Hay un abismo entre imaginárselo como mandamás de la provincia de Tucumán, dueño y señor de su feudo y ahora, observarlo sentado, con sobretodo oscuro, al borde de los 70 años, en una silla bajita, con una mesa pequeña delante, frente al estrado del juez Juan Ramos Padilla. Este lunes, en coincidencia con un nuevo aniversario de la primera marcha de Ni Una Menos, José Alperovich, tres veces gobernador y exsenador nacional, declaró ante el Tribunal oral 29 en el juicio que se le sigue por nueve hechos de abuso sexual presuntamente cometidos contra una sobrina y exsecretaria suya. “Yo no abusé de F.”, dijo al inicio, nombrando a su denunciante. También afirmó que se trata de “una causa armada”, “inventada”, para perjudicarlo políticamente y sacarle plata, y buscó descalificar a la denunciante, lo que suelen decir los acusados de este tipo de delitos en ámbitos del poder. Por momentos, incluso, se comparó con el actor Juan Darthes, denunciado también por  abuso sexual.

Al llegar al tribunal, alrededor de las 10.30, Alperovich fue recibido con gritos de ¡“Justicia”!, ¡“Justicia”!, por un pequeño grupo de manifestantes que lo esperaban con carteles en la calle Paraguay al 1536. “No más violencia sexual. No nos callamos +. Para Alperovich condena y cárcel”, decía una de las pancartas.

Es el tramo final del juicio en su contra. Alperovich llegó a la sala de audiencias donde se desarrolla el debate oral acompañado por sus cuatro hijxs, dos mujeres y dos varones. Llevaba traje azul, corbata al tono pero de un azul bien estridente y no se sacó el sobretodo negro a lo largo de la extensa declaración que duró casi seis horas, con varios intervalos para descanso. El dirigente peronista caído en desgracia negó una y otra vez los hechos por los que se lo acusa. Su esposa, la exsenadora Beatriz Rojkés, siguió la declaración de manera virtual. Rojkés fue presidenta del Partido Justicialista en su provincia y llegó a ser a partir del 30 de noviembre de 2011 la primera mujer presidenta provisional del Senado, segunda en la sucesión presidencial, con Cristina Kirchner como jefa de Estado.

Es la primera vez que un personaje de la política y empresario que supo tener tanto poder es juzgado por este delito.

La estrategia de la defensa parece apuntar a descalificar la denuncia con el argumento de que la joven, que tenía 27 años al momento de los supuestos abusos sexuales, siguió trabajando con él para su campaña electoral a gobernador en Tucumán y le pedía viajar a Buenos Aires para acompañarlo en su trabajo en el ámbito del Senado, cuando el primer intento de violencia sexual, según la acusación, habría ocurrido el 14 de diciembre en el departamento de Alperovich en el barrio porteño de Puerto Madero. Alperovich negó haber ido a la habitación que ella ocupaba.

El hecho de que ella no dejaba el trabajo y volvía a los lugares donde habrían ocurrido los abusos; y el tiempo que transcurrió hasta que hizo la denuncia --casi dos años desde el primer presunto hecho-- aparecen como los ejes de la defensa, que encabeza el abogado Augusto Garrido, del estudio del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. En realidad, Cúneo Libarona era quien llevaba la defensa de Alperovich hasta su designación en el gabinete de Javier Milei.

El juez Ramos Padilla --y Alperovich también-- tendría que leer el libro ¿Por qué volvías cada verano?, de Belén López Peiró, un relato autobiográfico, donde la escritora relata los abusos sufridos por ella de parte de un tío, comisario bonaerense: el argumento para descalificar la voz de López Peiró en la familia del acusado es el mismo que parece caracterizar la defensa de Alperovich. De ahí el título del libro.

“¿Por qué se quedaba y volvía si yo la abusaba?”, se preguntó varias veces Alperovich durante las cinco horas en las que respondió preguntas de su abogado. Insistió en numerosas oportunidades en que la joven mintió en la denuncia y en su declaración --donde ratificó los hechos-- en la primera audiencia del juicio, el 5 de febrero.

Alperovich apuntó además a construir una imagen de la joven de una mujer empoderada, “que tenía carácter”, y que --aseguró-- se desempeñó como “la segunda” persona más importante en su campaña electoral para por la gobernación, que finalmente Alperovich perdió frente a Juan Manzur en junio de 2019. De ese modo, quiso también ubicarla no como alguien que podría temerle o verse presionada a sus conductas; y al mismo tiempo, insistió en despegarse de la imagen de autoritario que supo construir en el ámbito político tucumano. Negó, curiosamente, también que entre ambos hubiera “asimétrica de poder”, algo difícil de creer habiendo sido 12 años gobernador de Tucumán además de senador nacional --antes ocupó otros cargos gubernamentales-- y ella, finalmente, su subordinada.

