El nuevo libro del presidente trata sobre la intervención del Estado frente a los fallos del mercado. Desde el punto de vista del liberalismo neoclásico, el mercado debe ser un espacio donde las empresas no tengan capacidad de formar precios, disciplinándose por la vía de la competencia para ofrecer, a valor de costo, productos que complazcan los deseos del consumidor. Frente a dicha teoría, la realidad cotidiana de mercados oligopólicos o monopólicos es vista como un fallo al que se debe corregir vía regulaciones. Como señaló Javier Milei durante su presentación en el Luna Park, una teoría que ve la realidad de los mercados como un “fallo” debería ser descartada como fallida, pero muchos economistas neoclásicos se aferran a la teoría y ven fallada a la realidad.

Quienes en cambio entienden que la teoría debe explicar el capitalismo realmente existente, descartaron la idea de mercados competitivos por la de oligopólicos, siendo la clave microeconómica para ello la existencia de rendimientos crecientes a escala. Ello significa que, cuando una empresa crece, puede producir con costos menores que sus competidores, ya sea porque tiene mayor capacidad de negociar con proveedores, de utilizar maquinarias más eficientes que sólo son rentables a cierta escala o influir en los gustos del consumidor vía grandes gastos en publicidad. 

Los rendimientos crecientes fueron explicados por Milei recurriendo al famoso ejemplo de la fábrica de alfileres de Adam Smith, pese a que dicho ejemplo trata de mejoras de productividad al interior de una fábrica producto de la planificación administrativa (taylorismo) y no de los incentivos de la competencia a la innovación. En ese mismo capítulo, Smith ejemplifica la innovación con un niño obrero que ata una piola entre dos palancas para ahorrar trabajo y poder jugar, doctrina que parece haber influenciado al libertario Benegas Lynch para promover el regreso al trabajo infantil en el país.

La idea del capitalismo oligopólico no la descubrió Milei, sino que tiene una larga tradición, especialmente en sectores muy lejanos al liberalismo y que hicieron de la intervención del Estado la clave de la política económica. La escuela mercantilista que predominó durante la formación de los Estados europeos, el historicismo de Friedrich List y la escuela americana de Hamilton que justificaron las políticas proteccionistas que llevaron a la cima al capitalismo alemán y estadounidense o las doctrinas del estructuralismo latinoamericano durante la industrialización sustitutiva del siglo pasado en la región, son algunos ejemplos. 

Para todas esas escuelas, los rendimientos crecientes generan que la historia tenga peso en el presente, ya que la empresa que logró expandirse primero tendrá una estructura de costos que vuelve imposible la entrada de nuevos competidores. Así las cosas, los países cuyas empresas se expandieron primero tienen la capacidad de penetrar los mercados de los demás, impidiendo el desarrollo de las empresas locales que sucumben ante la baratura de la importación. Por ello recomiendan fomentar medidas proteccionistas en los países en desarrollos, para posibilitar la expansión de sus incipientes empresas, es decir, lo opuesto a las políticas que Milei promueve en nuestro país, fomentando el capitalismo foráneo a costa del criollo (Jauretche dixit).