GASOLINE RAINBOW - 7 puntos

(Estados Unidos, 2023)

Dirección y guion: Bill Ross IV y Turner Ross.

Duración: 108 minutos.

Intérpretes: Tony Aburto, Micah Bunch, Nichole Dukes, Nathaly Garcia, Makai Garza.

Estreno en MUBI el viernes 31.

Road movie. Coming-of-age. Dos terminologías ampliamente utilizadas en la crítica y los textos sobre cine en general. Dos géneros cinematográficos populares, que en más de una ocasión han ido de la mano. El primero remite al viaje físico, geográfico, por rutas y caminos, usualmente ligado a ciertas mutaciones interiores: el paisaje se refleja en el alma. El segundo es más aún más evidente: el relato de crecimiento, ya sea de la infancia a la adolescencia o de esta a la madurez, con todas las posibilidades arduas y/o felices que trae aparejado. 

La nueva película de Bill Ross IV y Turner Ross, hermanos y compinches artísticos, entrelaza sin fisuras ambos territorios para construir una historia de cinco compañeros de escuela –a la que recién acaban de decirle adiós– embarcados en un viaje de varios cientos de kilómetros desde su pueblito natal en Oregón hasta la soleada California, con varias paradas en ciudades del oeste estadounidense.

Ni la realización ni los resultados finales de Gasoline Rainbow se asemejan al típico producto construido en base a un guion de hierro y personajes encarnados por actores de renombre o en pleno ascenso de sus carreras. Fogueados en un tipo de películas de bajo presupuesto e independencia creativa absoluta, siempre centradas en el registro de la realidad –ya sea desde el documental puro a las hibridaciones presentes en el cine contemporáneo–, los hermanos Ross edificaron el film a partir de dos chicas y tres chicos no-actores, además de un guion lleno de apuntes pero abiertos a cualquier posibilidad, sin ningún diálogo o directiva rígida a la vista (ver entrevista). El montaje, en ese sentido, es esencial a lo que puede verse y oírse; el recorte artístico de un viaje real y experiencias de la misma naturaleza. Desde luego, no todo fue azaroso y las microhistorias fueron creadas antes del rodaje o al paso, en estrecha colaboración con el reparto y el equipo.

En pantalla, el encuentro temprano de los viajeros con un joven algo mayor deriva en una fiesta nocturna al aire libre, con sus charlas cerveza de por medio e incluso la posibilidad de un romance. La mañana siguiente los enfrenta a una primera dificultad: las ruedas de la camioneta ya no están donde deberían. La música de una playlist ordenada en el camino le cede el lugar a la caminata por parajes desérticos y la llegada a una gran urbe, Portland. Allí los chicos pasan una noche sin dormir, conocen a un particular skater e intervienen en un concurso de baile improvisado. El mundo es efervescente y las posibilidades infinitas. Un día después, el encuentro con los familiares de uno de los muchachos permite el contacto con otras generaciones, puerta de acceso a las diferencias y coincidencias, además de un refugio seguro luego de un tramo del recorrido incierto: una versión moderna del clásico viaje ilegal en tren, que el cine ha utilizado como motor narrativo en cientos de ocasiones.

De estructura libre pero con su comienzo, nudo y desenlace claramente definidos, Gasoline Rainbow está conformada por viñetas y situaciones cuya acumulación hacen a la esencia del relato. A pesar de que en alguna ocasión se ven las luces intermitentes de la policía a la distancia, los Ross no ponen a sus criaturas en situaciones de riesgo. El mundo puede ser oscuro y peligroso, pero en esta ocasión los exploradores no deben enfrentar peligros graves: el film es ante todo dulce, enmarcado por una serie de interacciones con otros seres humanos extravagantes (weirdos es el término que se escucha en boca de los chicos) o “normales”, en hogares o alrededor de fogatas, sobre la tierra o el agua. 

Para Makai, Micah, Nathaly, Nichole y Tony se trata de un viaje iniciático con algo de estudiantina. Un viaje que, en el futuro, tal vez sea sólo un recuerdo vago, pero cuya intensidad en el presente es digna de ser experimentada. En el camino, los Ross registran una “América” tan profunda que no suele formar parte del imaginario del cine de Hollywood, excepto cuando es transformada en cáscara sin contenido.