Desde sus comienzos como economista mediático, Javier Milei mantuvo siempre un fuerte discurso a favor de libre mercado, de las libertades individuales y, por supuesto, del achicamiento al mínimo del Estado. Desde ese lugar, logró llevar al extremo las supuestas ideas del liberalismo hasta el punto de defender, por ejemplo, la venta de órganos o, directamente, la venta de niños.
Estas ideas extremas, sumadas a un excéntrico personaje que supo construir, lo llevaron al centro de la escena de la política argentina e, impensadamente, logró penetrar en gran parte de la opinión pública, llevándolo a ocupar el cargo de presidente.
Este conjunto de ideas radicales lo ubican dentro de lo que él llama movimiento libertario. Dicho movimiento comparte algunos principios con el liberalismo clásico, pero difiere en su alcance. Mientras el movimiento clásico sostiene la presencia de un gobierno limitado especialmente en materia económica, el libertario sostiene la nula intervención del Estado en materia económica o, en el caso más extremo, la propia abolición del estado.
Sin embargo, al llegar a la presidencia de la nación, y a pesar de continuar expresándose en público de manera similar en cada oportunidad, en la práctica el gobierno parece no seguir estas recetas, ni liberales ni libertarias, y por el contrario parece aplicar más de una receta heterodoxa.
Milei heterodoxo
Un primer ejemplo es el caso de la medicina prepaga. En noviembre del 2022, a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia, el gobierno del entonces presidente Alberto Fernández, determinó que el precio de las cuotas que establecen dichas empresas debían aumentarse guardando relación con el aumento de salarios privados medidos en el RIPTE. Esta medida se tomó en función de que, si bien los contratos se establecen como relaciones entre privados, la prestación de este servicio se considera como una vía de acceso a un derecho universal como es el de la salud.
Esta medida perdió su vigencia con el nuevo DNU de Milei, mediante el cual se desregularon los contratos de dichas empresas, dejando a su criterio de ellas el aumento de las cuotas. Lógicamente, en los meses subsiguientes, se observaron fuertes aumentos, superando ampliamente los índices de inflación en igual periodo. Claro que, según la doctrina liberal, esto es perfectamente lógico y no existen motivos para que el Eestado deba intervenir. En definitiva es un contrato entre privados y, según esta escuela económica, la oferta y la demanda será la que finalmente establezca el precio de equilibrio.
Sin embargo, el gobierno de Milei parece haberse olvidado de tantos años de doctrina libertaria porque, a pesar de inicialmente haber permitido los aumentos discrecionales de parte de las empresas, luego retrotrajo dicha decisión e impuso otra vez topes a los aumentos esta vez atados a la inflación. Pero además de hacerlo, se enfrentó mediática y judicialmente a las empresas de medicina prepaga, y a la asociación que las agrupa, provocando la renuncia de su presidente Claudio Belocopitt.
Otra de las promesas electorales que había realizado Javier Milei era la eliminación del cepo cambiario y la unificación de los distintos tipo de cambio. Esta es una de las medidas fundamentales que suelen esgrimir los liberales como solución al ordenamiento de la economía. De hecho, apenas asumió Mauricio Macri en 2015 lo primero que hizo fue forzar una devaluación para unificar el tipo de cambio oficial con el paralelo, y quitar todo tipo de restricciones a la compra de divisas. Eso fue muy costoso para la sociedad argentina, dado que dicha devaluación tuvo un fuerte impacto en la suba de precios especialmente de los alimentos, que impactó fuertemente en los niveles de pobreza. Sin embargo, Macri no pudo sostener durante su gobierno la libertad para comprar divisas, y terminó poniendo un cepo de 200 dólares mensuales por persona.
Milei parece haber aprendido la lección y decidió no quitar el cepo a pesar de haber sido una de las promesas de campaña. Pero no sólo que no quito la restricción, sino que además, 3 días después de asumir, subió el Impuesto PAIS a las importaciones, lo que implicaba aumentar la brecha cambiaria. Con esta medida el gobierno admitía que el comercio exterior debe ser administrado por el gobierno nacional, algo que no vamos a leer en ningún manual de economía liberal o libertaria.
