Formas de volver a casa

Brillante, iconoclasta y hasta un poquitín básica. Así calificó The Guardian la gigantesca colección de fotografías de Sir Elton John y David Furnish que se exhibe en The Victoria and Albert Museum. Fragile Beauty reúne 300 imágenes de más de 140 artistas y se ha convertido en la muestra más grande y heteróclita que ha exhibido el museo. Se trata de una colección que Elton y su marido David han venido engordando desde los noventa, con ojo kitsch pero inteligentísimo. Por ejemplo, en la sección de apertura de la muestra, hay tantas imágenes icónicas que casi podría ser un salón de la fama. Desde el retrato retrato de Richard Avedon de Nastassja Kinski, entonces de 21 años, con una boa constrictor deslizándose sobre su cuerpo desnudo, hasta Joan Didion retratada por Jürgen Teller pasando por Chet Baker según Herman Leonard o un élfico Robert Mapplethorpe retratándose a sí mismo (de hecho, hay una sección de desnudos masculinos que roza el fetiche). También están ahí Warhol y Basquiat con guantes de boxeo, vistos a través de la lente de Michael Halsband en 1985. Y por supuesto, Elton con un par de huevos fritos en los ojos según David Lachapelle. Estas imágenes se conjugan con otras más singulares, como la chica con el pelo al viento en una camioneta de Ryan McGinley, o algunas obras menos vistas de la siempre visible Nan Goldin. Tanta desmesura no es casual. Por un lado, esa ha sido la marca de la presentación en escena de aquel chico callado que tocaba el piano en su casa de los suburbios de Londres. Y por otro, John comenzó a coleccionar fotografías como “una adicción mucho más saludable” después de salir de rehabilitación por consumo de cocaína. Así que esta colección ha sido para él una obsesión, un juego y un refugio. “Yo puedo salir a la calle, puedo caminar hasta un café, puedo ir a una galería”, ha dicho David. “Pero Elton ha tenido que crearse un mundo en el que se sienta como en casa”. Y esa casa, obviamente, es un despilfarro donde, sin embargo, la belleza se abre paso con su fragilidad adorable.

El depredador más temido

Ni el rugido de un león, ni el ulular de un búho ni el ladrido de los perros. A los animales, lo que más los espanta es la voz humana. Un estudio reciente demostró que los canguros son especialmente propensos a este fenómeno. De hecho, huyen con más velocidad si escuchan hablar a las personas que si perciben la cercanía de un demonio de Tasmania o de un lobo. “Pensamos bastante poco en el hecho de que somos los depredadores más temidos”, dijo Liana Zanette, de la Universidad de Londres en Ontario, Canadá. Desde el Serengeti en Tanzania hasta el Ártico, la investigadora es parte de un grupo que hizo el experimento en diversas zonas con diversos mamíferos. Parece que todo empezó bajo la hipótesis de que los pequeños canguritos australianos han comenzado a relajar la guardia en los últimos milenios frente a la extinción de grandes depredadores. Y que eso mismo hacen otras especies. Sin embargo, la investigación demuestra que los canguros mantienen intacto el instinto de preservación. Y que la raza humana ocupa ahora el lugar de los temibles depredadores del pasado. “Puede ser que en Australia se hayan extinguido grandes mamíferos en los últimos cuarenta mil años. Pero eso no inhibe que los mamíferos que han sobrevivido mantengan un instinto ancestral que los obliga a huir si se ven amenazados. La misma reacción que antes le provocaban otros animales, ahora se las provoca el hombre”, asegura la investigadora.

Robot anti-graffiti

Mientras en nuestro país desfinancian los trenes, en otros lugares del mundo los cuidan con un celo casi excesivo. Es lo que pasa en Alemania, donde la empresa ferroviaria estatal Deutsche Bahn no quiere que los vagones de Munich sigan cubriéndose de graffitis porque limpiar la pintura les insume millones de euros. Además, argumentan, por esta razón tienen que enviar unos doce vagones por semana al taller y eso redunda en un peor servicio. La solución que encontraron es crear un perro robot “encargado de identificar anomalías”, según divulgó la empresa. Este perro, llamado “Spot”, fue creado por la empresa estadounidense Boston Dynamics, que decidió hacer el experimento para ver cómo va el asunto. Si “Spot” detecta un comportamiento sospechoso, activa una transmisión de video para que el equipo de seguridad pueda verificarla. Este robot es capaz de desplazarse en terrenos difíciles gracias a sus cuatro patas y utiliza sensores y cámaras para no chocarse con nadie. En caso de caer, “Spot” tiene la habilidad de levantarse por sí mismo. El bicho robótico pesa 25 kilos, mide 84 centímetros y puede alcanzar una velocidad de hasta seis kilómetros por hora. Además, es extremadamente robusto y ágil. Parece que resulta efectivo para espantar graffiteros ya que las pintadas, aseguraron, mermaron de manera considerable. Y además, si bien cuesta unos cuantos miles de euros, la inversión es mucho menos costosa que la limpieza de los vagones.

Divas de ayer y hoy

En el siglo XVI, el aspecto estético y el poderío eran tan importantes como ahora. Y eso es lo que revela una miniatura hecha por el reconocido artista isabelino Nicholas Hilliard, encontrada recientemente en una colección privada. Esa pinturita de 21 centímetros por 17 es el único retrato que se conserva de Hilliard retratando a una mujer que, además, es muy hermosa. Si bien está hecho en acuarela y pegado en cartulina, se ha mantenido en excelentes condiciones. Y esa ha sido la clave para averiguar cómo ha sido posible el milagro. Se trataría de Lady Arbella Stuart, una noble inglesa cuya condición de pretendiente al trono de su primo hermano, el rey James I, la transformó en una figura difícil. Es allí donde la obra de Hilliard intentó jugar un rol esencial que aún se está investigando. Parece que Arbella estaba mejor calificada que James para gobernar el país porque era inglesa de nacimiento y educación. Cuando James se convirtió en gobernante de Inglaterra en 1603, invitó a Arbella a vivir en la corte real, pero la cuestión de su matrimonio pronto creó dificultades. Eso es algo que también pensó la Reina Elizabeth, prima de Arbella, quien decidió aprovechar la oportunidad para poner en jaque a James. Encargó el retratito para que llegue a manos de uno de los hijos del Duque de Parma: una alianza entre España e Inglaterra resultaba de gran beneficio para los sectores que querían acrecentar su poder aún a costa de hacer caer a sus parientes. Las historiadoras del arte Elizabeth Goldring y Emma Rutherford acaban de publicar un artículo en The Burlington Magazine donde dicen que el retrato era “lo suficientemente pequeño para ser transportado y lo suficientemente elocuente como para que en él se apreciara el poder, la belleza, el rango y el potencial fecundador”, de esta deseable consorte. Pero parece que en el medio se tejió un complot interno para que el Duque de Parma no se tejiera ninguna alianza. Alguien escondió el retrato de Hilliard, envió una copia menos agraciada que fue interceptada por el clero y así las cosas, el rey de España fue avisado del complot que atentaba contra su propio poderío. Fue malo para la corona británica pero bueno para la historia del arte, que ahora tiene acceso a la obra original. Arbella finalmente se casó a los 35 años con un noble que no fue bien visto por la Corona, terminó encarcelada y pasó a la historia como una de las prosistas más finas a través de cartas suyas que aún se conservan.