La calle online es un concepto que circuló en los últimos meses de campaña electoral y que revivió en febrero de este año con un tuit de un usuario libertario que rezaba: “No es IA, te falta mucha calle online. No entendés ni las referencias pasadas de moda”.  Rápidamente se convirtió en una chicana a los defensores del oficialismo, pero con cierto recelo de que haya algo de verdad ahí. ¿Son los libertarios los dueños de la “calle online”? ¿Se los puede vencer en su propio juego? ¿Qué podemos hacer para domar el algoritmo, con calle, cordón y vereda? ¿Cuánto taco habrá que romper?

Estas preguntas son las que motivaron a la Federación Argentina LGBT a convocar, a través de sus redes, a formar parte de un Ejército de Troles”: trolas, trolos y troles, para responder a los discursos de odio y difundir mensajes de amor, respeto e igualdad”. 

La publicación explica que es “este nuevo espacio para dar respuesta a la creciente agenda de los discursos de odio que tanto territorio han ganado en las redes, protegiendo las noticias que refieren a nuestra comunidad y nuestras luchas y demandas”. También que sólo se propondrá “comentar, megustear o denunciar odio o difundir algunas publicaciones para que, cuando puedas y quieras, colabores con el ciberactivismo lgbt+”. Esta propuesta, aunque parezca inocente, podría tener potencialidades que algún que otro sesgo tecnofóbico no deja ver tan claramente.

Incluso en la propia épica de La Libertad Avanza (LLA) las redes sociales cumplen un rol fundamental: según dicen ellos, Javier Milei hizo campaña sólo y únicamente por su cuenta de Tik Tok, donde en videos de 7 segundos, entre arengas y palabras técnicas, convenció orgánicamente a millones de argentinos.

¿Son los libertarios los dueños de la “calle online”? ¿Se los puede vencer en su propio juego?

Es verdad, también, que cada nuevo estudio confirma que las redes sociales favorecen a los discursos ultraderechistas y que, además, son un caldo de cultivo para los discursos de odio (DDO), tal como explica el Informe Cualitativo #7 sobre Percepción de la violencia y de los discursos de odio en las redes sociales y el trabajo del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA). Esto, aunque fácilmente podamos explicarlo, resulta extremadamente difícil de combatir, sobre todo cuando frente al gran engranaje algorítmico parecemos tan, tan pequeñes.

“Planteamos el no amplificar el odio, no responder con odio, pensar en las personas que estarán leyendo la publicación o no quién la escribió. Hay que pensar que quien lee eso puede ser una persona que esté sintiendo dolor, que se sienta ofendida, que se sienta sola o confundida respecto a lo que se dice. Entonces hay que mostrar otro argumento, otra visión”, remarca María Rachid, referente de la FALGTB, titular del Instituto Contra la Discriminación de CABA e impulsora de esta movida que recién está comenzando.

Porque su odio nos potencia

“La motivación tiene que ver con la intensidad con la que se ataca a las referentes y representantes de nuestra comunidad en las redes (periodistas, activistas, diputados y senadores) y usuaries en general”, explica Rachid. “Los criterios y las estrategias, está todo por elaborarse”, dice, y adelanta que “sí habrá una especie de guía sintética y breve” con nociones como qué es un discurso de odio, cómo responder ante estos y algunos criterios de intervención. Es decir, concientizar que la intervención no puede ayudar a difundir ese DDO, cómo analizar el impacto y de donde viene.

“El Ejército de Troles en sí es una convocatoria pensada para aquellas personas que no tienen el tiempo para otro tipo de militancia, o sí, pero que quieren sumar este modo. Teniendo la colaboración de muchas personas, que no requiere más que una acción mínima, podemos dar una respuesta más organizada a estos discursos de odio”, sugiere Rachid. Se tratarán de acciones puntuales, que también los propios voluntarios podrán proponer en ciertas instancias y se ofrecerán capacitaciones específicas para quien quiera contemplarlas. No habrá selección, participa el que quiere y puede y ya se sumaron más de 350 voluntaries.

Una que tiene tacón gastado en la calle online es Gabriela Ivy, creadora de contenidos, estudiante de Ciencia Política que habla de política atravesada por el género. Gabriela explica que el algoritmo es confuso, cambiante y que las reglas de la comunidad de las redes sociales son tramposas y nunca bien explicadas. “A veces lo que son las políticas de las comunidades te vas enterando cuando te van bajando los videos”, dice. Lo que Ivy describe es operaciones de trolls libertarios bajandole videos hablando sobre género o política; movidas organizadas de varias cuentas accionando al mismo tiempo. Es, de algún modo, lo que el Ejército de Troles quiere emular: nivelar al tablero del algoritmo, democratizar las reglas de juego.

