El mundo del streaming batalla incansablemente por captar la atención de las personas. Sean niños o longevos, casadas o solas, hombres o travestis, universitarios o escolarizados, suscriptores legales o clandestinos, todos son el objeto del deseo de las plataformas de streaming. La puja por atrapar el tiempo de ocio de las personas, que llevan adelante las compañías que revolucionaron el consumo audiovisual, se da no solo por medio del catálogo, las producciones y las adquisiciones de contenidos. Hay estrategias de marketing que también se ponen en juego con el fin de persuadir a los usuarios de los servicios -pagos o gratuitos- de que su plataforma es la mejor. Incluso, que tiene todo lo que el navegante necesita para su vida diaria.
Bajo esa idea, la manera en que cada servicio organiza la oferta de series y películas dentro de su plataforma se volvió una auténtica y titánica tarea, no exenta de “categorías” con títulos que van de lo absurdo al oportunismo, pasando por agrupaciones arbitrarias, algunas que otras creativas y unas pocas que llaman la atención por ser fieles a lo que venden.
Los servicios de streaming están dejando atrás numerosos hábitos del siglo XX. Las identitarias y trabajadas aperturas de las series de antaño, la lectura (y secretos) de los créditos de cada obra, la espera interminable para ver el siguiente capítulo de la serie favorita o una película sujeto al capricho de los programadores, son algunas de las costumbres que formaban parte de la vida de cualquier persona frente a una pantalla y que hoy están en extinción por el consumo voraz que proponen. No son las únicas. Las plataformas también dejaron atrás las “categorías clásicas” a la hora de agrupar el contenido. “Comedias”, “Terror”, “Suspenso”, “Dramas”, “Documentales”, “Románticas” son etiquetas para catalogar las producciones que se desvanecieron con el fin del siglo XX. Demasiado básicas para la complejidad del mundo moderno... o para justificar sueldos millonarios de los ejecutivos.
Homo videns del siglo XXI
La competitividad entre los servicios de streaming se da en el precio de los abonos y en el contenido. Pero también en las estrategias que cada compañía pone en práctica para retener a los usuarios lo más que puedan navegando en su interfaz. Facilitar la experiencia de navegación de los clientes se convirtió en una obsesión, tanto como convencerlos de que vean cualquiera de las series y películas que ofrece la plataforma a la que están suscriptos. Hay que persuadirlos con buenas propuestas, pero también a fuerza de creatividad y picardía en las “categorías” en las que cada servicio agrupa su catálogo.
Un repaso por las plataformas más populares de Argentina permite una primera conclusión: la lógica del clickbait (utilizar un “cebo” para provocar click de los usuarios) se adueñó de la organización de los catálogos de los servicios de streaming. Así como sucedió en buena parte de los portales de noticias o los zócalos televisivos, las plataformas entienden que armar etiquetas de contenidos con títulos “raros”, “sensacionalistas”, “ingeniosos” y “oportunistas” ayudan y mucho al momento en el que los usuarios entran a sus servicios a decidir qué ver entre tanta oferta de aquí, allá y de todas partes.
En el servicio de streaming más popular del mundo, Netflix, el catalogo está organizado de manera sencilla. En el caso de la N roja, la palabra clave es “aclamada”. ¿Por qué? Porque a las categorías habituales para agrupar su contenido la plataforma le suma otras en la que repite la adjetivización: “Series aclamadas por la crítica”, “Guionistas que la crítica aclama”, “Series dramáticas para maratones aclamadas por la crítica”, “Cine dramático aclamado por la crítica” o “Series dramáticas de Estados Unidos aclamadas por la crítica”. La reiteración del adjetivo, evidentemente, debe funcionar muy bien entre los clientes, quienes asocian la palabra a una supuesta “calidad garantizada” de lo que allí se encuentra. Por más que no siempre suceda tal cosa.
Claro que Netflix también pone en juego otras maneras de atraer a sus clientes, de edades e intereses heterogéneos. Así, sobresalen categorías extrañas, buscando fidelizar nichos, como “Mujeres que se apoderan de la pantalla” (No me rompan, Crown, Sex and the City, Griselda, Atlas), “Basados en libros sombríos y de impacto visual” (El cisne, Sin novedad en el frente, La sociedad de la nieve, El Padrino, La isla siniestra), “Geeked: sci fi, fantasía, superhéroes y mas” (Lupin, La caída de la casa usher, Sweet tooth, Dark, The one), o “Cultura pop” (Sin glasear, La gran noche del pop, Pepsi ¿dónde está mi avión?, Fiasco total: Woodstock 99, Rompan todo: la historia del rock en América Latina, Esto es pop, El caso Figo y el dibujo animado El gato ladrón). Esos ordenamientos forzados de contenidos alcanzan la síntesis en la genérica “Tu próxima historia”, que agrupa a series tan diversas como Peaky blinders, Fórmula 1: drive to survive, Hotel Mumbai: el atentado, Okupas o En equipo: el triplete del Manchester City.
