La llegada de Javier Milei al gobierno fue la peor noticia para los trabajadores, aunque muchos de ellos lo hayan votado. La aplicación de políticas que destruyen el salario, desmoronan la economía e incrementan el desempleo, golpeó de lleno a los gremios y, sobre todo, a la CGT. A diferencia de otros momentos históricos y políticos, la central obrera no se fracturó, se mantuvo unida a pesar de las diferencias, organizó y cumplió a rajatabla un plan de lucha y se transformó en uno de los actores principales de la resistencia a las políticas libertarias. En estos casi seis meses de gobierno libertario, la CGT protagonizó dos paros generales, movilizaciones multidinarias organizadas por ellos y la participación en otras tantas, como la del 24 de marzo. Para la realización de estas actividades, que se reprodujeron en todo el país, fue preciso un proceso previo de reorganización y el cumplimiento de pactos entre los sectores que la conforman. Ahora, la CGT considera que se convirtió en una de las pocas organizaciones con verdadero músculo político que va más a allá del declaracionismo. Una potencia que muchos de los integrantes de su conducción están dispuestos a ponerla al servicio de un liderazgo político, el de Axel Kicillof.
La cercanía con el gobernador bonaerense no la ocultan. La mayoría de los dirigentes gremiales ven con buenos ojos la administración de la provincia de Buenos Aires, tarea más que compleja, y su crecimiento electoral. La reelección, Kicillof la consiguió superando los números de las elecciones de 2019 e incluso cosechó más votos que la fórmula presidencial en los comicios del año pasado.
Pero esa cercanía tiene, al menos por ahora, una condición que muchos la comentan en conversaciones privadas pero nadie confirma que se la expresaron de manera directa al mandatario. Los dirigentes gremiales, no importa el sector que integren, quieren que Kicillof de muestras de independencia respecto a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. En rigor, era lo mismo que le pedían el año pasado a Sergio Massa e incluso en su momento a Alberto Fernández. Pero esto es algo que recién comienza.
Salvo las conocidas excepciones, una buena cantidad de dirigentes de la CGT tiene una relación por lo menos distante con la expresidenta. Es más, en estos días comentan sobre el intento de CFK de tallar en la definición de la presidencia del PJ nacional. Para este sector de dirigentes gremiales el mejor escenario sería que Cristina Kirchner compita para la presidencia partidaria y dirimir de una vez por todas esta disyuntiva interna.
La reorganización
Ahora bien, el potencial político que la conducción de la CGT que tiene hoy es fruto de un proceso en el que pocos creyeron. Comenzó en tiempos que Francisco Virgilio "Barba" Gutiérrez ocupó, en representación de la UOM, la secretaría de Interior del consejo directivo cegetista. Desde allí se inició un recorrido por todas las provincias donde se buscaba normalizar las regionales de la CGT.
Eran tiempos del gobierno de Cambiemos y las peleas internas dentro de la central obrera estaban a la orden del día. Una intempestiva renuncia de Gutiérrez puso un freno al trabajo que realizaba el coordinador de la secretaría de Interior, Horacio Otero. Esa secretaría la ocupó luego el legendario jefe de la UOM, Antonio Caló, pero estuvo más concentrado en las elecciones interna de su gremio que de la tarea de normalización. Otero pudo profundizar el trabajo una vez que asumió Abel Furlán.
Todas las normalizaciones son controladas por Furlán y aprobadas finalmente por los triunviros, Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano. Esto le permitió a la CGT contar con representaciones reales en las provincias y que además tengan incidencia en la política local. Son las que se movilizan cuando llega la orden desde la sede de Azopardo. Es lo que en la Secretaría de Interior definen como "el orden necesario para activar políticamente".
Desde que hay más de 70 regionales normalizadas los plenarios de regionales dejaron de ser un encuentro formal. Los que dirigentes que llegan a estos encuentros vienen como representantes de la CGT local y lo acordado luego se baja a las zonas de influencia. La llegada de Milei y sus políticas antiobreras, le permitió a la CGT descubrir la importancia de la normalización de las regionales. El grupo de Whatsapp de las regionales está aceitado, dicen en la Secretaría de Interior y muestran como ejemplo las movilizaciones del 24 de enero, las del 8 y 24 de marzo, el 23 de abril y la última, la del 1° de mayo.
Por estos días, entre los gremios que integran la CGT existe la necesidad de volver a movilizarse contra la ley Bases y el paquete fiscal. Para este lunes Moyano convocó a un plenario de regionales. La intención es movilizar el día que se trate en el Senado este par de proyectos. Lo reclaman los gremios de la industria pero también los del transporte organizados en la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). Este lunes estará solo Moyano. Es que buena parte de la conducción cegetista está ya en Ginebra, Suiza, para participar de la asamblea de la OIT. Entre los que viajaron hay algunos que creen que estos proyectos serán aprobados, incluso con modificaciones, pero consideran que aún así son malos pero no tanto como el DNU 70/2023.