Hay veces donde las historias en primera persona ilustran el funcionamiento de una sociedad entera. Esta es una de ellas. En una casa en Bahía Blanca se encuentra una familia unida por la adversidad; Lorena es madre de Natalie, una joven de 27 años con discapacidad. La vida de Natalie fue una búsqueda constante por encontrar su identidad; desde su vocación artística hasta su transición de género. “Vos como mamá durante la infancia o adolescencia podes encontrar diferentes terapias y actividades para una hija con discapacidad, pero llegan los 18 años y se terminan todas las opciones, solo queda la psicóloga. Y en algunos casos al no poder trabajar, no hay referencias por fuera de la casa, no hay mundo exterior”, comparte Lorena. ¿Qué lugar existe en la sociedad para la discapacidad? Y sobre todo, ¿brindamos espacios para desarrollar la subjetividad de aquellas personas, o solo atendemos a las necesidades físicas?
Natalie es actriz y ganó el premio del Concurso Iberoamericano de Cine en su primera actuación en el corto “Soy yo”, donde justamente abordan la pronunciación de la primera persona en la transición de género. El crecimiento artístico fue posible por una sociedad organizada. Natalie comenzó su carrera artística con un taller de comedia musical en la ONG Creeser: “Las profesoras cuando me presenté nunca me dijeron nada, era la primera vez que me pasaba que me aceptaban como soy”. Tras cultivar un vínculo con dos de las profesoras, Agustina y Carolina, Natalie las siguió a su propio proyecto: Cemiya, una compañía de teatro accesible y diversa. Allí asisten adultos y jóvenes ciegos, con Asperger, con síndrome de Down y actúan e incursionan en el mundo teatral. El lema principal de Cemiya es una frase de Marie Pierre Caire, una madre activista por la discapacidad: “no debería haber nadie en el mundo que necesite ser incluido en un mundo que le pertenece”.
Uno de los temas centrales a la hora de pensar la vida con discapacidad es el hogar. En palabras de Lorena, “ella sabe que va a tener que vivir acá en casa el resto de su vida. Si bien se maneja sola en colectivo, se compra sus cosas sola, a veces con la discapacidad estás muy encerrado. Estos lugares le permitieron salir al mundo y encontrarse. Sin estos talleres, los adultos no tienen otros lugares de contención más que geriátricos; y quizás tienen treinta años, y están allí porque no tienen otro espacio”.
En el 2023 Nata comenzó un taller de pintura: Los Chopin. Allí conoció otros compañeros con discapacidad e historias más solitarias que la suya. Tal es el caso de uno de sus amigos, Juan, o “el poeta”, apodo que le adjudicaron por su improvisación de poemas al saludar a las personas. Tiene cuarenta años y al no tener una familia que pueda hacerse cargo de él ni tampoco contar con los medios necesarios para pagar un acompañante en su casa, vive en un hogar. “Al poeta le encantaría vivir en una casa, pero no puede vivir solo por su discapacidad, y tampoco pagar un tutor. Su mayor deseo es ser adoptado, aunque tenga cuarenta años”, comparte Natalie.
El poeta y Natalie, asisten a estos talleres en Bahía donde pueden aprender a expresarse, donde son valorados, y se encuentran con otros por fuera de la atención a la discapacidad. Son artistas, y por suerte la pintura y la dramaturgia se presentan como un espacio propio; por fuera del resto de las configuraciones sociales.
¿Cómo hacer para que el cuidado no limite el desarrollo personal y el disfrute? “Es difícil como papás preparar a tu hija para un mundo cuando tiene una discapacidad y es trans. Fue todo un proceso, pero creo que ella sabe cuidarse y tiene estos espacios donde la respetan y la dejan desarrollar artísticamente. Es su profesión”, menciona Lorena, con una sonrisa emocionada.
En Argentina, casi nueve de cada 10 personas con discapacidad en edad de trabajar no poseen empleo, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (Indec). Las dificultades para conseguir trabajo por esta causa afecta al diez por ciento de la población argentina que vive con algún tipo de discapacidad. Natalie no solo encontró un trabajo, sino una identidad. Gracias a los espacios que se organizaron en Bahía y una familia presente, Natalie pudo concluir con fuerza y seguridad: “yo soy actriz y mujer, corta la bocha”. Una vez más, “ser”, trasciende la enunciación, y se convierte en una elección de vida.