Gabriela cree en eso de que ninguna publicidad es mala publicidad, y que aplica al engagement. Que hay que aprovecharlo. “Pueden entrar a un video para bardearte, pero después te siguen, generan movimiento”, explica. Para Ivy una de las potencialidades de esta propuesta es la de probar que estamos ahí, atentes, buscando marcar agenda, participando cada vez que se pueda. Dando la cara en la calle online. Por supuesto, también hay riesgos: “Hay que tener mucho cuidado porque se cae muy fácil en la de ser picantes”.

Para Nicolás (@nicoenred), militante de Zona Cuir La Plata, que se especializa en redes sociales y tecnologías de la comunicación, la limitación de la propuesta está en otra parte. “Hay tendencia al nicho, es decir, a comunidades más cerradas donde se siguen reproduciendo los DDO. Digo, el que quiera reproducir estos discursos va a encontrar la plataforma para hacerlo; si quien quiera hacerlo tiene los medios, incluso puede construir su plataforma para eso (ver el caso Trump y Elon Musk). Siempre va a haber personas con plata para garantizar a otros que puedan esparcir esos discursos en plataformas”.

Moderadas y moderadoras

Sin embargo, para Nicolás, no es descabellado pensar en esta propuesta. “El uso de voluntarios siempre es positivo para moderar redes sociales”, explica, “de hecho, los sistemas de moderación de redes de última instancia están supervisados por humanos. Si bien los algoritmos tienen una serie de pautas sobre qué publicar y qué no, quién define si algo puede estar o no en línea suele ser una persona”.

Además, existen antecedentes. “Chequeado, por ejemplo, trabaja continuamente con empresas y plataformas sobre la circulación de contenidos. Esto sin embargo, es no vinculante y la decisión final siempre la tiene la empresa. Facebook, por decir uno, tiene una corte para los casos más relevantes de censura o libertad de expresión que es quien decide”, agrega.

Cuando en X Argentina se hizo la campaña de bloqueo masivo de trolls el propio Elon Musk, dueño de la plataforma, salió a tuitear que no entendía porqué lo hacíamos, que no servía de nada en el algoritmo. Sin embargo, a la maquinaria de las redes, se le notan los hilos. “Cuando me bloquean para mí o me denuncian los videos, por ejemplo, me bajan las vistas de 50 mil a 3 mil al siguiente video”, relata Gabriela Ivy. Lo mismo pasa, dice, en X con las cuentas “liberpijis” que ella denuncia: “son cuentas de 200 mil seguidores que después de la denuncia tienen varios tuits sin interacciones…de algo debe servir denunciar”.

Sobre el cuidado de les voluntaries que tomarán la posta para exponerse a videos, imágenes y texto llenos de odio, en tanto, María Rachid sostiene que “el hecho de ser parte de este grupo que dará respuesta a los discursos que recibimos diariamente todas las personas LGBT que tenemos redes, es una forma de cuidar nuestra salud mental, de hacer algo al respecto”.

El espejismo de la libertad de expresión

Cabe la pregunta por la libertad de expresión. ¿Un oficialismo que milita moralmente la libertad individual sin medida no será acaso el más propenso a delirar una suerte de coerción al derecho a expresarse? ¿No es un flanco demasiado fácil de atacar?

Nicolás explica que “la libertad de expresión en redes está regulada por las normas comunitarias de cada red social, por cada empresa de tecnología”, entonces, esas normas no siempre se alinean con el derecho a la libertad de expresión. “Por ejemplo, si querés subir una foto mostrando los pezones siendo una feminidad y la red entiende eso como un contenido pornográfico, será dado de baja”, ejemplifica. “Si empezara a circular por parte de los usuarios, la idea de que ahora no pueden publicar nada que quieran (por estar un ejército de troles vigilante) eso responde al espejismo que crean las mismas plataformas de que los usuarios tienen plena libertad de expresión en la red, cuando no es cierto”.

Para Rachid, hay que entender también que si hay algo que tienen estos discursos son “muchas organizaciones y todo un despliegue de recursos y ejércitos” que responden con odio y que incentivan a muchas personas a responder con odio. Hay poco de “orgánico y espontáneo” en los ataques en redes.

“La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuando establece la censura previa y el derecho a la libertad de expresión, también establece que existen las responsabilidades ulteriores. Cuando un discurso provoca un daño y ese daño tiene que ver con un ilícito como es la discriminación, tiene que tener responsabilidades ulteriores”, explica Rachid.

“Yo tengo un cuenta en TikTok donde sigo cualquier cosa: chongos, viste cosas de deportes…y me aparece también videos de campaña, pero mi algoritmo no tocó ningún like de nada político, ni nada por el estilo y te aparecen cosas de Milei. Entonces ahí te das cuenta como hay un blindaje, ¿no?”, se pregunta Gabriela, confirmando lo dicho anteriormente.

Esperar la benevolencia —o la jurisprudencia— de una red social parece inocente, pero también lo es, de algún modo, esperarlo de la Justicia, la política, o cualquier entidad que nos exceda. Por eso la calle nos abraza y nos pertenece; la conocemos. Será cuestión de yirar en esta nueva calle, un click a la vez.