El interrogante que más insiste con respecto a la ultraderecha argentina se refiere a la adhesión que aun suscita en sectores amplios de la población. 

En efecto, un gobierno que no gobierna, un grupo de funcionarios inconsistentes y crueles, una agrupación de políticos bizarros que parecen testimoniar de una mutación antropológica en el centro del neoliberalismo provocan en el mundo la pregunta crucial: porqué un experimento con un coste de dolor tan amplio para la sociedad argentina no solo es soportable sino que parece estar apoyado por una fe inquebrantable.

Responder a esto exigiría un conjunto de lecturas que sepan al menos caracterizar en qué tiempo histórico vivimos y si somos contemporáneos de algo nuevo y distinto. Pero mas allá de la necesaria reflexión teórica y crítica con respecto a la tragedia que le toca vivir a la Argentina, la única posibilidad de responder a esta situación siniestra es no dejarse subyugar por la foto fija de las encuestas y los votos obtenidos.

Las encuestas y el sistema de votación nunca logran captar ciertos momentos privilegiados de lo micropolítico y de su capilarización en el tejido social. El supuesto 50 por ciento de apoyo del que dispone el ultraderechista se puede volatilizar de un instante a otro, y entonces puede emerger la verdad del militante, la verdad del que no cede, y entrega su vida a la más inmediata de las urgencias: combatir el hambre. Ya sabemos de quién estamos hablando.

Esta es la hora de quien no se deja obnubilar por el peso inerte de los números y abraza la verdadera causa, la verdadera razón por la que ha decidido entregar su vida a la justicia.

Frente al nihilismo de las encuestas, la verdad incondicional de la justicia social; no importa lo que digan si alguien ha decidido no prestarles mas atención. 

En cada hombre y en cada mujer, uno por uno, en donde vibre una sensibilidad por la justicia y por el otro, un nuevo lazo social, un nuevo amor va abriendo su camino. Los días de la nueva política estan por venir.