Hablar mal del amor genera rechazo y confusión en cualquier ámbito, incluso el interno ¿Qué pasa si se desnaturaliza el eje del amor romántico como vínculo estructurante de la vida? Mana Muscarsel Isla es psicóloga, artista trans-indisciplinaria, activista, y autora de La fiesta de las amigas un ensayo que propone leer al “amor” por fuera de su concepto de sentimiento totalizante y pasional sino como un dispositivo o un modelo emocional hegemónico, como una construcción y una expresión cultural de las emociones que jerarquiza la construcción de parejas por delante, no solo de los demás afectos, sino por sobre todas las esferas de la vida.

En un 2024 donde cada día que pasa se recrudece la coyuntura y la atmósfera se infecta de hostilidad desarmar los discursos del amor para reorganizar nuestros universos afectivos se vuelve una estrategia de supervivencia. No todes pueden acceder a las instituciones amorosas, no todes quieren, no todes tienen el privilegio de nacer amades. La comunidad queer o las existencias no normativas tienen que ver justo con esto, con la invención de otras formas vinculares, de hablar “un lenguaje no descifrable para la maquinaria binaria cisheterocapitalista amorosa y familiar”. En este sentido el desafío está en trazar y poner en valor la genealogía de afectos de una comunidad que siempre supo ser resistencia entrelazando sus fragilidades. Sin embargo hay un eje fundamental que debe ponerse en primer plano: las condiciones materiales de existencia

“Al dispositivo amoroso lo pienso como un dispositivo que se genera a partir de una matriz heterosexual, que se exporta y se expande hacia otros universos. Es cierto que al pasar tantos años como ‘marginales’ de lo social, hay algunos códigos amorosos que no hemos tenido y se nos permitió pensar otra cosa. Sin embargo a partir de que fuimos estando más asimiladas, también se asimiló más ese dispositivo amoroso heterosexual convencional y en ese sentido lo que digo es que las lesbianas no hablamos otro lenguaje tan diferente” cuenta Mana. “En la presentación del libro charlábamos sobre la cantidad de palabras que hay para nombrar integrantes de una familia (incluso para los vínculos que están atravesados por lo erotico hay un montón) y las pocas que hay para amigas. No se si es necesario empezar a pensar más formas de llamarles a las distintas amistades que nos atraviesan o que conforman nuestra constelación de afectos pero sí me parece que es un síntoma de lo degradada que está socialmente la amistad como para que no sea necesario nombrarla de una manera en especial. En esa degradación, como toda cosa que queda al margen, para mí hay una potencia”

¿Qué fue lo que te hizo animarte a cuestionar el amor de manera tan radical?

-Me interesa personal y políticamente pensar qué vida quiero vivir, cómo nos cuidamos y cómo construimos mundos donde la pareja no sea el centro. Una de las cosas que me disparó a escribir este libro después de preguntarme sobre el amor libre y la no monogamia es que me empecé a hartar un poco de que toda nuestra energia libidinal, creativa, terminara recayendo finalmente en tratar de construir algo que giraba en torno a la pareja y el amor romántico. Todo se termina reduciendo a con quien se tiene sexo y con quien no y después, en realidad, cómo está privilegiada tu pareja sobre los otros afectos no cambia nada. Me pasa que ya me canse de poner toda mi energía en tratar de tener una pareja diferente, o no monogámica o en cómo gestionar los celos porque al final no siento que eso cambie mucho el orden de las cosas a la hora de construir comunidad. Incluso por ejemplo en el poliamor si tenés dos novias, tenés que dedicar más tiempo para ver cómo hacés para dedicarle energía a dos vínculos. Es energía, cabeza, y también es una cuestión material porque después hay hechos concretos como hacer regalos, pensar a quién invitas a cenar, o de vacaciones y demás cosas que implican dinero que son re diferenciales en lo que se destina a las amigas y a la pareja. Es mental, energético, simbólico, material.

El hecho de que parte de nuestra supervivencia dependa de entrar en la institución matrimonial la convierte en una medida coercitiva. Si lo que se necesita es una ciudadanía deberíamos luchar por cambiar las políticas migratorias; si es una obra social, habría que trabajar en el acceso a la salud.


Entre tantos siglos de amor romántico, pero ante todo de propagación y publicidad del sistema reproductivo y la familia como estructura de la vida. ¿Cómo pensás que se puede ensayar una fuga posible?

-Sé que en este contexto parece imposible porque ni siquiera es que podemos hablar hoy de ausencia o presencia del Estado, sino de un Estado presente para el daño con este gobierno. Pero me parece urgente poder activar la imaginacion política para pensar políticas públicas a largo plazo donde haya un estado que reconozca las formas de vida que se escapan a las lógicas hetero. No se trata solo de reconocer y habilitar lo que ya sucede en los hechos, sino que promueva que otras cosas pasen. Por ejemplo, que no sea necesario tener que casarte para tener la obra social o las vacaciones con alguien porque también podemos casarnos con una amiga y hacer la perfo. Pero eso no nos resuelve, no resuelve nuestras formas de vida. Son otras y son mucho más múltiples que pensar en hacer todo de a dos y con una misma persona.

