“El conurbano es, para mí, el lugar donde me formé. Siempre digo que el conurbano te modela, porque ese tiempo que yo usaba cuando era joven para llegar a la capital, para hacer trámites o estudiar, lo bien gastaba leyendo revistas, historietas y después libros. Me hizo lector y después me hizo escritor, o sea yo le debo mucho, por eso tengo una mirada distinta de la que tiene la gente de capital con respecto a nosotros, los que vivimos en la periferia o más allá de la General Paz.”
Rafael Curci es dramaturgo, director, escritor y teórico de teatro. Nació en Montevideo (Uruguay) en 1963, aunque desarrolló gran parte de su trabajo profesional en Argentina y en Brasil. Discípulo de Javier Villafañe y Ariel Bufano, se formó en el Taller Escuela de Titiriteros del Teatro San Martín de Buenos Aires. Integró El Grupo de Titiriteros de esa misma institución desde 1988 hasta el año 2005. Pero cuando le pregunto cómo le gustaría definirse, me contesta que ante todo es narrador. Un narrador que utiliza distintas herramientas y disciplinas para poder comunicar aquello que lo inquieta y se vuelve materia prima para la ficción. Este es el caso de “Misterios Conurbánicos”, libro en el que está trabajando y que saldrá en septiembre de este año.
-¿De qué se trata “Misterios Conurbánicos”? ¿Es un libro de ensayos, un cómic, una novela?
-Yo creo que el libro tiene la estética del conurbano, o sea, la antiestética, lo que no es “Lo Estético", lo que está todo entrecruzado, mezclado, hibridado. Una serie de cosas que en sí no son, parece, conducentes, pero que en realidad sí están conectadas entre sí. Entonces el libro es esto que te contaba, la posibilidad de poder ficcionar en un territorio que supuestamente es siempre adverso, que no es favorable para nada, para vivir, ni para transitar, y mucho menos para poder imaginar, supuestamente. Para mí el gran desafío de este libro es poder generar ficciones a partir de las temáticas que propone el territorio, concretamente estos misterios que siempre envuelven las casas, las estructuras abandonadas, los tanques de agua con formas extrañas, los lugares que aparentemente están poseídos por alguna entidad maléfica, los platos voladores, la gente que históricamente lo transitó. Por ejemplo, Borges, hay una historia con Borges que cuento.
-A ver contame la de Borges...
-Sabemos que Borges vivió y tuvo una casita a tres cuadras de la estación de Adrogué. En una de las historietas, yo estoy esperando el tren ahí, y aparece él preguntando “¿dónde estoy?, me perdí”. Yo le cuento que está en Adrogué y entonces huele y siente los eucaliptos. Se acuerda y yo lo acompaño hasta la casa a ese Borges, que es un alma en pena y a medida que vamos avanzando hasta su hogar, él se va poniendo más joven. Cuando llegamos a la puerta, a tres cuadras de la estación, Borges ya es Jorge, un nene con pantalones cortos y en la vereda lo esperan la mamá y la hermana. Cuando me despido, él desaparece y se lo lleva el viento, los eucaliptos mágicos, estos que él tanto admiraba, y que sin querer queriendo lo hicieron regresar desde Ginebra. El olor a los eucaliptos y el vaso de leche que le daba su mamá antes de dormir.
Rafael volvió a la provincia de Buenos Aires cuando terminó la pandemia, antes había estado viviendo entre Uruguay y Brasil. Pero dice que la mayor parte de su vida la vivió en la zona sur del conurbano, Avellaneda, Gerli, Lanús, Banfield, Remedios de Escalada, Lomas de Zamora. Hace dos años se instaló en Laferrere, el oeste no le era tan conocido.
“Hay como una idea muy despectiva sobre el conurbano. Se lo ha estigmatizado, siempre ha tenido muy mala prensa. Si bien es un lugar un poco más adverso que la Capital Federal, han cambiado muchas cosas en los últimos años y yo creo que no es nada más que una barrera simbólica la General Paz, una barrera física. Los medios de comunicación siempre lo han nombrado como un territorio peligroso y terrible de donde no puede salir nada bueno y yo estoy totalmente en desacuerdo. Músicos, artistas, ingenieros, científicos, profesionales han salido siempre de acá y han aportado un montón de material en todas las áreas, entonces yo trato de que esa barrera no sea para separarnos, es decir, yo creo que somos todos bonaerenses. Me gustan más las palabras que involucran al conjunto, no al individuo, somos bonaerenses".
-Cuando viviste en Buenos Aires, ¿siempre elegiste el conurbano?
-Yo no tengo casa propia y me voy desplazando por distintos lugares de la provincia, porque es más fácil conseguir vivienda acá que en la Capital Federal. En CABA es muy difícil y muy caro, entonces hay cosas que son porque sí y uno no las padece, yo trato de aprovechar estas circunstancias para generar cosas interesantes, lindas y que me ayuden a seguir adelante. Es un territorio que me parece apasionante.
El libro cuenta además con los dibujos e ilustraciones de nueve artistas: Marcelo Basile, Tomás Coggiola, Carlos Dearmas, Sergio Ibáñez, Javier Mattano, Edu Molina, Matías Muzillo, Diego Rey y Elmo Rocco.