Si hablamos de promesas electorales, una de las más importantes por el impacto que tiene el electorado, es la baja de la inflación. Largos debates se dan entre las distintas escuelas económicas sobre las causas de la inflación y las mejores maneras de combatirla. Sin entrar de manera profunda en esta discusión, podemos decir que las corrientes heterodoxas entienden a la inflación como un fenómeno multicausal, teniendo como principales argumentos el tipo de cambio, la puja distributiva, el precio de las materias primas, etc. Por otra parte, los ortodoxos (podemos incluir liberales y libertarios), entienden la inflación como un fenómeno exclusivamente monetario. Es decir, que los precios se determinan a partir de la cantidad de dinero que tiene una economía.
Si el gobierno de Milei respetara su posición doctrinaria, bastaría con dejar de emitir para lograr el objetivo de bajar la inflación. Dicho sea de paso, esto también fue probado sin éxito alguno, durante el gobierno de Juntos por el Cambio. Sin embargo, el ministro Caputo parece no seguir el ideal ortodoxo en este caso, y aplicar algunas prácticas fuera del manual. Concluidos los primeros 3 meses al frente del Ministerio de Economía, el ministro no logró que la inflación bajara de los 2 dígitos. En ese contexto, se juntó con los directivos de las principales cadenas de supermercados para sugerirles que los precios eran demasiado altos, y que, si los proveedores subían demasiado los precios, los supermercados no debían convalidarlos. Algo similar a lo que sucedía en la gestión de Guillermo Moreno en la Secretaria de Comercio.
La casta
Si bien las contradicciones económicas del discurso de Milei se hacen muy evidentes, dada su profesión de economista, también podemos decir que existen fuertes contradicciones políticas. Uno de los principales eslogan de campaña (el cual sigue exprimiendo ahora como presidente), es el discurso anti casta. Se dedica a criticar fuertemente a los políticos tradicionales y sus habituales prácticas políticas. Sin embargo, desde que su asunción como presidente mostró una y otra vez que esas prácticas políticas que tanto critica, no le son ajenas.
Empecemos con un clásico de su discurso anti-casta: los familiares en el Estado. El caso obvio es el de su hermana, Karina Milei, que nunca había tenido un cargo en la política, pero ahora ocupa el cargo de Secretaria General de la Presidencia de la Nación Argentina. Para hacerlo, Milei tuvo que modificar un decreto que había sido promulgado por Mauricio Macri, que prohibía el nombramiento de familiares directos de Presidentes, Vicepresidentes y Ministros. Aunque fuera nombrada como Secretaria, a los pocos meses tuvo la suerte de ser ascendida (junto a Eduardo Serenellini y Javier Herrera Bravo) al cargo de ministro.
Pero no fue el único caso, el presidente de la cámara de diputados Martín Menem, fue acusado de contratar en la Honorable Cámara de Diputados a su sobrino Federico Sharif. Por suerte tuvo la posibilidad de defenderse ante tamaña acusación, y explicar que no se trataba de su primo, si no de su “primo segundo”. No sería el caso de Manuel Adorni, que aún no pudo explicar cuál es el motivo del nombramiento de su hermano Francisco, lo cual le valió un extraño castigo presidencial: fue ascendido del cargo de subsecretario a secretario de Estado.
Pero, tal como explicó el presidente, la casta no sólo está compuesta por políticos. Lo empresarios amigos también son parte fundamental del sistema político. Y el gobierno de Milei parece no ser la excepción. Cuando se implementó el impuesto PAIS a las importaciones, se exentó a la provincia de Tierra del Fuego, siendo una de las principales empresas beneficiadas el grupo Mirgor, perteneciente a la familia Caputo. Recordemos que Milei en 2022 había dicho que el régimen de Tierra del Fuego es “una estafa a los argentinos de bien”. El gobierno tampoco parece estar muy interesado en recortar los beneficios impositivos que tiene, por ejemplo, la empresa Mercado Libre, perteneciente al empresario Marcos Galperín, ferviente defensor del presidente libertario.
En definitiva, el gobierno parece seguir acumulando contradicciones tanto económicas como políticas, sin demasiada preocupación. Esa confianza parece descansar sobre encuestas que le aseguran a Milei que su imagen aún no ha bajado. A pesar de que las encuestadoras, también eran parte de la casta según la visión del libertario. Resta saber si esto seguirá sucediendo a medida que la crisis económica empiece a golpear cada vez más el bolsillo de los argentinos, y sus votantes empiecen a ver con otros ojos estas fuertes contradicciones.
* Economista del Departamento de Economía Política del CCC