Apenas Interpol salió al escenario del Luna Park, Paul Banks se acercó al micrófono. Tras saludar con su español de acento mexicano, el cantante y guitarrista de la banda estadounidense explicó el programa de este regreso a Buenos Aires. “Primero tocaremos los temas del disco Antics, y en la segunda parte haremos Turn On the Bright Lights”. Lo que detonó la ovación del público, adrenalina más que oportuna para combatir la gélida noche del domingo. Si bien el show había sido vendido originalmente de esa forma, algunos se enteraron in situ. En tanto que los que llegaron al estadio con esa data se abocaron a San Expedito para que les cumpliera el milagro. Y es que el escepticismo cauteriza las expectativas cada vez que un recital se anuncia como “conceptual”, pues no siempre se cumple con la consigna.

Sin embargo, a manera de precedente, sus compatriotas de Tortoise presentaron en la capital argentina, a comienzos de mayo, su disco emblemático: TNT. A propósito de los 25 años de su lanzamiento. No sólo fueron fieles al orden del repertorio, sino que también se atrevieron a remodelar temas que ya de por sí son impecables. Y el resultado fue celestial. De esa forma, uno de los adalides del post rock allanaba la senda idealista para los fans de sus pares post punk. Aunque lo que en esta ocasión diferenciaba a ambos grupos es que los de Chicago no sacan material nuevo desde 2016, por lo que sólo les queda revisar su pasado. Mientras que en 2022 los neoyorquinos pusieron a circular su más reciente trabajo de estudio: The Other Side of Make-Believe.

El séptimo álbum de la terna no se encuentra entre lo más destacable de su obra. Pero algunas de sus canciones supieron mimetizarse con los clásicos que fueron legando, lo que quedó en evidencia en su último desembarco local, como parte del Primavera Sound 2022. Si bien es cierto que Interpol es uno de los artistas emblemáticos del indie manufacturado en este siglo que está entre los que más veces visitó a esta ciudad, hace rato que no brindaba un show propio. De eso dio cuenta el guitarrista Daniel Kessler en la entrevista que le concedió a este diario a razón de su regreso. Es por eso que no dudaron en incluir a Buenos Aires en la gira con la que la banda celebra los 20 años de sus dos primeros discos, que arrancó hace algunas pocas semanas en Estados Unidos.

El venidero 27 de septiembre se cumplirán dos décadas de la salida de Antics. Un par de años antes, el entonces cuarteto sorprendió al mundo con Turn On the Bright Lights: considerado uno de los mejores discos de los 2000. No lo dijo sólo la crítica. También lo reconocieron los músicos de bandas como The Killers y Editors, que lo tienen entre sus influencias. Si The Strokes volvió a poner en el mapa musical a Nueva York, en el ocaso de los 90, artistas del talante de Interpol, LCD Sounsystem o TV On The Radio redoblaron la apuesta en el inicio de la novel década. Pero de toda esa efervescente camada fue el grupo creado por Kessler el que le dio sentido al bajón y la desconexión de la ya distópica Gran Manzana, tras el atentado a las Torres Gemelas. El post punk entonces volvía a cobrar sentido.

Se había revisitado a Joy Division incontables veces, mediante reediciones discográficas de todo tipo. Aunque no hubo nadie que erizara la piel como lo hizo Ian Curtis. Hasta que irrumpió Paul Banks con ese lamento transformado en canción, que al escucharlo invitaba a ese baile con el que el líder de los mancunianos reproducía sus ataques de epilepsia. El vocalista y violero de los norteamericanos estaba además apoyado por unos músicos que sintetizaban lo mejor de la tradición del género. Traducida a su manera, pero sin dejar de ser respetuosos. A lo que hay que añadir un dato nada despreciable: el fanatismo de Banks por el hip hop, métrica patente en varios himnos del grupo. Esa ficha cayó una vez más mientras sonaba en la previa del show el rapero Lil Yachty, que en 2023 ahondó en la psicodelia con su discazo Let’s Start Here.

Después de que se establecieran las celebraciones de discos como un condimento añadido en las eucaristías recitaleras, hubo todo tipo de propuestas. La más habitual era el aniversario, pero generalmente el show se quedaba corto. Es por eso que el resto se completaba con temas que no tenían nada que ver. No fue el caso de esta vuelta a Interpol. El grupo se aferró al guion, sin ser tan estricto. Especialmente en la segunda parte de su performance. Lo más raro fue quizá que comenzara con Antics en vez de con su debut, más que nada por la maña cronológica. Y lo hicieron respetando la identidad de cada canción. Sin embargo, por más que la circunstancia pareciera predecible, nunca lo fue. Era toda una extrañeza verlos abocándose a sendos repertorios. Tanto para los fans del minuto uno como para los nuevos.

Y más si se toma en cuenta que llegaron relativamente tarde al país. Su estreno local (en total han sido seis) se produjo de la mano de su tercer trabajo, Our Love To Admire, en el Teatro Gran Rex (2008). Pese a que muchas cosas cambiaron desde aquel momento, sobresalen la partida de su bajista original, Carlos Dengler, y el armado del formato de quinteto para sus actuaciones. Así que en su primer estadio porteño el arranque estuvo a cargo del tecladista Brandon Curtis, en el eclesiástico “Next Exit”, al que le siguió el canchero “Evil”, donde el bajo de Brad Truax se tornó en guía. No fue la única vez. De hecho, también capitaneó “Narc”, en el que convenció a la batería de Sam Fogarino para raptar la pista de baile. En el medio de eso, Banks declamaba, como si fuera un sacerdote predicando.

El minimalismo de la guitarra de Kessler envolvió a “Take You on a Cruise”, antesala de su hit “Slow Hands” (su rabioso inicio establece paralelismos con “Transmission”, de Joy Division). Continuaron con el atmosférico “Not Even Jail”, y bajaron un cambio con “Public Pervert”. Ahí llegó otro de los éxitos del segundo disco: el pegadizo “C’mere”. Tras el groovero “Length of Love” y el ensimismado “A Time to Be So Small”, Banks, quien solo había intervenido para saludr y agradecer, dijo: “Esto fue Antics. Ya volvemos”. Salieron del escenario, y a los tres minutos volvieron, vestidos tan elegantes y oscuros como su música, para desenfundar Turn On the Bright Lights. Antes que hacer “Untitled”, sorprendieron con el b-side “Specialist”, oda al ritmo, al secretismo y al brillo. El frontman la introdujo, por las dudas.

En realidad, la cambiaron por “Obstacle 2”, que esta vez no fue de la partida. Y reordenaron el repertorio: adelantaron el punk “Say Hello to the Angels”, que encendió al público. Pero todos sacaron sus celulares en “Obstacle 1”. En ese momento, el escenario estaba inundado de luz roja, que alternaron en la hora y media de show con azul y negro. Lo más deslumbrante de la puesta fueron las bolas de espejo que ocasionalmente activaron. Bajaron dos cambios en la suite noise “NYC”, apelaron por su tez iracunda en “Roland”, mostraron su paleta de atmósferas en “Hands Away” y probaron el dolor por medio de “Stella Was a Diver and She Was Always Down”. El cierre sucedió con el funk “The New” y la iracunda “PDA”. Y se despidieron con la narcótica “Untitled”, aunque antes Bank dijo: “Ustedes son un público fantástico. Nos volveremos a ver muy pronto”. A por otra noche milagrosa.