colaboraciones iniciales recuerdan mucho a otros autores que seguramente Levrero leyó y trató: Copi y su famosa “Mujer sentada”, o Viuti (que había bebido de la misma fuente que el anterior). Ese estilo se sigue desarrollando, suma elementos y gana en claridad y síntesis y algo más adelante en el tiempo, mientras en la Argentina volvían los aires democráticos durante 1983, la dupla publica en las revistas Humo(r) y Fierro “Los profesionales”, que recuerda a Spy vs. Spy y a algunas cosas de la revista norteamericana Mad.

En el tomo publicado por Criatura Editora hay también otras vertientes gráficas de Varlotta Levrero. Hay instancias de dibujo más libre (“La nueva lógica”, de 1973), o “Las aventuras del ingeniero Strudel”, que jugaba notoriamente con la palabra escrita, en un gesto burlón propio de una época en la que la historieta también se miraba a sí misma y se preguntaba hasta qué punto podía romper con sus convenciones (al mismo tiempo, es inevitable preguntarse cuánto de los “grafismos” de León Ferrari no influyeron en su hechura).

Aunque la obra de Levrero será justamente recordada como literaria, Historietas reunidas de Jorge Varlotta pone en valor y recupera una faceta narrativa muy importante del autor uruguayo que, leída ahora de un tirón, puede resultar sumamente enriquecedora para sus seguidores.