¿Cuáles son las consecuencias de recurrir a la importación como una forma de bajar los precios? ¿Puede funcionar una apuesta de ese tipo? Los analistas consultados por Página/12 coinciden en resaltar los peligros a corto, mediano y largo plazo de esta política que ya se ha aplicado en otros periodos neoliberales de la historia argentina.   

"Es un mito que abrir importaciones haga una diferencia real en la baja de precios de los alimentos, no ha sido una herramienta efectiva. Y en contrapartida, el impacto negativo por la destrucción de empleo y la industria nacional es brutal. En un contexto en el que hay una retracción de más de 21 puntos en toda la industria, y una caída tan estrepitosa del consumo, es además firmar la condena al empleo y la industria argentina", advierte la exsecretaria de Comercio, Paula Español. El dato contundente y doloroso de contexto que cita es el de la caída del 20 puntos en el consumo de leche. "Están matando el consumo interno y están matando la producción local. Sabemos lo que pasa cuando se estimula la importación, porque lo hemos vivido: cuando sólo quede el importado, subirán aún más los precios".

"Lo que pueda haber de baja de precios depende más de la recesión generalizada que de la competencia que puedan generar los supermercados con los importados. Que por otra parte, son un sector minoritario de la distribución, que ronda el 30 por ciento", apunta. Y plantea la cuestión con estricta lógica: "Si el supermercado vende a 1.000 pesos un producto, y es el que importa, y trae el importado a 700: ¿por qué lo va a vender a 700, si puede ponerlo a 950? Si hay una baja en todo caso es, nuevamente, por la falta de ventas".  

Destaca además que son muchas las pymes que fabrican las "marcas blancas" (propias) a los supermercados. "Si empiezan a armar la línea de producción en otros países, le pega a Bimbo y Fargo, que es una multinacional y que ya está despidiendo, pero también a muchas de estas firmas nacionales pequeñas. El impacto en el empleo es para todas", analiza. 

La importación de alimentos y productos de higiene es un proceso mucho más complejo que los de otros productos, por los distintos controles que atraviesa. La investigadora de Conicet Anahí Rampini observa que, por esto, existe una gran concentración en las importadoras alimenticias. "El incremento en el número de importadores sería una condición necesaria para fomentar una mayor competencia y estimular la reducción de precios. Hoy es poco probable que se logre en sectores tan concentrados como el sector alimenticio", suma al análisis.

Y el economista del CEPA Guido Bambini recuerda que hay muchas empresas alimenticias argentinas que tienen sus casas matrices en el exterior y que, en este estado de cosas, rápidamente pueden generar un esquema de importación de productos. "Veinte empresas son las que controlan el 75 por ciento de la góndola de los supermercados y esto queda evidenciado cuando (el ministro de Economía, Luis) Caputo se termina juntando con supermercadistas y empresas alimentarias", dice.

El caso de las pavas eléctricas

La especialista en desarrollo productivo Agostina Monti Salías viene analizando los volúmenes y características de las importaciones argentinas, y ampliando el espectro observa una "desregulación" general que favorece las importaciones, aun con los pagos a importadores "pisados" por la falta de dólares. Trae el ejemplo de otro sector: el de las pavas eléctricas.

"Son productos protegidos contra el dumping por la regulación de la Organización Mundial del Comercio, para evitar que un producto que se produce en un país mucho más barato inunde un mercado y dañe su industria. Las pavas eléctricas tienen dumping contra China. De repente este año comenzaron a llegar procedentes de Malasia. Con la flexibilización de los controles, la sospecha es que el certificado de origen está mal, vienen de China, donde se hicieron siempre. Entran a un precio mínimo de 12 dólares. Pero el precio de venta queda similar al anterior: no bajó. Alguien en toda la cadena está ganando mucho: el importador, el distribuidor, el comerciante, o todos. Pero el consumidor, seguro que no".