Las imágenes parecen sugerir una huída, esa que ocurre en el terreno de lo imaginario cuando el cuerpo aguarda, pide o fantasea con la ausencia débil que da el sueño y ensaya algún modo de escapar del mundo, de dejarse ir en un sonido o en un detalle.
Al mismo tiempo, lo más cercano se convierte en el objeto sensible de una descripción. La acción que construye una imagen invoca a Alejandra Pizarnik y ese “barco que huyó de mí, llevándome". La emoción que acontece en torno a verbos y sustantivos permite que la escena se amplíe.
Lo que sucede es del orden de la vigilia o del insomnio pero también de una forma de ver iluminada por lo que falta. El libro En lugar de dormir (Concreto Editorial) integra algo primario, ancestral de la infancia (que no se parece a la evocación sino a una matriz de acción o movimiento que se repite y que entonces une temporalidades distintas), con el presente de la voz poética donde algo inenarrable se inserta en el cuerpo como promesa. Ese espacio donde la acción no concluye, donde la forma poética se permite el vacío para que en una secuencia se instale la luna como un cuerpo sobre la cama, hace que Consuelo Iturraspe nos lleve a una reconstrucción insospechada de la muerte.
En la estructura de las noches sin dormir, las imágenes encuentran un refugio. Son los reflejos de las imágenes y las cosas, de los hechos partidos gracias a la voluntad del poema los que hacen a la autora. Las casas donde vive y vivió se convierten en una constelación de escenas que vuelven como si el tiempo fuera una película rota, fallada que dejó secuelas entre los muebles. El montaje se realiza entre los objetos , los libros, las frutas que compró o que arrancó de algún árbol como si en ese gesto quisiera echar raíces.
Pero en cada movimiento está la palabra. Este libro de Consuelo Iturraspe le da un protagonismo a la palabra no solo como materia poética sino como una entidad que nace entre la vibración de las cosas, los desplazamientos frágiles o contundentes que crean una vida. Dar a luz una palabra es trabajoso y simple. La autora escribe sin estridencias, con calma, como si no quisiera dañar ni interferir sobre aquello que contempla. El tiempo de la acción contiene un mundo que únicamente puede descifrar el poema. El insomnio trae una mirada que se queda, permanece, indaga en los detalles, en todo aquello que, en apariencia, resulta intrascendente. Solo el poema puede ir hacia un hecho sin pedirle razones ni consecuencias.