“¿Están listos para la mejor noche de su vida?”, disparó Emilia Mernes, tras haber ofrecido minutos antes un aperitivo de lo que tenía preparado para la última función de su residencia en el Movistar Arena. La embajadora argentina del pop urbano coronó este viernes el décimo estadio de esta serie de shows, conquista que se vio opacada por una gastroenteritis aguda que la obligó a posponer varios recitales. Incluso, en aquella ocasión, y frente a un predio abarrotado, tuvo que salir ella misma a escena a explicar la situación. Su médico le había pedido que parara. Lo que disparó las alarmas, una vez más, acerca del sobreesfuerzo (mental y físico) al que se exponen los artistas de la llamada “Generación de cristal”.
Es por eso que tanto su fecha del miércoles pasado como el desenlace tuvieron sabor a revancha (se presentó también el jueves). Por más que ella no pudiera contener su emoción, siempre al borde de las lágrimas, en algunos pasajes de la performance. Se trata de una artista que se entrega en cuerpo y alma, haciendo honor a la expresión, a su público. A lo largo de dos horas, la entrerriana recorrió el aforo de un extremo a otro: de lado a lado y de punta a punta. Para lo que se valió de una especie de puente colgante en el que demostró que si algo le sobra es vértigo y en especial ovarios. Es una honorable alumna, amén de la más austral, de iconos del pop del temperamento de Britney Spears y Beyoncé. Aunque su semblante evocaba al de J-Lo.
De hecho, su último álbum, mp3, rinde tributo a esas influencias, así como a la cultura digital de comienzos de los 2000. Y eso quedó en evidencia en la estética del show, en el que destacaron asimismo todo un universo ataviado de color violeta y la imaginería del videojuego. Luego de que ese noble y ensordecedor fandom reclamara la presencia en el escenario de la estrella pop, aparecieron inicialmente sus músicos y, acto seguido, su cuerpo de baile. Al que luego ella se sumó en la introducción del tema “Facts”, que develó, de la misma forma que sucede en su segundo álbum, el repertorio del recital. Ese reggaetón de intenciones épicas fue escoltado por otro dembow, esta vez de matices R&B: “Cuatro veinte”. La terna inaugural la cerró el G-funk “Jagger”.
Una vez que desenvainó “Intoxicao”, la cantante, dueña una energía deslumbrante, retomó los temas de mp3. “Jet set” levantó el telón del segundo acto. Fueron cinco en total, separados por temáticas, cadencias e intensidades, al mejor estilo de las propuestas en vivo de Taylor Swift y Alicia Keys. Si en ese segmento se mimetizó con la pantalla, para cambiar de vestuario en un probador, más adelante cruzó el estadio (caminando por encima de la muchedumbre situada en el campo) hasta un escenario chico que recreaba una habitación. Ahí se colgó la guitarra acústica. En el medio, entre un episodio y otro, convocó a su compañero Duki, con el que hizo “Como si no importara”, y a Miranda!, para revisitar el éxito del dúo “Uno los dos”.
A su padre, que estaba adelante de todos (junto a su madre), le dedicó el pop ensimismado “Guerrero”. En ese instante, ya había hecho el groovero “Iconic”, el sugerente R&B “La chain” y el soul “Rápido lento”. Jangueó con el pop de sabor reggae “Latin Girl”, le añadió existencialismo a su show con “Mi otra mitad”, metió algo de música dance con “Mi otra mitad”, y entre sus canciones nuevas mechó hits estrimeros del tamaño del reggaetón futurista “Una foto”. Cantó por primera en directo la cumbia “Perdonarte, ¿para qué?” (firmada originalmente con el grupo mexicano Los Ángeles Azules). Sin embargo, ningún tema respetaba al rajatabla los géneros. Lo que da cuenta del atrevimiento de la artista para romper esquemas.
Si Andrés Ciro se detiene a leer banderas al final de sus recitales, Emilia hizo lo mismo con los carteles que le ofrendaron sus seguidoras. Los chicos también dijeron presente en la jornada, así como varios papás, que asistieron al evento para hacerle el aguante a sus vástagos. Un par de ellos luciendo remeras rockeras. En las plateas, una troupe de chicas, jugando a la futurología, intentaba adivinar cada canción que Emilia estaba por hacer. Sólo acertaron con “Los del espacio”, preludio del final. Cuando llegaron “Muñecos” y “La original”, las madres congregadas a la salida del estadio, por la calle Humboldt, hacían tiempo ahondando en sus charlas del grupo de WhatsApp. Mientras sus hijas, tal como vaticinó la artista, atesoraban una noche inolvidable.