Hacia finales de la década de 1920 Japón se convirtió en la principal usina cinematográfica del continente asiático, aunque debería esperar hasta el final de la Segunda Guerra Mundial para ofrecerle sus tesoros al mundo occidental. Fue en 1951 que Rashomon, la obra maestra de Akira Kurosawa, ganó el principal premio en la competencia del Festival de Venecia, el León de Oro, abriendo las compuertas de una cinematografía rica y diversa para cualquier espectador que quisiera atravesarlas. Mucha agua ha corrido debajo del puente desde aquellos tiempos, y la producción cinematográfica nipona sigue siendo tan prolífica y variada como antaño. Sin embargo, las posibilidades de acercarse desde la Argentina a esas historias y experiencias ubicadas en las Antípodas son más bien escasas, con algunas excepciones usualmente ligadas a la importancia del nombre del realizador (por caso, para la próxima semana está anunciado el estreno en salas de cine de La inocencia, el último film de Hirokazu Kore-eda).
Para paliar en parte ese vacío en la cartelera comercial llega la tercera edición del Japanese Film Festival Online, que durante casi dos semanas, desde el miércoles 5 al martes 18 de junio, ofrecerá nada más y nada menos que diecinueve largometrajes y cuatro cortos de manera totalmente gratuita, disponibles a lo largo y a lo ancho del país. La programación es tan diversa como pueda imaginarse, aunque resulta claro que el énfasis ha sido puesto en los géneros y relatos populares, dejando asimismo un espacio para el documental y las óperas primas. Y si bien la gran mayoría de los films han sido estrenados en su país de origen durante los últimos tres años, también hay lugar para un par de clásicos de fuste del cine japonés de los años '50 y '60. Los organizadores prometen que, al término del evento cinematográfico, el festival seguirá activo todavía dos semanas más, con la incorporación de un par de series japonesas recientes: Downtown Rocket y Rikuo. Aclaración necesaria: el sitio web del festival ofrece el listado de películas bajo su título internacional en inglés, pero en todos los casos podrán verse en idioma original con subtítulos en español.
“Pienso que esta programación innovadora nos acerca a un mundo amplio y desconocido, mezclando películas recientes con otras clásicas, además de series de televisión”, reflexiona Arisa Terada, agregada cultural y directora del Centro Cultural e Informativo de la Embajada del Japón en la Argentina. “El espectador podrá encontrar títulos para todos los gustos: comedias, dramas, documentales, animaciones, films históricos, cine clásico e incluso el j-horror, a las cuales se les suman dos series. Al ser la cultura japonesa tan diferente a la argentina, o a la occidental en general, estas películas intentan de algún modo transmitirle al público la sensibilidad y la manera de pensar de los japoneses. Creo que es un material excelente para promover el mutuo entendimientos entre nuestros pueblos y seguir conectando los corazones”.
Del budismo al animé
El rostro de Koji Yakusho, actor fetiche de Kiyoshi Kurosawa y protagonista del último largometraje de Wim Wenders, Días perfectos, es uno de los atractivos de Father of the Milky Way Railroad, la película de Izuru Narushima que escapa de los mecanismos usuales del film biográfico. Si bien uno de los protagonistas del relato es el gran escritor Kenji Miyazawa (1896-1933), autor de algunos de los libros infantiles más famosos en su país, el punto de vista no es el suyo sino el de su padre, el dueño de una casa de empeño con historia y tradición que decide entregarle el control del local a su hijo mayor. Que no es otro que Kenji, atrapado a partir de ese momento entre la espada y la pared; en otras palabras, seguir el mandato paterno y continuar el negocio familiar, o perseguir una vocación creativa en ciernes. Además de escritor y poeta, Miyazawa fue músico y docente, y antes de morir de leucemia a los 37 años se convirtió al budismo nichiren, una de las ramas más ortodoxas de esa religión, abrazando el vegetarianismo como forma de vida.
Precisamente otro de los títulos más destacados del 3° JFFO, The Zen Diary, abraza los alimentos producidos exclusivamente con ingredientes de origen vegetal a partir de la historia de un escritor viudo que vive aislado en una cabaña en la región de Nagano. La película de Yuji Nakae sigue a Tsutomu, quien durante su infancia supo ser aprendiz en un monasterio budista, a lo largo de doce meses. Mientras se esfuerza por escribir un nuevo libro, recibiendo regularmente las visitas de su editora y amiga, el protagonista recoge verduras, frutas y hongos en su propia huerta y el bosque cercano. Un estilo de vida que es, a su vez, el reflejo de un intento por alcanzar la serenidad y el equilibrio. Desde luego habrá conflictos y, en el fondo, The Zen Diary no es otra cosa que una reflexión sobre la vida y la muerte, aunque aderezado con los más apetitosos platos de la cocina vegana budista, la shojin ryori, cuyo significado literal es “cocina de la devoción”. Y si bien el film se apoya narrativamente en un ritmo calmo, siguiendo el compás de los cambios de la naturaleza, no falta una escena en la cual Tsutomu debe alimentar a una inusual cantidad de comensales, con sus lógicas complicaciones de preparación y cocción.