La N roja no es la única que echa mano a este tipo de raras agrupaciones de series y películas. En Max, la plataforma de HBO que acaba de renovar toda su interfaz, también el usuario se puede topar con categorías sorprendentes a la hora de navegar en busca de contenido. Su sello identitario es que ostenta una categoría que renueva cada día, y que va de “Chilax, apenas es martes” a “Miércoles libres de culpa” o “Throwback Thursday”, que incluye series y películas para todo público, sin ningún criterio racional ni artístico ni estético. Una ensalada audiovisual.
Después, la plataforma Max está plagada de categorías de títulos extensos y antojadizos, como “Cosas que pasan en el trabajo” (de la película La extorsión a la serie Succession, pasando por En primera plana, ER Emergencias o El abogado del diablo), “Las verdaderas amigas se llevan todos tus secretos a la tumba” (Escuela de verano, The perfectionists, Pequeñas mentirosas), “Todo tiene su lado oscuro” (Zodíaco, El lado oscuro de Playboy, El abogado del diablo, Nace una estrella) o “Crecer es complicado” (Euphoria, His dark materials, Girls, Merlí, Gossip girl). Los subtítulos supuestamente “gancheros” no terminan ahí: los dramas se ubican en “Para ver con pañuelitos” (Oppenheimer, La red social, Interestellar, Buenos muchachos, Los puentes de Madison, La lista de Schindler), las comedias con temáticas casamenteras en “Sí, acepto” (La gran boda griega, Tag, El cadáver de la novia, La boda de mi mejor amigo) y las adaptaciones literarias en “Del libro a la pantalla” (Game of Thrones, The outsider, Oppenheimer, Duna, El jardín de bronce).
A diferencia de las anteriores, en la plataforma de Prime Video la organización del catálogo se destaca por estar signada por los premios o los puntajes que recibieron las obras audiovisuales. Así, en la navegación el usuario se cruza con, por ejemplo, categorías tales como “Películas galardonadas”, “Las series mejor calificadas en IMDb” o “Las películas mejor calificadas de IMDb”, la base de cine más popular de Internet. Claro que Prime también indaga en la modernidad, con clasificaciones como “Escapate a los 80’s” (Perfume de mujer, Scarface, The goonies, París Texas, Camila, Volver al futuro, El duro), o bien de nicho como “Películas y series de religión y espiritualidad“ (Jesús de Nazareth, El rostro de la misericordia, Fátima, El mesías) o “Películas y series lgbtq+” (Modern love, Muñecas, Con amor, Ana, Making the cut, Harlem, Tío Frank, o el documental sobre Carlos Jauregui El puto inolvidable).
A las categorías habituales, el servicio de Apple TV+, por su parte, suma “No ficción: todas las series”, “Nuestro asombroso planeta” y “Volver a comenzar”. Además, la plataforma audiovisual creada por Steve Jobs agrega una novedad a su propuesta, que la diferencia del resto: en “Inspiraciones”, diversas estrellas de Hollywood (Maribel Verdú, Glen Close, Jared Leto) recomiendan sus películas y series favoritas.
Star+ tampoco se queda atrás con esta tendencia. Aunque sin innovar tanto, la plataforma de Disney organiza su oferta en categorías como “Adrenalina pura” (acción), “Oscar: ganadores y nominados”, “Ellas hacen historia”, “Actuaciones inolvidables”, “Hecho en Latinoamérica”, “Clásicos de siempre” o “Viaje al pasado”. Además, Star+ propone una sección llamada “Colecciones”, dividida en subcategorías del estilo Películas y series españolas, Hecho en Corea, Hecho en Japón, Crímenes reales y Animación para adultos, entre otras.
Somos locales otra vez
La clasificación del catálogo en las aplicaciones encuentra formatos más clásicos en los servicios de streaming nacionales. Así, por ejemplo, en la plataforma gratuita y estatal Contar los contenidos se dividen mayoritariamente en géneros tradicionales (comedia, drama, drama histórico, acción/suspenso). Lo interesante es que Contar agrega subgrupos de “Colecciones” de películas, pero no por sagas o temáticas, sino por actores y actrices nacionales (Juan Leyrado, Juan Gil Navarro, Mercedes Morán, Diego Capusotto, Juan Minujín). A su vez, la plataforma también divide el catálogo por el tipo de proyecto y financiación de las producciones (Renacer Audiovisual, CCK, Tecnópolis, TV pública, Deportv, Pakapaka, Encuentro, Aunar).
