Temas claves de la comunicación que van de los vínculos entre sociedad, medios y tecnología a los lenguajes y las significaciones, pasando por las relaciones entre procesos culturales, identidades, política y economía son los que expone el flamante Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación (Editorial Taurus). Lo coordinaron Diego de Charras, Larisa Kejval y Silvia Hernández, quienes convocaron a 139 prestigiosos investigadores e investigadoras y docentes de universidades nacionales para llegar al compendio de 114 entradas que ofrece el volumen de 474 páginas. Las definiciones de los distintos tipos de comunicación, los consumos culturales, ecosistemas mediáticos, culturas populares, imaginario social, inclusión digital, lenguaje inclusivo, manipulación informativa, libertad de expresión, noticiabilidad y políticas culturales son solo algunas de las nociones que se definen, cada una con una investigación. Nombres como Damián Loretti, Ricardo Forster, Washington Uranga, Pablo Alabarces, Oscar Steimberg, Sandra Carli, Marita Soto, Stella Martini, y María Rosa del Coto son solamentte ejemplos del prestigio de cada uno/a de los investigadores e investigadoras que participaron.
Diego de Charras es vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, licenciado en Ciencias de la Comunicación y profesor adjunto regular de Derecho a la Información de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Larisa Kejval es directora de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, doctora en Ciencias Sociales, magíster en Comunicación y Cultura y licenciada en Ciencias de la Comunicación. Silvia Hernández es doctora en Ciencias Sociales, magíster en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad y licenciada en Ciencias de la Comunicación.
"El Vocabulario es una idea que preexiste a nuestra iniciativa, que forma parte de una especie de necesidad tematizada en la carrera de Comunicación hace muchos años", comenta De Charras en la entrevista con Página/12. "Hubo intentos de parte de profesores y profesoras de poner en marcha iniciativas más o menos similares. Hasta que nosotros nos pusimos a desarrollar éste ninguna de las iniciativas había llegado a convertirse en un proyecto concreto. En tal sentido, tomamos eso que flotaba en el aire, por decirlo de algún modo, y lo convertimos en un proyecto, le dimos una forma.", agrega el vicedecano de Sociales.
-¿Por qué se menciona en el título del volumen "vocabulario crítico" y no "diccionario técnico", por ejemplo?
Silvia Hernández:-Optar por vocabulario y no por diccionario surge de muchas búsquedas de revisión de otros libros. Al momento en que lo empezamos a pensar y que lo estuvimos desarrollando no había otro libro de estas características. Fue empezar a pensar otros materiales conexos, de disciplinas cercanas, y ver también qué términos se habían usado ahí, y empezar a investigar. Eso llevó al pasaje de no hacer un diccionario que es más de sistema cerrado, si se quiere, a vocabulario que remite más a términos de uso en el ámbito de una comunidad hablante. Vocabulario nos permitía dar cuenta de unos términos que son de uso, que remiten a una tradición, que suponen debates a futuro. Entonces, fue dar cuenta de un campo de discusiones. La cuestión de la crítica tiene que ver con varios sentidos.
-¿Como cuáles?
S.H.:-Por un lado, que nuestra tradición del campo de la comunicación y la cultura se ha planteado la mayor parte de las veces como un campo de producción crítico respecto de lo dado. Fue retomar esas tradiciones, tratar de hacer lugar a esa mirada crítica respecto de lo social, de lo comunicacional, de lo cultural, pero también crítica en el sentido de revisión de lo que hemos venido haciendo desde el campo de la comunicación, en particular desde los últimos cuarenta años, de los términos que hemos venido usando para pensar qué hemos pensado, qué nos resta pensar. Crítica del mundo, pero también autocrítica en el buen sentido.
Larisa Kejval:-También en este momento decir "crítica" junto con la idea de comunicación es estratégico para nosotros porque pareciera haber una especie de consenso social por el cual la mayoría piensa, más allá del ambiente universitario, que la comunicación es algo importante, estratégico, etcétera. Ahora, al mismo tiempo que existe ese consenso pareciera que la comunicación funciona "así" y que, en todo caso, de lo que se trata es de conocer las técnicas para que funcione "así" o funcione de manera eficaz. Y, en realidad, históricamente nuestra carrera y este volumen también pretenden abrir un interrogante y poder echar luz sobre los vínculos entre comunicación y poder, comunicación y desigualdades, comunicación y concentración económica, comunicación y lo político. Por lo tanto, al establecer esos vínculos y esas relaciones desde una perspectiva crítica se abre un interrogante acerca de cómo queremos que sea la comunicación.
