De entre las rupturas de mediados del siglo XX en la Argentina, el informalismo, fue una breve pero fructífera tendencia que llegó para descolgar cuadros, rasgar sus telas, arrojar esculturas de los pedestales, ensalzar el betún y la basura, como modo de pensar el destino del arte, del hombre y las cosas que lo rodean. Antiacadémicos por definición, el informalismo argentino culminó en 1961, con la pionera exposición Arte destructivo, un paroxismo de los materiales no artísticos, que proponía la destrucción como modo de creación. (Idearon la ambientación Kenneth Kemble, Jorge López Anaya, Jorge Roiger, Antonio Seguí, Silvia Torras, Enrique Barilari y Luis Alberto Wells).
Entre 1958 y 1959 se sucedieron vertiginosamente las exposiciones de los distintos grupos, en relación directa con el informalismo europeo que, con distintas denominaciones, había comenzado una década antes. La nueva estética circulaba en las galerías, en los premios como Ver y Estimar, en los salones Peuser y de la Asociación de Arte Nuevo. Pero en 1959, se realizó en la galería Van Riel de la calle Florida, la primera exposición del informalismo como movimiento. Estaba representado por: Enrique Barilari, Alberto Greco, Kenneth Kemble, Olga López, Fernando Maza, Towas, Luis Wells y Mario Pucciarelli. Este último, uno de los teóricos de la tendencia señalaba en 1963: “El mundo real es, en mi caso, un punto de partida, y negándolo o afirmándolo me propongo un profundo análisis del lenguaje y una reducción de la pintura a los valores de la pura percepción” (Premio Internacional de Pintura Instituto Torcuato Di Tella 1963, catálogo, Buenos Aires, pág. 34).
Seguramente, llamaba “mundo real” a todos los pequeños objetos, texturas y materiales con los que daba vida a sus obras. Esos fragmentos de lo cotidiano, descartados o simplemente a la mano, que se incorporaban a las telas, amasados por alquitranes, pegamentos y óleo.
Buscando la emergencia de lo efímero, la materia como la expresión del cuerpo y las emociones, muchas de sus pinturas referían a la acción y el “aquí y ahora” de la filosofía existencialista.
“Nadie puede afirmar en qué medida lo informal escapó al nivel de lógica o se situó en regiones inéditas de la irracionalidad, al punto de negar la realidad circundante”, sostenía Pucciarelli en el catálogo antes citado, evaluando el impacto del movimiento en las tendencias de la época.
Así, el monocromo, una tipología ampliamente explorada por los informalistas y sus sucesores, nació de ese “análisis del lenguaje” que, contemporáneamente daba nacimiento a otra poética, la del arte conceptual.
Fue sin dudas una época agitada. Temas como la representación y los límites de la pintura, están en ciernes en las propuestas del informalismo.
Para mediado de los 60, viviendo en Roma, Pucciarelli había incorporado el color y la geometría a sus telas. Integradas y a la vez disruptivas, unas bandas de color codifican la paleta que utilizó en cada obra. El ojo tal vez no vea todos esos matices cromáticos, muchos de ellos superpuestos apenas asoman…pero sabe que están, así lo enuncia ese dispositivo marginal, informativo, que se torna protagónico, al afirmar, una vez más la “realidad” del cuadro.
“¿Cómo podemos leer hoy esa pintura que se basa en la presencia muda de la materia?”, nos preguntamos en el texto que acompaña a la actual exposición de Pucciarelli en Van Riel. “Desde la perspectiva de la antropología del arte se piensa que toda materia se presenta al tiempo que representa. La materia tiene una “agencia”, una intención propia/social capaz de producir efectos físicos y mentales en las personas, en esto reside su poder. Materia e imagen, por indescifrable que parezcan llevan en sí lo que las motiva”.
Este feliz reencuentro con la obra de Pucciarelli en Buenos Aires que comenzó con un libro en 2005, una exposición el año pasado y ahora este homenaje, nos deja pensando sobre el destino del arte y los artistas en nuestro país. Redescubrirlo en la potencia de la pintura, una pintura que, no por rupturista deja de ser un tributo a ella misma. Parece contradictorio, y lo es. Una más de las contradicciones que guían las intenciones artísticas y sus azarosas manifestaciones físicas.
Mario Pucciarelli (Buenos Aires, 1928- Roma, 2014) vivió en Europa entre 1955 y 1956. De regreso a la Argentina inauguró junto a destacados colegas el movimiento informalista. En 1960 ganó el Premio Nacional de Pintura del Instituto Di Tella, que lo llevó a residir y exponer en Roma. No regresó a la Argentina. No obstante, su presencia estaba en las obras con las que siguió participando desde Europa. Fue un conspicuo actor de la versión vernácula del informalismo. La exposición en Van Riel se enmarca en los festejos de los 100 años de la fundación de la galería, una virtuosa excepción en nuestro medio.
* Historiadora del arte. Curadora de la exposición de Mario Pucciarelli, que sigue hasta el 28 de junio en la galería Van Riel, Juncal 790, de lunes a viernes, de 15 a 20.