Rosario, 28 de abril de 2024.

Achises:

¿Cómo están? Escribo este mensaje para agradecerles su apoyo a mi texto publicado el viernes pasado en Rosario/12. Un fin de semana atrás, le contaba a Lu, Vero, Sole y Sofi que estoy en un proceso intenso conmigo misma; una especie de crisis de los 40 a los 38. En el segundo acto de mi vida quiero asegurarme de perseguir mis deseos. Hoy lo único que realmente deseo es crear. Crear libros, textos, obras, dibujos, cosas. Y también vestirme de manera experimental (este es un capricho que ustedes conocen bien). Eso no quita que haya momentos en que fantasee con maternar, con tener un hijo o hija. Quizás sea para seguir perteneciendo a este grupo que arrancó allá por 1990 y que en los 2000 pasó a llamarse “Achís”. Quizás sea porque parir es el acto creativo por excelencia. El acto creativo más literal de todos, eso es. ¿Me sucederá? ¿Qué piensan? Por ahí, tenga que darlo vuelta, quizás no me esté dando cuenta y sean ustedes las que en este momento me miran a mí y se preguntan si alguna vez les sucederá esto. Quizás hoy ustedes afirmen que crear literatura, que tener textos, es el acto creativo por excelencia.

Hace ya unos años empecé a pensar si los y las que vivimos solos y solas, si los y las que no tenemos una familia hoy, no somos demasiado inocentes al esperar un giro en nuestras vidas. Siento que, un poco, la sociedad nos desea eso todo el tiempo y un poco, una se confunde y sigue ese deseo colectivo como algo propio. Una termina diciendo: sí, algún día voy a conocer a alguien y voy a quererlo tanto como para querer crear una obra viva: un hijo o una hija. Y el telón se levantará y juntos actuaremos de padres. Mi papel tendrá muchos matices, haré de la mujer que puja en una sala de partos y luego enloqueceré para hacerle sentir a mi público lo puérpera que estoy. Hasta la mitad de la obra seremos una familia feliz, luego, con el nido vacío llegarán los tiempos de crisis. Divorcio anunciado. Fin de la vida de a dos. Pero nos quedará el hijo, la hija, la moraleja del haber cumplido con la vida.

Una vez un libro me enseñó que el secreto de la gente sabia es la que integra polos, que buscan los opuestos complementarios y los acercan para formar un gris. Aceptan la ambigüedad. Hago un intento por sentirme así y me pregunto: ¿qué pasa si ese giro no me sucede? ¿Qué pasa si “esta”, así como la ven, es mi vida? Digo, si esta vida que tengo hoy es la misma que voy a tener dentro de cuarenta años o más… Me preocupa quién va a acompañarme en el proceso que siempre termina bajo tierra. Ya sé que es un miedo estúpido porque claro, yo estaré muerta. Rápidamente, me contesto que hay alternativas, que si una no es madre, deberá tratar de ser buena tía o buena amiga o millonaria o tener una pareja mucho más jóven. Pensar creativamente me calma.

Ayer fui a la ginecologa a hacerme el PAP y rechacé otro intento de ella por congelar mis óvulos. Llevo años invicta. Meli 4 - Ginecóloga 0. Qué momento difícil ese en que te preguntan si estás pensando en ser mamá. Sé que a algunas de las achises les pegó mal. Lamento que hayan tenido que pasar por eso.

A veces quisiera confesarle a mi ginecóloga que aunque ella no lo crea, yo soy muy joven para tener hijos, que en algún lugar de mí todavía tengo quince. Seguramente esta sea la consecuencia de no haber hecho Fiesta. De no haber asumido públicamente mis quince años, de no haberlos materializado en puñado de bucles, en un book de fotos frente al laguito. De no haberlos vestido con un corset y una pollera merengue. Si no entraste con un tema de Shania Twain, te salteaste esa edad. A la sociedad le molesta la gente que no hace lo que la sociedad dice. La incomodidad genera rencor. La sociedad es rencorosa (vamos a admitirlo) y ahora cargo con mi karma, con una especie de maldición. La maldición de quiénes no quisieron fiesta de quince y ahora deberán sentirse demasiado jóvenes para ser adultas hasta la muerte. Fin.

Como verán una siempre está peleando con su propia cabeza, queriendo ser como imagina que el resto es, curioseando ante la manera de sentir o experimentar de los demás. Yo, a ustedes, siempre las imagino mejores que yo: más amigas, más fiesteras, más potentes, más maduras, más estéticas, más millonarias, más estables, más definidas, más tradicionales, más unidas, más realizadas, más maternales, más mujeres. El otro día Vero me preguntó por qué no compartía más en nuestro grupo de WhatsApp (¿Ven que, de alguna manera, seguimos teniendo quince?). Respondí que no me nacía hacerlo pero la verdad es que siento que no les interesa. Me siento tonta cuando lo que quiero compartir es lo mismo que sus hijos comparten con ustedes: un dibujo pintado a mano, una historia inventada, una taza artesanal hecha con cerámica. Pero, ahora viene un giro, escuchen. Escribiendo esto, me doy cuenta de que lo salió de mi el viernes pasado es genuino. ¡Chicas, encontré una parte de mi que sí me nace compartir! ¡Y eso es un montón! Me conmoví al ver el aguante de ustedes hacia mi hijito-texto y dije: “ahhhhhh, están”. Me cayó la ficha de acá que están. Entendí que pueden participar, que ustedes pueden ubicarse por acá y yo puedo pararme más allá, acomodarme un poco el pelo y dejar que la luz me ilumine la cara para que puedan ver cada uno de los gestos que encenderá mi rostro cuando les cuente cómo es maternar esta cosa rara que me toca.

Mi yo-hija creativa es hermosa, chicas. Si la vieran… Si la vieran dirían: ¡Guaaaau! Todavía es recién nacida, entonces la saco poco, más que nada la llevo a los talleres donde atienden sus pediatras creativos. Quiero que esté bien nutrida. Ya les va a tocar conocerla, seguramente será cuando me vean leer, cuando me vean abrirme, en vivo, frente a ustedes, como un cofrecito de anillo, para exponer lo que tengo adentro. 

Las dos partes del cofrecito armarán una especie de moisés sobre el que dormirá mi hija, mi yo-hija creativa, y ustedes la verán y automáticamente la querrán tanto como yo la quiero. Ese es el superpoder de los niños: dejarse querer. Se van a sentir tías. Van a tener otro tesorito en el que depositar su amor. Serán tías de esta cosa extraña que me habita como una perla hecha en otra dimensión. Y van a sonreír, cuando les confiese que todavía no tiene nombre, que hay días en que le veo cara de Lila,y hay otros en que me parece que tiene más cara de Coral. 

Y seguramente Flor, que es la más empática de nosotras, tenga piel de gallina cuando entienda que este momento es feliz, que es así como yo trasciendo, como me siento plena. Y terminada la lectura, volverán a la vida real, a la vida que habita sus casas. Sus hijos dibujarán y ustedes sonreirán pensando en esa perla. Dirán “qué loca”. Pero no sonarán preocupadas porque ustedes saben que hago terapia. Bueno, suficiente. No quiero irme por las ramas. Quiero volver a este mensaje. Quiero cerrar esta especie de carta con un “gracias Achises por estar”. Un “las adoro”, y un posdata “no me drogo”.