-En tiempos de internet y de amplificación de la virtualidad, ustedes coordinaron un trabajo riguroso más propio de lo analógico. ¿Por qué lo pensaron así?
Diego de Charras:-No sé si es un formato analógico o clásico. Hoy se lee también en pantallas la literatura o la bibliografía en formatos digitales. Y es un trabajo que dialoga con el desarrollo tecnológico. Buena parte de la terminología analizada está vinculada al desarrollo tecnológico y su impacto en los procesos comunicacionales, pero al mismo tiempo sí es un formato clásico porque quisimos recuperar la producción de sentido desde una mirada clásica: echando mano a bibliografías, autores y tradiciones, las entradas buscan dar una radiografía del presente del campo de la comunicación, particularmente del campo de la comunicación en la Universidad de Buenos Aires, pero hay muchas plumas invitadas de diferentes provincias del país mirando hacia el pasado, hacia las tradiciones que conformaron los equipos de cátedra y los equipos de investigación, y pensando en un futuro de prospección de esas terminologías, de esas escuelas de pensamiento. En eso hay algo de clásico: mirar con ojos clásicos los fenómenos nuevos.
-¿Cuál fue el criterio para llegar a las 114 entradas y cómo fue la decisión del corte en ese número?
S.H.:-Fue largo. El proceso de armado del proyecto llevó el mismo tiempo que llevó el trabajo con las autorías. Qué queríamos que hubiera en cada entrada nos llevó muchísimo tiempo porque eso supuso, primero, una revisión del campo, como programas de congresos, planes de estudio, curriculums de asignaturas. Revisamos los grandes libros clásicos, libros de mucha consulta. Fue volver a revisar mucho de lo que se ha venido trabajando, de lo que se está trabajando ahora en la carrera de Comunicación de la UBA y en otras carreras. Todo ese proceso llevó mucho tiempo. De ahí, también sacamos algunas palabras claves, ordenadas en coordenadas a modo de hipótesis, que aparecen también en otra bibliografía. Hay que pensar que el campo de la comunicación está dividido en grandes zonas, que no son exhaustivas, pero hay una que tiene que ver con la relación entre medios de comunicación y sociedad, otra que tiene que ver con los lenguajes de la comunicación, la perspectiva más semiótica, semiológica, lingüística, discursiva, y otra que involucra la cuestión de la relación con la cultura, del poder, comunicación e identidades. En el cruce de esos tres ejes, fuimos delimitando un montón de términos que, en algunos casos, son términos clásicos, y, en otros casos, vienen atados también a algunas referencias o personas que los han desarrollado particularmente.
-Y en esa relación entre nombres y términos fueron armando un listado...
S.H.:-Eso supuso también consultas con un consejo asesor de profesoras y profesores de larga trayectoria en nuestra carrera y con docentes que están investigando en este momento como para iluminar algunas zonas específicas porque acá nuestro rol fue de reunión. Fue bueno poder consultar con personas especializadas para consultar acerca de la pertinencia de los términos, si de repente había palabras que estuviéramos omitiendo y que fueran de gran relevancia. Y otra cosa interesante que hicimos fue recurrir a expresiones clásicas que han tenido larga vida y volverles a preguntar qué tienen todavía para decirnos. Y también les hicimos lugar a algunos términos que son casi neologismos. Es casi una apuesta: hay algo de lo comunicacional que creemos que, en este tiempo o en los años que van a venir, se va a jugar por este lado.
L.K.:-Cuando presentamos el vocabulario en la introducción, pero también en nuestras propias conversaciones, además de hablar de términos y nociones, usamos una palabra que es la idea de "entradas". Entonces, me parece interesante porque esas nociones que están ahí son precisamente una forma de entrar a un campo. El campo no se agota en esas nociones, sino que escogimos un conjunto de nociones para entrar a un campo y a un conjunto de debates. Pero si vas tirando del ovillo y te metés, esas entradas te permiten entrar también a otras nociones que quizás no están destacadas como entradas. En ese sentido, tuvimos un ejercicio de priorizar cuáles iban a ser las entradas al campo. Por otro lado, un criterio muy importante es que es un vocabulario situado. En primer lugar, situado en nuestra comunidad de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Este vocabulario recupera mucho los términos con los que esta comunidad habla. Situado también en nuestro país: por ejemplo, hemos incluido el término "memoria". No sé si este vocabulario se produjera en otro país de América latina, reverberaría del mismo modo la idea de memoria. Y probablemente en otras regiones aparecerían con mucha fuerza otras nociones que aquí no se han destacado. Y está situado fundamentalmente en América latina. Hablamos desde aquí porque ese también fue un criterio importante para la selección.
