Cabeza, Juan Andrés Otano, 1946

.... "y dicen que no hay caso ya ¿será por su mejilla verde? y esto siempre se da". Spinetta

 

El miedo, el dolor, la desprotección, pueden pintarse en tonos cálidos.

Paleta pastel para el retrato de una mujer adulta, niña, joven, anciana. Criatura triste, enferma, con gesto de momia y labios cosidos. Las pústulas del cuello, por piedad del pintor, pueden ser confundidas con los encajes de la parte de arriba del vestido azul. Pero son úlceras, excrescencias fisiológicas y morales. El corazón en la garganta es un exvoto que la ahorca. Ojos corroídos por lo que les falta aún ver.

Cabeza, según lleva por título, de mitad del siglo veinte, de principios del cuatro y postrimerías del cuarenta y seis. Mujer peregrina atravesándole el tiempo a la historia. Resilientes tormentos, idos o por llegar, saltan, a modo de flamas, en torno a su figura. Fantasmas satélites de una raza condenada. Hambre, abyección, guerra por falta de agua.

 

 

Gentileza Paulina Scheitlin
Paisajes, de Ludmila Feodorovna (Fragmento).

 

Paisajes, Ludmila Feodorovna de Fioravanti, pintora rusa, s/f

 

"Sólo dorados cadáveres de las ramas/ se agitaban brutalmente y se tendían hacia los hombres:/ ¡Que no haya distancias, ni marcas

ustedes fueros nosotros, nosotros seremos ustedes!/

Velemir Jlébnikov

 

Pintura narrativa.

Un frío amable vibra sobre dos árboles de hojas caducas. Las ramas, a riesgo de parecer estructuras despojadas, crepitan para sí el potencial de tantas yemas. Por detrás de una de las dos casas con techos rojos a cuatro aguas, haciendo valer el verde profundo de su copa, asoma un árbol perenne.

Transparencia, opacidad, plenitud, carencia.

Transformación así en la tierra como en el cielo.

Lo diáfano se mete de lleno en la situación.

Es invierno. Está limpiando. Los colores, en la claridad, redefinen su comportamiento. La tormenta no es más que un desarticulado frente de esquirlas débiles.

 

 

Gentileza Paulina Scheitlin
Invierno, de César Francisco Carugo.

 

Invierno, César Francisco Carugo, 1938

Atardecer merodeado por la asfixia.

Espectros atrapados en la tierra, bajo la apariencia de árboles, desesperados por huir se ahorcan con sus propias ramas. Seguida por un perro, contra la pared, valiéndose de bastón, camina encorvada una sombra.

Tangible desdicha, al cielo apenas si se le ha cuarteado el óleo. La temperatura, de por sí muy baja, en poco tiempo descenderá aún más. En inactividad punzante una chimenea desconecta la presunción de remoto bienestar bajo esos techos. Dos casas, un tapial, un portón.

La miseria está dicha en la opresiva vibración de una paleta casi divina.

¿Cuánto gris soporta una imagen antes de que nuestros impulsos comiencen a cabalgar a pelo sobre el lomo de la lobreguez? ¿Divino/na es un término apropiado para semejante contexto? ¿Hay aviesa intención en el pintor al dedicar semejante pálida "Con afecto para mi dilecto amigo D. Luis León de los Santos"?

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Notas sobre tres cuadros expuestos en "La luz en la tormenta. Arte moderno entre dos guerras", muestra de obras de la colección del Museo de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, de la ciudad de Santa Fe, con curaduría de Guillermo Fantoni, hasta el 4 de diciembre, en el Museo Marc de la ciudad de Rosario, que cuenta con un amplio rango horario de atención al público, con la siempre latente posibilidad de que ese día juegue Ñuls y la institución deba cerrar por seguridad de los hinchas asistentes.