Hasta este viernes puede visitarse de 11 a 19 en el Espacio Multicultural Fundación San Cristóbal (Italia 646, Rosario) la muestra Provocación del azar, que con curaduría de Adriana Armando y Guillermo Fantoni reúne 33 collages inéditos de Juan Grela.

A 110 años de su nacimiento, esta exposición celebra al pintor fallecido en 1992 con obras preservadas en carpetas por su familia, y cuyo montaje austero es fiel al espíritu experimental con que Grela despliega el rigor de su oficio compositivo en una búsqueda lúdica a través de materiales encontrados, que formaban parte de su vida cotidiana. Es una obra madura, realizada en sus últimas décadas de vida con la solvencia de medio siglo de ejercicio del arte y la docencia, pero con un asombro poético y una inmediatez tales que preservan la efervescencia de su novedad. 

Con jirones del mundo construía estas obras, con los restos del día. Estos cuadros son frágiles cartones protegidos en materiales traslúcidos que dan a la calle, cuyos instantes entran reflejados a través del ventanal y forman así nuevas composiciones. Puestos a jugar, se les superpone el azul de un colectivo, la grilla de los edificios. El ejercicio fotográfico amateur de componer en la toma (rectángulo del teléfono de por medio), o mirar recreando (recreando en todo sentido), permite intuir que bajo la superficie del azar provocador y dadaista hubo un rigor constructivista, una escuela cubista del collage, una academia del oficio que se regocijaba en equilibrar pesos visuales y articular colores, así fuesen encontrados.

El azar, según el discurso curatorial de la muestra, basado en testimonios del artista, es el método que éste aprende leyendo sobre Hans Arp o Jean Arp, artista de vanguardia entre el surrealismo y el dadaísmo, y uno de los muchos que reseña su colega Hans Richter. Por uno de esos azares tenemos en nuestra biblioteca y bien a mano "Dadá", de Richter. Allí, de primera mano, evoca Richter las discusiones internas del dadaísmo: "La adopción del azar tenía otro propósito ulterior, secreto, el de restablecerle a la obra de arte su primitivo poder mágico, y recobrar la inmediatez que había perdido en contacto con el clasicismo... la aceptación absolta del azar nos llevaba al ámbito de la magia, los conjuros, los oráculos y la adivinación 'desde las entrañas de los corderos y los pájaros'".

Juan Grela no creía en la magia sino en el azar. No sólo encontraba colores y formas, sino texto. Se leen decisiones lúdicas de poeta en la inclusión de fragmentos de papel. Una esquirla de su propia biografía en inglés y en letra chica, a medias ilegible por la fragmentación y por la barrera idiomática, funciona como textura visual y como un gris necesario. La carcajada aflora ante la escansión como chiste: una caja de té La Morenita se transforma, vía recorte, en "te la mor". Casi, casi un "te lamo" y un "te amo" a la vez. 

Es un humor de calle, de peluquería (se ganó la vida muchos años como peluquero), y hay sin duda un registro amoroso del sentido de la infusión en la intimidad compartida. En otro collage, está el nombre de la amada artista en una ficha de obra en su propia caligrafía, la de ella: Aid Herrera, ocupando un lugar bien perceptible cerca del suyo. 

Lo políticamente incorrecto del viejo marketing del té no se termina en el diminutivo de la mujer marrón. El dibujo impreso de un soldado de la guardia real británica, con su casaca roja y su alto casco peludo, lo muestra sorbiendo con distinción el contenido de una taza. Juan Grela lo recorta formando un círculo, como una figurita más del álbum imaginario de figuritas de cartón de jugadores, y le arrima una pequeña estampilla con la escarapela argentina. El gesto es discreto pero como metonimia no es nada menor, considerando la fecha, con el conflicto armado de Malvinas ahí nomás en el tiempo. 

Sí formalismo, para sus maestros del PC, era mala palabra, entonces que la forma sea una red donde pescar materia, y que esa pesca sea una acción política de lectura crítica de la realidad. Las calles tenían una velocidad más lenta a mediados de los 80, cuando el bienvenido paisaje de afiches electorales con que regresó la democracia perduraba en los muros con sus jirones de papeles desgarrados. Eran capas gruesas, como cortezas o costras y (crisis mediante) había quienes las arrancaban para vender el papel por peso.

Esos palimpsestos de collages involuntarios signaron una estructura de sentimiento de época que la entrenada sensibilidad de Grela no podía dejar de ver y de captar en su espesor político. Estas fugaces impresiones consignadas aquí tendrán más sentido tras la lectura de tres textos en torno a estas obras y a otras del maestro en este periodo: los del catálogo digital por Adriana Armando y Guillermo Fantoni (ilustrado con las obras de la muestra a todo color y accesible gratis a través del código QR impreso en el volante de la muestra) y la tesis de maestría de Patricia Frey, discípula de su discípulo Rodolfo Perassi, publicada este año en forma de libro y digitalizada aquí content (unr.edu.ar)

Armando y Fantoni vienen estudiando y exponiendo la obra de Grela desde el año 1983, cuando con sus collages y tallas en madera inauguraron la inolvidable galería Miró, en la galería Santa Fe. Esta muestra actual conserva la frescura de aquel primer encuentro.  

 


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