La relación de la derecha con la historia transmuta. Hay un neoconservadurismo propone resituarlo en un borramiento general, y allí, ¡cómo olvidarlos animalitos que el macrismo imprimió en los billetes borrando con una decisión administrativa bajo el pensamiento “constructivo” de Marcos Peña que no dudó en cometer la paradoja de criticar el pensamiento crítico! Otra versión derechista va por el camino de reforzar un canon que en nuestro país repite las figuritas de la derecha nacional, reforzando el ostracismo o la lectura negativa de procesos políticos que encarnaron en personas, movimientos políticos, experiencias colectivas. De hecho, las lecturas que tratan de ubicar al “surgimiento” del movimientos LGBT+ en nuestro país como un efecto post Stonewall es, como mínimo, una ignorancia histórica. 

La creación de los primeros espacios de militancia de las diferencias sexo genéricas fue en nuestro país el resultado de un sedimentación del militantes de la izquierda y su relación con el movimiento de “homosexuales” perseguidos por el franquismo.

Maltrato y futuro

Hoy, en nuestro país, el libertarismo de Milei coincide con la última dictadura cívico militar: su proyecto cultural repone el canon conserva de la historia, reaviva el discurso familiarista (nada tiene que ver la idea de familia con el familiarismo), el individualismo, las versiones ultramontanas de la religiosidad (no solo cristiana) y la represión materia/simbólica del potencial emancipatorio de nuestros movimientos. Lejos estamos, por ahora, de volver atrás con legislación como matrimonio igualitario. No así con otras conquistas. Por esto en nuestro reforzar militancias hoy más que nunca se impone replantear y ampliar alianzas. Y este movimiento nos exige mirar la vista al pasado, no como ancla ni como gesto meramente celebratorio, sino revolver ese reservorio de saberes y prácticas que es la historia.

Hoy, mientras Trump calienta cañones para su vuelta (sabiendo que será “bueno” para un laburante del “cordón oxidado” de los EEUU pero una catástrofe para otros sectores sociales a los que se los opone artificialmente como enemigos); Israel asesina a mansalva a palestinos de un modo pornográfico; Europa de manera patética duda entre la remilitarización y el avance de cavernícolas como Vox o Amanecer Dorado, la sociedad Argentina sigue dando un consenso terrible a un meme esquizo y destructivo como es la actual administración del Poder Ejecutivo y sus esbirrxs en el Legislativo. El Evangelio Apócrifo de María (lo de “apócrifo” es también el resultado de las operaciones conservas) habla del “mal”, y dice que este no existe en sí, sino que la maldad es una propiedad de sujetos y, por lo tanto, de colectivos. En la Argentina de hoy el maltrato es regla, no excepción.

Reponer y emancipar

Durante todos estos años, como movimiento hemos tenido logros y fracasos. Leyes, políticas públicas, fortalecimiento organizacional y articulación con movimientos sociales y partidos políticos cuentan en el haber del movimiento LGBT+ argentino. Pero también hay un “debe”, “carencias”, “ausencias”, “chingadas” que debemos releer. Y entre estas llama la atención los silenciamientos que produjimos sobre nuestra historia y que responden a varios motivos: el culto a lxs militantes que consagró la “academia” o los grupos políticos partidarios abyectando a figuras como Claudia Pía Baudracco, la arrogancia de la militancia que cree comenzar desde un punto cero sin atender las alegrías, los llantos y la garra que marco las rutas sobre las que andamos.

Entre estos “olvidos” está el que este viernes se va a reparar y que esperamos sea parte de otras iniciativas de recomponer para avanzar: el reconocimiento al periodista Herman Schiller, ex Director de la publicación “Nueva Presencia”, semanario que enfrentó no solo a la última dictadura, sino también a la política belicisita y racista de los distintos gobiernos de Israel. Es hartante tener que volver a decir que Clarín, La Nación, La Prensa y tanto otros medios fueron “participes necesarios” del genocidio, como también es angustiante que millones de argentinxs sigan todavía hoy informándose y dando valor de verdad a lo que desde esas cloacas informacionales producen como noticias. Herman Schiller hizo realidad en “Nueva Presencia” y sus notas lo que Rodolfo Walsh nos iluminó al decir que “la verdad se milita”. La verdad se milita porque vivimos en geografías de bombardeo informativo (hoy en topografías digitales) y en la comodidad de querer evitar la realidad o de creer que militamos con el hobby del posteo en alguna red, todo lo cual nos hace cómplices.

Herman hizo de la coherencia una práctica, no un principio abstracto que siempre se vuelven maleables. Su coherencia fue la de siempre estar en la vereda del frente de quienes oprimen, denigran y matan sin importar el ropaje que se pongan y señalando las incongruencias de que no se puede borrar con el codo lo que se escribió con la mano. Por ejemplo, nunca voy a entender cómo se reconoció en un Marcha del Orgullo a un “periodista” como Osvaldo Bazán, que quizá coincidamos en quehaceres sexuales, pero que en su práctica “periodística” no le tembló la mano ser uno de los creadores de esta monstruosidad que hoy no gobierna, nos cruza, nos formatea como sociedad y que también nos mata de hambre o falta de medicamentos.

Desde la vieja redacción de la calle Castelli (buen nombre para una sede), Herman abrió la puertas al movimiento LGBT+ no solo a las páginas de un medio del comunicación, sino también del MJDH (Movimiento Judío por los Derechos Humanos) que se enfrentó no solo a los milicos y civiles cómplices, sino también a las instituciones como DAIA, AMIA y HACOAJ que no temieron en ser cómplices con su silencio de matanzas de ayer y de hoy. La bandera del MJDH como la del Movimiento Ecuménico por los DDHH, aunque con más reparos, fueron siempre referencia cálida para una época donde era imposible imaginar la marea de fiesta y protesta que son hoy las marchas del orgullo. 

¿Saben les pibes lo que era marchar en aquellos años cuando no solo había edictos policiales sino también el desprecio eran literales, directos y con pocxs amigxs que salieran a bancar? A veces parece que no.

Herman Schiller fue siempre un amigo y un compañero de nuestras luchas y de nuestras vidas. Jamás bajó la bandera de la justicia que no tiene un solo color, sino muchos, el de todas las luchas encarnadas en el antiimperialismo, el antirracismo, la defensa de los pueblos indígenas, las mujeres, los pueblos de tercer mundo, la clase obrera y el pueblo.

Que la FALGBT haya decidido entregar el reconocimiento Orgullo Ciudadano a Herman ojalá sea el comienzo de reconstruir lo mejor de nuestra historia que hoy necesita lo mejor de nosotrxs en contra un enemigo que no es solo un meme, sino el rostro de una red oscura en la que entran Blackrock e idiotas útiles, como en un cambalache nefasto del siglo XXI.