Dentro de “Misterios Conurbánicos” hay monólogos, una obra de teatro, ensayos, crónicas periodísticas. “Por eso digo que tiene la estética del conurbano, es un poco de todo y entre ese todo va a representar algo. Como es un conjunto de metáforas este libro, pienso que van a encontrar el significado y la potencia cuando lo lean en su totalidad. Entonces para poder explicarte el conurbano yo tengo que echarle mano a un montón de elementos, no una narrativa lineal, sino que la tengo que componer de alguna forma. Por eso aparecieron las fotos, los dibujos, la convocatoria que hice a los dibujantes e historietistas.”
El libro encontró casa en la editorial Comic.ar (editorial de City Bell) dirigida por Tomás Coggiola y se va a presentar entre septiembre y octubre de este año.
-¿Tuviste que investigar para realizar el libro o eran historias que ya sabías y habías escuchado antes?
-Hay un trabajo de investigación dentro del mismo libro, sobre las devociones populares y las supersticiones, en qué cree la gente hoy en la actualidad.
Yo que vivo en Laferrere, hice un trabajo de campo que involucra ocho manzanas en total, donde en las ocho manzanas encontré por lo menos doce altares del Gauchito Gil, la Difunta Correa, murales con las nuevas devociones, chicos que cayeron abatidos por la policía, y se les hace un altar, y se les encienden velas. Se van incorporando nuevas figuras, nuevas presencias, nuevos mártires constantemente. Aparte de eso, en el medio tenés una historieta que habla de la Sirena de Gerli o de un tanque de agua que hay en Monte Grande y que parece un plato volador. Hay mucha ficción sobre los alienígenas, es un tema recurrente. Por eso te digo, es el conurbano al palo. Yo le tengo mucha fe, porque es tan raro y tan extraño como libro, que tal vez eso haga que a la gente le llame la atención y se lo ponga en el bolsillo para leer. Ideal para la dama, para el caballero, y para viajar en el tren. Creo que es el libro que yo hubiera querido tener para leer cuando viajaba de Lomas de Zamora a capital para trabajar en una empresa.
¿Me contás la historia de la Sirena de Gerli? No me aguanto hasta que salga el libro.
-La Sirena de Gerli es una estatua que apareció en la estación, a unos pasos del puente. Y nadie sabe por qué hay una sirena tan lejos del mar, encima está colocada abajo de un puente que está seco. Se sospecha que esa sirena, cuando se inunda se va por las aguas, y nada por el barrio. Y ahí tengo un encuentro con Pedro Saborido, que vamos a buscar a la sirena para fotografiarla, y la encontramos, esa es otra historieta. Entonces esto está bonito, porque estás leyendo de repente un ensayo, un trabajo sobre una curandera que hice de acá de Laferrere, y de golpe pasás a ver una historieta, como la del King Kong, el muñeco que trajeron de la película que se sospecha que se desmontó acá en Sarandí, y yo hago una ficción con eso, es muy variado.
¿Estás con otros proyectos teatrales?
-Tengo un proyecto, un espectáculo que se llama Detritus, basado en el universo de Samuel Beckett, en todas sus obras. Es un espectáculo sin texto, pero que tiene una dramaturgia muy potente, con un solo títere, es una especie de viejito post-apocalíptico, un sobreviviente que tiene una serie de cassettes desparramados por la mesa donde él transita, y los va escuchando tratando de recomponer su historia y encontrar por qué llegó a esa situación. Está en un abandono absoluto, está demediado el tipo. La voz es de Germán Baudino, que es un gran actor argentino, amigo, queridísimo, que nos dio su voz para poder hacer toda la parte del audio del trabajo. Y con buen viento a favor lo estrenaría el año que viene, una vez que esté terminado. Sigo trabajando con Neila Gonzaga, que es mi asistente, que me acompaña hace muchos años, y ella va a hacer la parte técnica, por eso estoy confiado. Pero el teatro lo tengo más en suspenso. Ahora le estoy metiendo todas las pilas a este libro para ver qué hay del otro lado, qué hay más allá del ámbito de las artes escénicas en Argentina, tratando de expandirme.
-¿La crisis te está afectando en tu desarrollo como artista?
-La situación se puso muy complicada en Argentina para la gente que hace cultura, hasta peligrosa, hay que reformular todo pareciera. Yo antes podía encarar varios proyectos a la vez, ahora tengo que hacerlo de a uno.
No está quedando dinero para ir al teatro, para ver espectáculos ni para tomar talleres, entonces el proyecto teatral, concretamente lo que yo hago en teatro, lo puse en el freezer y lo voy a producir de mi bolsillo como hago todo, estoy dándole prioridad al libro para después poder ocuparme del espectáculo de teatro.
Indudablemente estamos siendo atacados todos los sectores de la cultura, hay una represalia muy fuerte contra nosotros y estamos en la defensiva, de alguna manera, tratando de sostener proyectos, como hicimos siempre, nunca fue fácil. Pero lo peor es quedarse quieto porque te comen la cabeza estas situaciones, ¿no?
Entonces, por suerte, cada tanto aparecen cosas buenas, esto es un ir yendo y me parece que lo fundamental es no quedarse paralizado ni estático y seguir creyendo que el arte es un alimento tan necesario como el pan nuestro de cada día.