Leandro Santoro estaba conversando con Alejandro Fantino en el estudio de Neura, la señal de streaming que tiene al ex periodista deportivo como principal referente. “Dicen que nadie es fan de un grupo político gratis”, lanzó uno de los impulsores mediáticos del actual presidente Javier Milei.

Ambos coincidieron que el concepto encerraba algo “horrible”, pero el conductor continuó: “Jauretche fue presidente del Banco Provincia en la Provincia de Buenos Aires”. “Es un intelectual, boludo”, lo cortó en seco el dirigente porteño, que había reivindicado a uno de los fundadores de FORJA, la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, como parte de un radicalismo que, “al contrario de lo que mucha gente piensa”, históricamente había cimentado una buena relación con el peronismo.

“Eso no lo ilegitima pero cobró sueldos de la Provincia de Buenos Aires durante cuatro años”, siguió Fantino, mientas Santoro le advertía que lo que estaba intentando insinuar “está mal”. La charla siguió. El conductor dijo descreer “un poquitito del intelectual que cobra sueldo”. El diputado nacional dijo que además de pensar, los intelectuales también laburan. El anfitrión adujo que un intelectual que no cobra piensa con mayor libertad y el invitado afirmó que “para que la democracia funcione en serio necesitamos más intelectuales orgánicos que adscriban a los proyectos políticos para que no vengan improvisados”.

Fantino cerró esa parte de la entrevista, que pasó como pasan tantas cosas en medio de la velocidad de los tiempos que nos tocan en suerte, afirmando que no se necesitan más intelectuales. “La gente piensa por sí misma”, dijo y bajó línea: “dejemos de pensar que podemos pensar por los demás”.

“Los partidos políticos necesitan personas que piensen, que no sean improvisados, que puedan defender sus ideas y que puedan gestionar esas ideas, porque no se puede presuponer que la política se construye solamente con buena voluntad, con gente que se te acerca en el momento o con profesionales que fuiste a buscar de cualquier lugar”, sentenció Santoro, eligiendo salir de un debate que parecía morderse su propia cola.

Eso pasó hace unos tres meses, durante una entrevista que hasta ayer habían visto más de 153 mil personas. El sábado se cumplieron 50 años de la muerte del personaje en cuestión, Arturo Jauretche, que falleció un 25 de mayo. Casualmente, dicen algunos.

Había nacido en Lincoln, en el norte bonaerense y, efectivamente fue presidente del Banco Provincia durante el gobierno de Domingo Mercante. En una muy recomandable entrevista firmada por Aien Nesci y Andrés Miquel, que Buenos Aires/12 publicó el fin de semana pasado, Norberto Galasso, el único biógrafo del “Don Arturo”, destacó las principales características de su gestión, que se asemejan tanto a las actuales funciones que cumple el Bapro como se diferencian del modelo que hoy se impulsa desde las órbitas nacionales. Ni una cosa ni la otra debería resultar sorpresiva.

“El crédito al pequeño productor era fundamental”, explicaba el historiador en esa nota, en la que agrega que “eso es notable y se nota bastante en varias memorias que ha hecho el Banco Provincia con respecto a la política de Jauretche y la apertura al pequeño productor, que siempre había sido dejado de lado por los grandes estancieros”. 

Además, cuenta Galasso, Jauretche desarrolló el vínculo de la banca pública con los sectores populares, algo impulsado desde la doctrina económica de Miguel Miranda, titular del Banco Central durante la primera etapa del gobierno de Perón, que lo mantuvo a su lado como uno de sus principales asesores en la materia. De hecho, lo nombró como presidente del Consejo Económico Nacional, el cuerpo desde el cual se impulsó el Primer Plan Quinquenal argentino, que marcó el pulso del primer gobierno peronista.