¿A quién acusa del supuesto complot en su contra?

Alperovich señaló al diputado nacional peronista de Tucumán Carlos Cisneros, a quien describió como “mi enemigo de toda la vida”, como el promotor de la denuncia. Pero no aportó pruebas en ese sentido. También dijo que el padre de la denunciante, que es su primo, quería sacarle plata “para construir unas cabañas en Tulum”, el exclusivo balneario mexicano, y que le pidió “5 millones de dólares”, poco antes de que se presentara la denuncia. Así explicó los supuestos móviles políticos y económicos que tendría --desde su punto de vista-- la acusación judicial.

La denunciante es una sobrina segunda de Alperovich que trabajó con él durante un año y medio --como asistente personal, manejando su agenda, coordinándole reuniones--, entre diciembre de 2017 y mayo de 2019. El 22 de noviembre de ese año, la joven presentó la denuncia.

“No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual. Inmovilizada y paralizada, mirando las habitaciones, esperando que todo termine, que el tiempo corra. Ya saldría de ahí y estaría en mi casa, ya habría más gente alrededor, ya el disimulo y el trabajo lo iban a alejar de mí. Ya se cansaría de mí, de que no quiera, de que sea "asexuada" como me llamaba. Pero su fijación no cesaba, durante mucho tiempo quiso más y más seguido, con más ganas, con más fuerza, con más violencia por mi resistencia”, escribió la sobrina en una extensa carta que hizo pública al dar a conocer la denuncia.

Dos de los abusos que denunció los ubica en el departamento de Puerto Madero de Alperovich, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y los demás en Tucuman, algunos en el vehículo en el que se trasladaban durante la campaña y dos, en ambas mansiones de él.

El exsenador apeló a la estrategia de la victimización: dijo varias veces que el daño que le provocó esta denuncia “es peor que la muerte” y “no se lo desea ni al peor enemigo”.

Para el 10 de junio están previstos los alegatos de la querella y de la fiscalía. Y el 12, de la defensa.

El fiscal del juicio es Sandro Abraldes. La querella está a cargo del titular del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de la Defensoría General de la Nación, Pablo Rovatti junto a la abogada de su equipo Carolina Cymerman.

A lo largo de estos cuatro meses declararon alrededor de 80 testigos. Entre ellos se destaca el de la perito oficial del Cuerpo Médico Forense, la psicóloga Mónica Herrán, que afirmó que la joven presentaba un daño psíquico y trauma compatible con una víctima de violencia sexual. Y dio detalles del mecanismo de disociación que les permite a quienes sufren este tipo de situaciones seguir en un vínculo atravesado por el abuso sexual hasta que en algun momento la cabeza de alguna forma les explota y deciden denunciar a su agresor. Es el testimonio --junto con el de la denunciante-- que más compromete a Alperovich.

El dirigente peronista explicó en su declaración de este lunes algunos chats que mantuvo con su exsecretaria y que forman parte de la causa. Por ejemplo, uno donde él le pedía “Mi vida podrías ser más cariñosa... ”. Alperovich dijo que se refería a que “en política no podés ser tan frío”, en el trato con la gente y los funcionarios. Sobre otro mensaje donde le decía “Sos mi dueña”, el acusado explicó que se refería a que ella como secretaria podía acomodar los horarios de su agenda como quisiera. Alperovich negó, por otra parte, haberle escrito “Te amo mucho. ¿Por qué te cerrás tanto?”. Dijo que no eran palabras que él usara.

A las 12 se hizo el primer cuarto intermedio para descansar. Hubo otro, pedido por Alperovich a las 13.30. Poco antes, del segundo corte, el acusado declaró: “No soy un depravado”.

Luego siguió respondiendo preguntas de su abogado. Fueron casi cinco horas. Siguió más adelante respondiendo a la Fiscalía pero se negó a contestarle a la querella.

La denunciante siguió de manera virtual la declaración desde Tucuman, donde vive, acompañada por su familia. Hace dos meses tuvo a su primera hija.

En la audiencia del 24 de mayo, la Fiscalía pidió detener a tres testigos muy allegados a Alperovich por "falso testimonio". Se trata de Manuel Frías, que trabajó como mozo para el dirigente; Víctor Hugo Decataldo, empresario de transportes que también tuvo una relación sentimental con Sara, hija del acusado, y David Cayatta, exchofer y custodio del exmandatario provincial. Su situación procesal se resolverá al final del juicio.

Se espera que la sentencia se conozca antes de la feria judicial de invierno.