“Esto es sobre poder y a quién se le permite usarlo”, desliza uno de los personajes de The Acolyte y define así el corazón de la nueva serie ambientada en el universo de La Guerra de las Galaxias, que estrena este martes 4 por la plataforma Disney+.
En The Acolyte el espectador sigue la investigación de una serie de crímenes. Alguien está matando jedis y todo apunta a unos temillas familiares no muy bien resueltos 16 años atrás (la especialidad de la saga, se sabe, es dejar temas familiares inconclusos). El protagónico recae sobre Amandla Stenberg (una actriz sin muchos papeles relevantes más allá de alguna pantalla teen en su haber, pero que aquí cumple bien con su rol). La acción transcurre un siglo antes de los acontecimientos de Episodio IV y los rumores online sugieren que en el trasfondo de la serie está el ascenso de Darth Plagueis, conocido por los fans por ser el maestro del Emperador Palpatine.
Más allá de su esforzado fanservice, The Acolyte tiene virtudes loables, aunque más difíciles de advertir que sus tropiezos. Su principal pecado es que por momentos resulta excesivamente obvia en sus metáforas y en sus subrayados visuales. Como si sus creadores no confiaran del todo en su audiencia (desconfianza que, a juzgar por los últimos años de redes sociales, está justificada). Si dos personajes van a quedar en bandos enfrentados, un puente roto los separa. Los “buenos” tienen trajes puntillosamente pulcros. Los villanos y aquellos a quienes los persigue una vieja culpa parecen incapaces de lavar los platos de la noche anterior.
Pero al mismo tiempo, The Acolyte recupera una de las facetas más interesantes de la saga original, que era la disputa facciosa entre usuarios de la Fuerza, y la posibilidad de que de esas tensiones de rompan lealtades y se corrompan los corazones de los personajes. Porque sí, lejos de la austeridad que manejaba The Mandalorian, en The Acolyte hay jedis y usuarios de la Fuerza en cada rincón de la pantalla. Son los años de la hegemonía del Consejo Jedi sobre el Senado galáctico y –vuelta al comienzo de esta nota- lo que está en cuestión es el sentido de esa hegemonía, sus fundamentos filosóficos y, sobre todo, la legitimidad de su (pretendidamente) monopólico uso de la Fuerza. De este modo, la nueva serie integra los elementos de rosca política que destacaban en la trilogía de los episodios 1 a 3 de la saga de films. Acá se ve mucho jedi aburguesado por los años de paz y el poder asegurado, y el creciente rumor de facciones disidentes (pero no necesariamente malvadas), que ven en los ideales jedis una farsa.d
Desde hace algunos años que las distintas propuestas de Disney para Star Wars ponen en cuestión la legitimidad de los jedis para hacer lo que hacían. Narrativamente esto se ata al final de la saga de nueve películas, pero simbólicamente también obedece a un momento histórico. Desde hace cierto tiempo hay una disputa cultural en Estados Unidos en que las corrientes ultraconservadoras (esas que suelen alinearse con Donald Trump) oscilan entre acusar a las nuevas iteraciones de “woke” (o “progres”) o de identificarse con los Rebeldes cuando, en rigor, su ideario está pegadísimo al del Imperio (en la Argentina hubo un gesto similar cuando Mauricio Macri trató a sus opositores de “orcos”, algo que rápidamente retomó el mileismo).
En la notable Andor había evidentes banderas antiimperialistas y el guión volvía a uno de los fundamentos filosóficos de la saga, que identifica en términos sencillos al Imperio con el nazismo y a la Rebelión con la Resistencia francesa de la Segunda Guerra Mundial. Pero en The Acolyte sus creadores parecen preguntarse en qué medida la seguridad sobre las propias conquistas y la incapacidad para escuchar reclamos y disidencias habilitó el ascenso del fascismo galáctico. ¿Seguimos hablando de jedis y el lado oscuro de la Fuerza?
En su estreno, Disney+ habilitó dos episodios de los ocho proyectados para esta primera temporada. A la prensa le cedió cuatro. En dos meses se podrán hacer nuevas interpretaciones sobre lo que la compañía piensa de la Batalla Cultural en una galaxia no muy, muy lejana.