A priori, la inminente The Acolyte (Disney+ estrenará el martes 4 los dos primeros episodios) cuenta con un gran punto a favor. La sexta producción live action de Lucasfilm sucede en una galaxia aún más lejana que lo habitual. No se interconecta temporalmente ni con lo visto en las dos trilogías cinematográficas, ni con lo contado y explotado -con mejor o peor suerte- en las series The Mandalorian, The Book of Bobba Fett, Obi-Wan Kenobi, Andor y Ahsoka. Así que no habrá que rezarle a Yoda o hacer cuentas con C-3PO para tratar de entender cuándo transcurren estos ocho capítulos. Tampoco si alguno de los personajes tiene el tatuaje de Jabba The Hutt o un ewok como objeto de apego. Está la Fuerza, eso sí, y con eso –al parecer- basta.

La historia transcurre durante la Alta República, la era dorada de los Jedi, un siglo antes de que los midiclorianos en la sangre de Anakin Skywalker enturbien el horizonte. Lo cierto es que la tan mentada calma y prosperidad sólo era creíble para algún antepasado de Jar Jar Binks. Y eso queda claro con ese derroche de wuxia y western que sirve de catalizador para la serie. En un bar mugroso y polvoriento un grupo de los caballeros luminosos recibe una visita inesperada. Y vaya si la forastera logra su cometido de vendetta. Los testigos apuntan como responsable a Mae (Amandla Stenberg), una padawan que abandonó su entrenamiento y ahora oficia de electricista en naves interestelares. Sol (Lee Jung-jae), su antiguo mentor, se siente responsable de su suerte y quiere encargarse de la investigación. “Estamos en una era antes de las precuelas, los Sith todavía no han emergido, así que aquellos que tantean el lado oscuro de la Fuerza lo hacen en secreto. Esta situación es ideal para que exploremos el misterio de una cadena de homicidios”, dice la protagonista entrevistada por Página/12.

Sin entrar en el terreno del spoiler, la trama concebida por la showrunner Leslye Headland (Muñeca rusa) se hila con las alegorías bíblicas y fraternales de George Lucas. El título, sin ir más lejos, apela a ese carácter religioso presente en esta fructífera odisea narrativa. Cada episodio guarda alguna vuelta de tuerca y revelación, llámense Indara (Carrie-Anne Moss de Matrix), sea un aquelarre de brujas o un enmascarado con sable rojo. Sin embargo, uno de los aspectos más sugestivos de The Acolyte es invitar a repensar los tantos, o sugerirlos, desde el otro lado de la balanza. ¿Apropiarse de niños en nombre de una organización monástica? ¿Actuar como una secta iluminada sin rendirle cuentas a nadie? 

“Los Jedi justifican su dominio en nombre de la paz, pero esa paz es una mentira”, lanza Qimir (Manny Jacinto), un contrabandista que se la tiene jurada a los que manejan la Fuerza. “Hay toda una serie de personajes que no habían sido trabajados en Star Wars, y acá le suman otra capa al asunto: ¿Quién tiene la razón? ¿Quién está equivocado? ¿Quién está iluminado o en la sombra?”, seduce el intérprete.

-¿Cómo fue interpretar a estos personajes que no son tan fáciles de ubicar en una caja?

Amandla Stenberg: -Es que Star Wars es la historia de la dualidad. Una interpretación del Ying Yang. La oscuridad y la luz. Acá se interconectan con otra complicada historia familiar.

Manny Jacinto: -Lo que me gusta de mi personaje es que no se preocupa por lo que está bien o mal. Es una buena representación de alguien subjetivo y que puede servir a la audiencia. Es alguien común que tiene que actuar en situaciones muy específicas y problemáticas. Qimir es un poco como Han Solo pero sin su carisma (risas).

-Sus personajes no usan sables láser. Es más, los Jedis tampoco son los buenazos en esta ocasión…

A. S.: -Objetivamente deberían ser los buenos. Son los guardianes de la civilización. The Acolyte es más sobre la complejidad moral dependiendo del punto de vista que lo analices, siempre va a haber responsabilidades y fallas. Son personajes que se equivocan y eso hace a su toma de decisiones. Es genial poder ver los inicios de lo que luego será Anakin Skywalker, el Jedi que se sumergió en la corrupción de su persona.

-Los primeros minutos van al hueso. Se presenta esa lucha como una danza que rompe las leyes de la física, muy acorde al wuxia. ¿Vieron muchas películas de ese género?

A. S.: -Leslye, nuestra showrunner, fue muy insistente con El tigre y el dragón, Kill Bill y Los siete samuráis. Pero como todos lo saben, Star Wars era en sí un homenaje al cine de arte marcial y guerreros asiáticos. Seguramente sea el más famoso de la historia del cine. Así que tuvimos bastante de apoyo.

-El contexto es el de la Alta República. ¿Eso les dio más autonomía?

A. S.: -Totalmente. Es una época previa en la línea temporal conocida así que se trata de sembrar y explorar las raíces. Estaba en algunas novelas y comics canónicos, pero visitarlo así fue increíble.

-The Acolyte no ofrece los típicos regalitos o vínculos directos con otras series o películas de la franquicia. Dicho esto, ¿de qué personaje de Star Wars podrían haber recibido un buen consejo?

A. S.: -Uauuh. Creo que Qui-Gon Jinn. Es uno de mis personajes favoritos de la saga porque además de dar recomendaciones, analiza las situaciones, es muy compasivo con los nuevos. Es uno de los pocos personajes que realmente empatiza con el que está atravesando dilemas personales en vez de cantarle la justa. Me gusta eso.

-¿Qué pasa con los hermanos, hermanas y gemelos en esa galaxia?

A. S.: -Tenemos a dos personajes muy cercanos que han sido separados por muchísimos años (se ríe). Solo diré que tienen preguntas sobre su pasado, el futuro, y esta galaxia que decide sobre la vida de todos. Tenés a los Jedi, los Jedi grises, los Sith, y toda esta comunidad tiene su vínculo con la fuerza.