La pesadilla del atacante solitario disparando a personas inocentes volvió a escenificarse ayer en Estados Unidos. Un hombre identificado como Devin Kelley abrió fuego ayer en una iglesia en una pequeña localidad de Texas y mató a al menos 26 personas e hirió a una veintena, informó el gobernador de Texas, Greg Abbott. El funcionario dijo que el ataque en la First Baptist Church, una iglesia baptista en Sutherland Springs, es “el mayor tiroteo masivo en la historia del estado” de Texas. Ocurre días después del atentado en Manhattan en el que murieron cinco argentinos (ver aparte). Según la prensa local, las autoridades aún no informaban sobre las motivaciones del atacante, pero no señalaban una vinculación terrorista en esta etapa  incipiente de la investigación. El presidente Donald Trump, que se encuentra de gira en Japón, calificó de “espeluznante” el ataque y dijo que seguía de cerca la situación. 

El sheriff del condado de Wilson, Joe Tackitt, dijo en la misma conferencia de prensa en la que habló el gobernador Abbot que aún no se conocía la identidad de las víctimas porque se estaba trabajando en la escena del crimen. Sin embargo, previamente la esposa del pastor confirmó que su hija de 14 años había muerto en el tiroteo. Se trata de Anabelle Pomeroy, hija del pastor Frank Pomroy. De acuerdo con Freeman Martin, del Departamento de Seguridad Pública de Texas, el autor de la matanza era un hombre blanco de unos 20 años. La prensa local lo identificó como Devin Kelley y precisó que tenía 26 años. 

El hombre bajó de un auto vestido de negro y comenzó a disparar con su rifle semiautomático afuera de la iglesia y luego entró y siguió descargando su arma adentro, durante la misa. En medio de su raid, fue enfrentado por un vecino que tenía un arma y le disparó, logrando que el atacante huyera hacia su coche. Entonces el autor del tiroteo fue perseguido por el residente local mientras huía y luego fue hallado muerto en el vehículo. Aún no está claro si se suicidó o fue ultimado por el residente que lo perseguía. Las autoridades dijeron que encontraron múltiples armas en el auto de Kelley. 

Según una testigo, se escucharon al menos 20 tiros seguidos. Otros presentes hablaron de que el asesino recargó varias veces el arma.

En cuanto a los heridos, los primeros informes reportaron al menos 24, pero el fiscal general de Texas, Ken Paxton, dijo al canal Fox News que la cantidad podía ser mayor. Imágenes televisivas mostraban numerosas ambulancias detenidas frente a la iglesia. 

En promedio suelen ir unas 50 personas a la misa de los domingos en la iglesia de esa pequeña localidad de Texas, de unos 100 habitantes, ubicada unos 50 kilómetros al este de San Antonio. Una testigo dijo a MSNBC que Sutherland Springs es tan pequeña que no hay bomberos y todos se conocen. Por eso aseguró que lo que ocurrió este domingo afecta a todos.

El presidente Trump fue informado del tiroteo en Tokio, donde se encuentra de viaje por Asia. “Que dios esté con la gente de Sutherland Springs, Texas. El FBI y la policía están en el lugar. Estoy siguiendo la situación desde Japón”, escribió en Twitter. 

Más tarde el magnate republicano destacó que el tiroteo sucedió en “un lugar de culto sagrado”, y agregó que teniendo en cuenta “el dolor y la pena que todos sentimos, no puedo imaginar el sufrimiento” de aquellos que han perdido a sus seres queridos. 

Durante unas palabras dirigidas a líderes empresariales en la embajada de EEUU en Tokio, el presidente estadounidense dijo además que “los estadounidenses harán lo que mejor saben hacer: nos uniremos y a través de las lágrimas y la tristeza permaneceremos fuertes”. 

Hasta anoche se desconocían por completo los motivos del autor del tiroteo y se esperaba al cierre de esta edición que las autoridades locales brindaran una conferencia de prensa.

Hace aproximadamente un mes un hombre causó conmoción mundial al disparar desde una ventana de hotel en Las Vegas contra la gente que asistía a un show de música country, matando a 58 personas. Otras 500 resultaron heridas. El autor de la masacre, considerada la peor en la historia reciente de Estados Unidos, se suicidó.

En 2015, Estados Unidos fue testigo de otro tiroteo en una iglesia, cuando un hombre de 21 años entró en una iglesia en Charleston, en Carolina del Sur, y mató por motivos racistas a nueve creyentes afroamericanos. El autor fue condenado a muerte.