En Flow, el diferencial pasa por poder ver contenido televisivo en vivo, aunque también ofrece series y películas on demand. Por eso, en la app de Telecom se destaca la “Guía de TV” para sintonizar canales en vivo, pero también la posibilidad de ver programas o momentos de la pantalla chica pasadas en el apartado “¿No llegaste a verlo? Revivir las últimas 24 horas de la tele”. En su caso, las películas y series se reparten en las categorías “Shot de adrenalina”, “Pesadillas aseguradas”, “Risas, risas y más risas”, “Irme a otros mundos”, “Pochoclos y una de amor”, “Jugar al detective”, “Una lloradora y a seguir”, “Volver al videoclub” y “Ansiedad”.
En este contexto de plataformas y películas y series invadiendo la vida cotidiana, la excepción a la tendencia marketinera que se despliega en el mercado es MUBI. En la plataforma fundada en el Reino Unido, la curaduría se hace evidente desde el mismo diseño de la interfaz, pero sobre todo en el contenido que ofrece. Allí, se ofrece un variado catálogo de películas y cortometrajes de producción independiente de todos los tiempos, además de contar con otras del circuito comercial, aunque por fuera de la lógica “pochoclera”.
Además de las típicas secciones de “Estrenos”, “Lo nuevo” y “Tendencias”, MUBI ofrece “Sugerencias del curador” y “Foco en festivales”, en donde se pueden encontrar films que pasaron por los principales encuentros cinematográficos del mundo, desde Cannes a Locarno, pasando por la Berlinale o Amsterdam. En “Leones, Palmas y Osos de oro ¡Dios mío!”, los usuarios tienen la posibilidad de ver películas ganadoras de esos festivales de todas las épocas, así como en “Obras Maestras modernas” se superponen films de ayer y hoy de gran calidad. Además, el servicio de streaming ofrece retrospectivas de grandes directores (actualmente se destaca “Win Wenders: el rey del camino”), un apartado especial sobre cine argentino, otro bajo el título “Orgullo sin prejuicio: cine lgbtq+” y hasta un categoría dedicada a directoras mujeres. Otro de los sellos propios que tiene MUBI es que a los datos técnicos y a la sinopsis de cada película, le suma un pequeño texto argumentativo sobre por qué ver el film.
Más allá de cuestiones del marketing y las necesidades de adaptarse a su público, la manera en que las plataformas organizan su oferta de series y películas está en permanentemente mutación. Salvo algunas, no son categorías fijas y van rotando. La gran mayoría, además, suele crear especiales de acuerdo a aniversarios o eventos particulares. Por ejemplo, en Netflix durante mayo se pudo ver un apartado dedicado al “Mes mundial de la conciencia sobre accesibilidad” (desde la delirante División Palermo a Maudie, pasando por La luz que no puedes ver y Atypical), en Max con motivo de la realización de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires hubo una categoría titulada “Tu Feria del Libro sin salir de casa” (GOT, Oppenheimer, El visitante, La red social, El jardín de bronce), en Octubre TV hubo un especial de Leonardo Favio y en Flow sobre el “Día del cine argentino”.
Sobredosis de TV
Más allá de sus diferencias, en general, lo que se desprende del universo del streaming es que las agrupaciones de contenidos están digitadas preferentemente por el algoritmo, el marketing o necesidades comerciales de cada servicio. No pareciera que haya un “curador” especializado detrás diseñando con criterio artístico, lo que deriva muchas veces en una extraña mezcla de películas y series -a priori con escasa conexión- bajo una misma categoría. Eso no significa, claro, que no haya un equipo de trabajo detrás de cada plataforma pensando cómo organizar su catálogo y la experiencia de los usuarios al momento de navegar entre su abultada oferta.
En medio de tanta sobreoferta de plataformas y de series y películas a solo un click de distancia, los servicios de streaming diseñan sus catálogos y aplicaciones considerando sus contenidos, pero también en función del público suscripto. Según el informe State of Play 2023 de Nielsen, los usuarios dedican un promedio de más de 10 minutos por sesión a decidir qué ver, mientras que 1 de cada 5 de quienes no encontraron nada para ver, abandonaron la plataforma para hacer otra actividad. En este contexto, la utilización del clickbait en las secciones pareciera buscar intentar retener a los usuarios, ofreciéndole una gama de “ideas” y “experiencias” que trascienden -incluso- la serie o la película que terminarán viendo. En el consumo audiovisual del siglo XXI, el contenido sigue siendo importante, aunque ya no es lo único para captar la atención de espectadores tan heterogéneos como voraces. El algoritmo y el marketing también hace lo suyo.