Por Ana Gallardo *
Envejecer es violento. Hace tiempo que despliego una obra que contiene la idea de una escuela de aprendizaje para envejecer. Lo hago reconociendo el territorio de Ixs viejxs, especialmente el de las mujeres mayores. Ellas, que fueron y son, históricamente invisibles. Nuestras cuerpas cambian, se transforman por la menopausia y la falta de olor a fertilidad. La sociedad niega estos procesos y a estas cuerpas que ya no son útiles al sistema productivo. Entiendo que la violencia contra nosotras, las mujeres mayores, es consecuencia directa de la discriminación de género.
La violencia hacia nosotras también es invisible.
En la Escuela de Envejecer trabajo con estas mujeres.
Hablo con ellas de sus historias de vida. Las invito a compartir las actividades que han aprendido de grandes, esas que de alguna manera fueron postergadas durante su juventud, que fueron negadas por los prejuicios sociales, políticos y religiosos de la época, o las que simplemente no pudieron realizar por atender las labores domésticas y de cuidados. La Escuela de Envejecer propone que las mujeres sean maestras de lo que han aprendido en su vejez y a su manera, conocimientos de vida que por lo general son frustrados, complejos, sobrevivientes y que nadie contempla.
En la Escuela el encuentro con el público es a través de acciones que tienen sus reglas propias, arbitrarias y caprichosas.
Maestrxs de su propia memoria, su propio saber y un público desconocedor de lo que significa la violencia de envejecer.
Me interesa el trabajo compartido.
Los afectos.
Los lazos.
La resistencia.
Siempre le tuve miedo a la vejez, creo que tiene que ver con mi historia. Hubo un momento clave en el que seriamente empecé a preguntarme, ¿qué va a ser de mí siendo artista y vieja, sin tener casa, ni una jubilación, ni un contexto de solvencia?
Conversaba mucho con amigxs, con Gustavo y también con mi familia. Pensábamos en cómo íbamos a vivir cuando llegáramos a ser viejxs. Sentíamos que era importante ocuparnos de nuestra vejez mientras estuviéramos en condiciones de hacerlo, en lugar de dejar a otros esa carga y el poder de decisión sobre nuestra vida. Queríamos tener una buena ancianidad y estar juntxs, vivir cerca de las personas que amamos y no estar inactivxs y solxs.
Como yo no tenía casa, soñaba con tomar una de esas abandonadas de Buenos Aires. Me tenía que ir de un departamento en el que vivía y pensaba en todas esas casas sin habitar, ahí, juntando mugre y ratas. La ciudad tiene infinidad de lugares sin uso, estacionamientos enormes con techos inmensos, espacios escondidos. Mi hermano Ramiro es arquitecto, con él y con mi amigo Mario pensábamos en la ciudad y sus recovecos, con la idea de ocuparlos de forma colectiva, ¿cómo apropiarnos de la ciudad por fuera de los lugares comunes que propone el Estado?, ¿dónde encontrarnos con otrxs? Queríamos tomar esos espacios "entre", teníamos el deseo de irrumpir, como Ixs chicxs que van trepando y pasan de un lado a otro y avanzan sin preguntarse mucho. Nosotras queríamos lo mismo: poder movernos, jugar a estar unx arriba del otrx, tender un puente que pase por una terraza, hacer un techo vivo, un parque conectado, un jardín donde encontrarnos a comer y tomar vino. Usar las estructuras existentes de base y hacer espacios de encuentro para lxs viejxs.
De ahí surgió el proyecto de Un lugar para vivir cuando seamos viejxs, ¿cuál sería ese lugar?, ¿cómo queríamos que fuera? Vivir unx acá, otrx allá, otrx a cinco cuadras; un espacio común, con una huerta, una sala de canto, de baile, de música, un comedor que pudiera dar de comer a la gente... no un lugar para ir y que nos dieran de comer sino un lugar donde, por ejemplo, yo pudiera cocinar todo lo que sé y ese fuera mi aporte. Hacer lo que sabemos y que eso sea nuestro sustento, ¿si no de qué vamos a vivir?
Yo, Ana Gallardo, no tengo dinero.
Después de muchas cenas y charlas, con Mario y Ramiro armamos un blog. Fue para una exposición a la que nos invitó López Anaya en Fundación Klemm, se llamaba DOMUS, era una muestra que reflexionaba sobre el concepto de casa. Una excusa perfecta para activar Un lugar para vivir cuando seamos viejxs (ULPVCSV). En la exposición hicimos un dibujo en la pared con la dirección del blog escrita en carbonilla y abajo había un estante con papelitos, impresos con la misma dirección, que la gente se podía llevar. La obra era para verla desde la casa o en algún espacio con acceso a una computadora.
El blog fue un lugar de partida, un espacio virtual donde volcamos todas esas ideas que veníamos hablando con Ramiro y Mario. Así, ULPVCSV se convirtió en un oficio, una forma de trabajo para construir y sostener ese sueño.
* Artista. Parte introductoria del libro Escuela de envejecer - Aprendizaje coral sobre saberes otros, materiales efímeros y poderes para hacer lo que soñamos, publicado por metaninfas, organismo de vinculación de arte y pensamiento contemporáneo (www.metaninfas.org">www.metaninfas.org).