-¿Cómo fue la convocatoria a los investigadores que terminaron escribiendo?
D. de Ch.:-Además de ser un proyecto académico y pedagógico, el Vocabulario también es un proyecto político, no en el sentido de darle un sesgo político al Vocabulario pero sí en términos de consolidar políticamente el campo de estudios dentro de los campos de las ciencias sociales, dentro del campo de la comunicación en la Argentina y en América latina. Entonces, desde ese lugar, se hizo con una perspectiva que buscó incluir distintas voces, diversas miradas sobre mismas entradas o tomando derivaciones de algunas entradas a partir de intentar incluir diferentes perspectivas de zonas de la investigación de los estudios en comunicación. Entonces, desde ese lugar trabajamos bastante en la preproducción de la elaboración de las entradas, pero también en pensar las autorías con esas entradas, por lo que decía yo antes, respecto a la existencia de tradiciones, de equipos, no meramente de individuos. Las personas que escriben en el Vocabulario están siendo habladas, de algún modo, por quienes fueron sus antecesores en sus equipos, en sus cátedras. Maestros y maestras hablan también a partir de sus propios discípulos, de sus propios alumnos, de los pasillos. Lo que intentamos -y éste es el corazón de esto como proyecto político-es poder darle voz a una comunidad. Una comunidad que tiene cuarenta años de historia, que desde la década del 80 viene en un largo proceso de institucionalización y que logró mostrar la madurez suficiente para que casi 140 autores y autoras estuvieran escribiendo sin saber quién más escribía al mismo tiempo, a solicitud de la dirección de la carrera de Comunicación de la UBA. Es decir, hubo una convocatoria que logró interpelar a una cantidad enorme de figuras del campo de la comunicación y eso también, de alguna manera, destaca el carácter comunitario del proyecto.
-¿Cómo analizan la tríada medios-política-sociedad y qué creen que puede aportar este libro a esa discusión?
L.K.:-Es una tríada constitutiva del campo. Ahí se juegan gran parte de los debates de definiciones y, en definitiva, es lo que queremos volver a poner en discusión que hoy aparece muy invisibilizado. Parece que toda la discusión en torno a la comunicación es cómo somos mejores influencers o cómo somos mejores tuiteros, y cómo incorporamos las mejores técnicas para ser eficaces en jugar el juego de la comunicación. Cuando, en realidad, es un juego constituido por determinadas fuerzas económicas, sociales, políticas que, además, tiene sus consecuencias sobre otras dimensiones de lo social: quiénes tienen condiciones de ser visibles hoy en la escena púbica, de qué modo, etcétera. Por lo tanto, creo que esa pregunta fundante de nuestro campo es una de las que queremos volver a poner en escena o en foco. Y para comprender esa tríada necesitamos un arsenal de herramientas que son estas entradas, estas nociones que el Vocabulario propone.
D.de Ch.:-Nadie que haya pasado por la carrera de Comunicación de la UBA puede obviar que la perspectiva que le aporta la carrera a los procesos comunicacionales es una perspectiva generalmente de principios y derechos y no una perspectiva de soportes y medios. Es decir, se habla todo el tiempo de los medios, pero nunca se habla esencializándolos, sino más bien desde una perspectiva en que lo central son los derechos. Lo que se pone en discusión con las tecnologías, con los medios, con los soportes son formatos, modos de materialización de los procesos comunicacionales, pero lo esencial en los procesos comunicacionales no son esos soportes. Y eso vale para pensar la radio, la televisión o para pensar hoy en redes sociales, podcasts, streaming. Lo esencial no es el formato, sino lo que se produce en tanto contenido y dinámica comunicacional. En ese sentido, la carrera tiene una historia y el Vocabulario recupera esa historia, hace dialogar a la política, hace dialogar a los medios, pero siempre desde una perspectiva sociohistórica, situada, en vinculación con la cultura, con un contexto sociopolítico e histórico que permite analizar los procesos no esencializando los soportes, sino las dinámicas sociales.