La República Democrática del Congo (RDC) es una herida abierta. La llaga supura desde la época del comercio de esclavos. Se estima que habitaban este país hasta un millón de los que fueron llevados encadenados a América. Después siguieron la sangrienta colonización belga, el asesinato del héroe nacional Patrice Lumumba, la extensa dictadura de Mobutu, las guerras internas permanentes en la frontera con Ruanda, la intervención de los estados vecinos en su territorio, casi siete millones de desplazados en la actualidad y un reciente y frustrado intento de golpe de Estado. Parecen demasiadas tragedias juntas para una sola nación independiente. Y en buena medida se deben a sus riquezas incalculables y a su posición estratégica en el centro de África. Su crisis humanitaria no figura en el radar de la prensa occidental. Es apenas una viñeta cuando hay una masacre cometida por cualquiera de las 120 facciones que luchan en su amplia geografía.

La intentona de derrocar al presidente Félix Tshisekedi el 19 de mayo pasado parece una remake de la película Walker. Una sátira de 1987 sobre el filibustero con ese mismo apellido de origen estadounidense. William Walker se autoproclamó presidente de Nicaragua después de invadirla en 1855. En el Congo de hoy, algunos de los golpistas también provenían de EE.UU como aquel aventurero del siglo XIX. Su líder Christian Malanga era un refugiado congoleño radicado en el estado de Utah desde los años ‘90. Murió en el putsch fallido después de hacerse filmar con su grupo en ropa de fajina y con armas largas mientras pretendía tomar el poder en Kinshasa.

No fue el único estadounidense sorprendido en la aventura improvisada. Lo acompañaba su hijo Marcel, un joven jugador de fútbol americano y un par de hombres blancos: Benjamín Reuben Zalman-Polun y Tyler Thompson. Todo terminó muy mal para el comando integrado por unas pocas decenas de hombres. Apenas lograron tomar por unas horas el Palacio de la Nación, donde tiene sus oficinas el presidente y rodear la residencia de otro político oficialista. Christian Malanga transmitió en directo momentos del golpe desbaratado. Fue lo último que hizo. Se resistió a la detención y terminó muerto.

Su hijo Marcel y Thompson son dos jóvenes amigos veinteañeros que terminaron detenidos entre sollozos. Sus familias dicen que fueron llevados al Congo engañados. La del segundo, también residente en Utah, creía que había viajado de vacaciones. El caso de Zalman-Polun es diferente. Graduado de la Universidad de Colorado, había sido socio de Malanga en una empresa que extraía oro en Mozambique en 2022. Figura en el boletín oficial del Estado de ese país y en un informe del sitio Africa Intelligence. Los dos también tenían antecedentes penales en Estados Unidos.

La diferencia de Malanga con la tropa que había reunido para tomar el poder en el Congo es que siempre tuvo ambiciones políticas. Nunca abandonó la idea de gobernar su país de nacimiento, el segundo en tamaño del continente detrás de Argelia. Hizo el servicio militar en África, alcanzó el grado de capitán, pero una y otra vez intentó posicionarse como opositor desde su declamado autoexilio. Fracasaba siempre.

Tampoco era un outsider de la política en EE.UU. Solía mostrarse en Facebook con miembros de la Cámara de Representantes: los republicanos Rob Bishop, por Utah y Peter King, por Nueva York, ya ex congresistas.

Malanga se presentaba como presidente del Partido Congoleño Unido. Acaso premonitorio, en su red social donde todavía está su fotografía junto a la bandera de la RDC, decía: “Un solucionador de problemas que está listo para poner fin a la corrupción y el estancamiento político en Kinshasa”. La descripción de sus últimos momentos y de sus atribulados seguidores se cuenta en detalle en el diario en francés congovirtuel.com.

“Mi hijo es inocente”, escribió la madre de Marcel, Brittney Sawyer, en un correo electrónico enviado a AP, “en el que no quiso dar más detalles”, informó la agencia. En la familia de Thompson dijeron otro tanto: que Tyler no tenía conocimiento de las intenciones de Malanga, “ya que se suponía que viajarían sólo a Sudáfrica y Eswatini, antes conocida como Suazilandia”, declaró su madrastra, Miranda Thompson.

Ahora los dos están detenidos entre decenas de los que intentaron tomar el poder en Kinshasa. El sueño de un “Nuevo Zaire” que fantaseaba en sus sueños el bueno de Malanga quedó trunco.

Para Cole Patrick Ducey, un ingeniero y empresario que se vio involucrado por error en el golpe fallido, los estadounidenses que encabezaron el intento de derrocar al presidente Tshisekedi “son ególatras impulsados por la codicia”. A Ducey se lo relacionó con la aventura porque Malanga y Zalman-Polum aparecían con él en un documento de la empresa que extraía oro en Mozambique. Contó que lo habían invitado a ver concesiones mineras en la excolonia portuguesa “pero nada funcionó, no hice negocios con ellos. No he hablado en varios años”, declaró.

La hipótesis de que el grupo incursor cayó en una trampa o fue traicionado por complotados del mismo gobierno congoleño, todavía no está descartada. Aunque resultan casi bizarras las condiciones en que se dio la intentona filmada por Malanga y los suyos, y en la que también aparece Zalman-Polum, la RDC es un país que soporta hace décadas la violencia para fragmentar su territorio, sobre todo en las provincias del este, Kivu del Norte y Kivu del Sur.

Casi 7 millones de desplazados por los combates entre milicias rivales – la más poderosa, el MP 23 (Movimiento 23 de marzo), comandada por tutsis y aliada de Ruanda -, el ejército, las incursiones desde los países vecinos y las zonas en disputa por la extracción de recursos minerales entre China, EE.UU y los países europeos, no dejan de estimular la tensión en una zona de guerra continua.

Dos tercios del coltán – llamado el nuevo oro negro - y un 50% del cobalto de todo el mundo, son claves para fabricar baterías de celulares. Solo en la región de Kivu Norte hay oro, uranio, cobre, diamantes y minerales raros como la turmalina y el wolframio. Washington acelera la búsqueda de una cadena de abastecimiento de metales. Los quiere para la Reserva Nacional de Defensa (NDS) que alimenta su industria militar. Teme quedarse sin ellos y su mira se posó una vez más en la sufrida República Democrática del Congo, donde predomina hace años China.

La principal víctima de esta geopolítica de extracción indiscriminada es la población. Las principales beneficiarias son las grandes multinacionales que fabrican componentes electrónicos y sus socias mineras.

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