La amistad permite desgranar eso de que no todo lo tiene que cumplir una misma persona, la misma persona con la que te compras una casa, con la que te vas de vacaciones, la que decide qué hacer con tu cuerpo cuando te moris, o la que toma tus decisiones médicas cuando vos no lo podes hacer. En este contexto pensar qué le pedimos al Estado es algo que se vuelve medio ridículo porque la vara está muy baja pero eso no quiere decir que, si bien el presente es horrible, tengamos que dejar de pensar en cómo queremos vivir. El futuro es nuestro y no de nuestros hijos, sobre todo para las personas que no vamos a tener hijos y también merecemos un futuro. De eso también habla el libro, sobre cómo se piensa el tiempo de una manera muy heteroexual y de cómo el futuro además, se piensa a partir de la reproducción: qué cosas se esperan, a qué edad. Tiene que ver con hacer cosas productivas o de cuidado familiar heterosexual, las amigas están bien en la adolescencia, a los veintis pero a los 30 ya tienen que ocupar un lugar secundario, al lado o por debajo de la pareja en lo posible reproductiva.

¿La fiesta con amigas es un tiempo improductivo?

-Lo que me parece interesante es pensar en la fiesta como un espacio que crea, en el que pueden pasar muchas cosas que no están definidas, no hay un guión armado. Las fiestas han sido para nuestra comunidad donde se habilitan muchas cosas. Es algo que en términos capitalistas y productivos no sirve para nada, solo para divertirse. Me interesaba pensar la fiesta como un concepto, no sólo como un evento social. A veces estar de fiesta va a contrapelo de lo que puede un cuerpo. ‘La fiesta de las amigas’ es en múltiples sentidos, la fiesta que es tener amigas.

En el libro hago mucho hincapié en poder fantasear con modos de vida que excedan el ‘que no nos maten’ o en cómo llegar a fin de mes. Hablo de las ganas de bailar y del encuentro con otras. Hoy después de una pandemia de cuyos golpes aún tenemos moretón y de tener la cabeza cansada de sacar cuentas, de tener que ingeniarnosla para llegar a fin de mes, habiéndonos derretido y congelado en incontables marchas y asambleas, viendo como todo por lo que luchamos y conseguimos (¡y dimos por seguro!) parece derrumbarse como una fila de dominó empujada por un dedo, tras el horror de Pamela, Andrea, Roxana y Sofía, rodeadas por el fuego en la masacre de Barracas y por un silencio cómplice de los medios y de la sociedad heterosexual… Nos deja poca energía para la fiesta. Estamos muy cansadas, queremos tener ganas de bailar. 

Podemos en este punto sumar el chisme de que pensar en la casa propia con amigues es posible y que fuiste a por ello. ¿Cómo fue la experiencia?

-Con mi amiga Daf, “mi marida”, sacamos un crédito a 30 años para comprar una casa, la vamos a terminar de pagar a los 70 años e hicimos todo un evento. Pasa algo gracioso que es que tus padres y la gente en general te preguntan “¿vas a querer vivir toda tu vida con ella?”. La verdad no sé, no estoy pensando vivir toda la vida con ella como no estoy pensando vivir toda la vida con nadie, pero si es una persona con quien yo pienso que vamos a poder gestionar bien los devenires de nuestros deseos. Cuando no querramos convivir más o si decidimos venderla sé que además hay mucho cariño y confianza. Para hacerlo con una amiga tenés que tener una mega justificación como todas las cosas que se salen de la norma. Cuando lo haces con una pareja nadie te está diciendo si tiene buen trabajo, que si seguro que no te vas a pelear...

La fiesta de las amigas lanza una piedrita al lago de nuestras existencias y genera una lista infinita de preguntas que se expanden como las ondas concéntricas en la superficie. No ensaya respuestas, más bien las moldea una y otra vez como un collage superponiendo texturas, conceptos, calores. Entre las más filosas y concluyentes se pregunta: “¿Cómo nos oponemos al amor romántico a la vez que reconocemos la profundidad de sus raíces en nosotrxs? ¿Cómo sostenemos nuestro deseo de subvertir aquellos deseos, también nuestros, que despreciamos?”

“Meternos con nosotras mismas”, contesta Mana desde el título de uno de los capítulos. Propone disputar el propio deseo y ver qué pasa. “A veces nuestros deseos son una mierda” suma. Hay una invitación abierta y una potencia en pie en desencantarse del deseo. Una actitud afirmativa hacia los deseos, sobre todo en aquellas personas socializadas como mujeres fue fundamental en un marco de militancia feminista, quizás ahora la trampa y el desafío está en que no se obture el acceso al territorio que falta conquistar. “Si todas tenemos el mismo deseo, no somos nosotras las que lo estamos deseando. Lo que me parece urgente es seguir preguntándonos cómo nos ayudamos a vivir bien y a pelearnos con la idea de que nuestro horizonte sea la supervivencia” concluye la autora.