Habrá que hacer otra vez el necesario disclaimer: es solo una entrega de premios, una velada agradable y autocelebratoria en un rubro de la industria del espectáculo. Pero admitiendo eso y dentro de esa lógica siempre quedan cosas por apuntar. En todos estos años, los Gardel han afinado la puntería en algunas cosas, en otras siguen generando las mismas dudas. Resulta brutalmente paradójico que lleven el nombre del gran cantor de tangos, pero ese género no sea considerado "televisable" y los premios de su rubro se entreguen por la tarde. Resulta igualmente llamativo que la consagración de lo urbano lleve a un notorio ninguneo de lo rockero: El Mató, Divididos, Barro, fueron distinguidos fuera de cámara. Dos referentes fallecidos como Javier Martínez y Ricardo Iorio no merecieron más que la fugaz aparición en el "In Memoriam", la cumbia tuvo un extenso segmento de música en vivo. 

En fin, preferencias y, si se quiere, exigencias de rating en una transmisión continental a través de Star+, aunque eso choque con la pretendida expresión de la identidad de la industria argentina. Una industria que a veces refuerza la impresión de estar mordiéndose la cola: a nadie se le ocurre cuestionar los kilates pop de Miranda!, pero que se considere "Album del Año" y Oro a un disco que reversiona canciones de hasta veinte años de antigüedad hace pensar que algo está fallando en la preselección de obras. La nostalgia nunca pasa de moda.

Pero también está lo que ya no es responsabilidad de Capif sino de los artistas. No se pretende que una "gala" se convierta en tribuna sociopolítica, pero en la Argentina están sucediendo muchas cosas que afectan a la cultura en general y a la música en particular. En la noche del martes, solo dos artistas tomaron el toro por las astas, ambas mujeres. Al subir a recibir el premio por Mercedes Florecida, Araceli Matus recordó que "aunque saquen su imagen de la Rosada, Mercedes Sosa seguirá siendo cantada por todos". Y Lali Espósito demostró otra vez que el estatus de megaestrella pop no tiene por qué significar pura frivolidad, y que no la asusta el mundo troll. Ingresó escoltada por una corte de celebración LGBTI+, y dedicó un momento y varias reflexiones "a Pamela, Mercedes, Andrea y Sofía, víctimas del lesbicidio en Barracas".

El resto prefirió quedarse en el microclima festivo de una industria que parece pretenderse blindada a los vaivenes de un país en proceso de devastación. Quizá pueda atribuirse a la extrema juventud de algunos representantes (Milo J, un artista por demás interesante de la escena trap, llegó a decir "No sé qué mierda hago acá, no sé qué carajo decir"), o a la ausencia de referentes acostumbrados a otros discursos. Como sea, entre oropeles y palmeos en la espalda, lo del Movistar Arena se pareció demasiado a una noche en Narnia.