A partir de hoy, en Spotify se podrá escuchar el registro oficial del show que Los Piojos brindaron en el Estadio de River Plate en el año 2009. El evento que volverá a poner la banda nacida en El Palomar en la agenda nacional de "novedades", se suma a una serie de acontecimientos que sirven para ilusionar a los seguidores de la banda con un regreso a los escenarios que desde hace rato está al orden del día en el listado de rumores que circulan por los pasillos de la música argentina.

Santoro y Andrés Ciro Martínez nacieron con ocho años de diferencia. El músico en 1968, el ex candidato a Jefe de Gobierno porteño en 1976. Militante desde los 13 años, Santoro tenía 24 cuando, junto "Tavo" Kupinski, "Micky" Rodríguez, Daniel "Piti" Fernández y Sebastián "Roger" Cardero, Martínez lanzó “Verde paisaje del infierno”, el disco en el que Los Piojos le cantan a Jauretche.

“Cuando leí por primera vez a Jauretche no lo podía creer. Me dije ‘este tipo la tiene clara’. Está diciendo algo que no lo enseñan en la escuela y que es la verdad”, reconoció el actual líder de Ciro y Los Persas años después en una entrevista con Lalo Mir en el mítico programa Encuentro en el Estudio, que emitía el hoy virtualmente vaciado Canal Encuentro.

Letrista de la banda desde el primer disco, Ciro encontró en ese autor el marco teórico para una obra que venía desarrollando desde finales de los ochenta. En un formato de trovador rockero que posiblemente Jauretche jamás pudo llegar a imaginar, Los Piojos le cantaban al suburbano de la crisis neoliberal desde sus comienzos y pintaban esa aldea que se levanta a los márgenes de las historias oficiales que “Don Arturo” siempre cuestionó.

Según cuenta el cantante, cuando empezó a leer a Jauretche las discusiones que luego empezaron a ganar terreno con la cabeza en donde los pies pisan, no existían. “Era la época menemista y yo sentí que las charlas con amigos, con vecinos o en las sobremesas con tipos más grandes siempre eran un bajón, con gente que se quería ir del país, que había perdido el trabajo y se ponía un kiosquito en medio de un montón de fábricas que cerraban. Entonces leí a Jauretche y me di cuenta de que todo estaba mal desde la base, porque el discurso está errado”, describía en aquella entrevista.

Faltó la grandeza de tener buena visión. Por tapados de visón y perfumes de París, quisieron de este país hacer la pequeña Europa, gaucho, indio y negro a quemarropa fueron borrados de aquí”, dice en una de sus estrofas la canción por la que cientos de miles de jóvenes se familiarizaron con las ideas de Jauretche a través de la pieza que, con la participación de Peteco Carabajal y Ricardo Mollo, irrumpía sobre el final de aquel disco.

“Cómo llegamos hasta acá y cómo salimos de esta”, se preguntaba aquel Ciro de poco más de 30 años que encontró una respuesta en la posibilidad de expandir las ideas de Jauretche.

Hace poco más de diez años, Jorge López Ruiz le contó a Cristian Vitale que un día, mientras despotricaba en televisión contra el gobierno de Onganía, Jauretche lo cruzó y le preguntó: “¿Por qué en lugar de gritar y putear en televisión no escribe eso que siente?” Esa especie de interpelación, y la charla en la que derivó, cuenta el compositor y contrabajista, fue el impulso para la obra “El grito”, un canto a la rebelión que se continuó con la también legendaria “Bronca Buenos Aires”.

Ni Santoro, ni Fantino llegaron a ver esas obras en el momento en que fueron estrenadas, en medio de la efervescencia política de la juventud que se formó con los textos de Don Arturo. A diferencia de ellos, Ciro ya había nacido pero era apenas un bebe cuando, como le sucedería a él tres décadas más tarde, la palabra jauretchena inspiró una respuesta a la pregunta sobre el “cómo salir de esta”.

La dictadura prohibió ambas obras, pero Jaureteche nunca se enteró.

Murió hace 50 años, a los 73 años.