La selección de películas del festival pone de relieve ciertas tradiciones y costumbres típicamente japonesas (la comedia de época We’re Broke, My Lord! está protagonizada por un joven samurái que debe pagar una estratosférica deuda de su clan), pero también se acerca a diversas formas de la modernidad social. Dejando de lado la ultimísima moda de los patitos kawaii, el manga y el animé son dos universos de origen nipón que han traspasado con creces las fronteras regionales para convertirse en verdaderos fenómenos globales. Dos largometrajes en la programación abordan directa o indirectamente la producción y el consumo de historietas y series de animación producidas en el país asiático.
Anime supremacy! describe la batalla por el rating (y las ventas de ediciones físicas y el merchandising correspondiente) de dos nuevas series de animé para jóvenes, una de ellas dirigida por un joven genio de la animación que debe volver al ruedo luego de producir su obra maestra y la otra por una realizadora debutante. A lo largo de poco más de dos horas, el film de Kohei Yoshino pone en tensión varias cuestiones ligadas al mundo de la competencia audiovisual, en un terreno que produce anualmente decenas y decenas de nuevas series y largometrajes. Más allá del relato central, que describe con humor los placeres creativos y dolores comerciales de tanta saga animada nacida en Japón, la película permite acercarse a la cocina de la producción del animé, con la participación en pantalla y detrás de ella de personalidades de la animación y dobladores de voces.
En BL Metamorphosis, del realizador Shunsuke Kariyama, la más inesperada otaku se obsesiona con una colección de mangas del género conocido como “Boy’s Love”, relatos románticos protagonizados por varones jóvenes que, desde hace ya un buen tiempo, han dejado su nicho exclusivamente queer para transformarse en un fenómeno cultural por derecho propio. La gran particularidad de la lectora neófita es su edad: la señora en cuestión es una mujer mayor que descubre el universo BL de casualidad, mientras busca en una librería un libro de cocina. BL Metamorphosis es la historia de amistad entre una joven tímida e introvertida, amante de esos relatos amorosos ilustrados, y la anciana. A esta la interpreta la actriz veterana Nobuko Miyamoto, quien comenzó su carrera en los años '60 bajo las órdenes del gran Nagisa Oshima y en 1985 fue la protagonista de un enorme éxito comercial internacional, Tampopo. Que ambas terminen compartiendo no sólo una afición sino sus alegrías y penas más íntimas forma parte del encanto de este relato agridulce, enmarcado por las ilustraciones de historietas masivas y aquellas publicadas a pulmón.
Novedades y clásicos
Otra película con otra gran intérprete de trayectoria prestigiosa. Mariko Kaga fue la responsable de interpretar el papel central en el clásico de Masahiro Shinoda Pale Flower (1964) y participó en el regreso a las grandes ligas de Seijun Suzuki con Kagero-za (1981). En The Lone Ume Tree, de Kotaro Wajima, la actriz de casi 80 años encarna a la madre de un hombre de mediana edad cuyo autismo extremo le impide llevar una vida adulta normal. Tamako sobrevive gracias a unas particulares sesiones que cruzan el tarot con la psicología, mientras su hijo trabaja en un oficio manual sencillo, apoyado por un grupo de ayuda para personas con dificultades mentales. El film la encuentra en esos menesteres cuando los nuevos vecinos, un matrimonio con su pequeño hijo, se topan con la primera molestia del nuevo hogar: un árbol de ume, también conocido como albaricoque japonés, que nace en el jardín de Tamako y cuyas ramas atraviesan el estrecho pasillo que desemboca en ambas casas. De tonalidades dulces aunque con un regusto amargo signado por las circunstancias, The Lone Ume Tree conjura la posibilidad de la empatía bien entendida entre los vecinos de un barrio residencial de Tokio, separados en principio por una serie de desavenencias a la hora de convivir. Como en la mencionada BL Metamorphosis, el film también permite que la emoción surja a partir del vínculo entre personas ubicadas en los extremos biológicos, infancia y vejez reunidas en un posible entendimiento.
Baby Assassins aporta las necesarias dosis de acción y violencia: se trata de una comedia protagonizada por dos adolescentes que acaban de terminar la escuela secundaria y deben enfrentar el mundo adulto, aunque manteniendo su principal actividad como asesinas a sueldo, empleadas por una compañía dedicada a esos menesteres. El absurdo es parte esencial del film dirigido por Yugo Sakamoto, en el cual las chicas deben dirimir sus problemas personales a la hora de compartir un departamento mientras enfrentan a una familia yakuza cuyo líder es un hombre tan cruel como sus dos herederos. También hay tiros, trompadas, cabezazos y un particularísimo bar atendido por las meseras más extravagantes.
Además de otros títulos contemporáneos como My Broken Mariko, road movie dirigida por Yuki Tanada; el drama sobre el mundo editorial Kiba: The Fangs of Fiction, de Daihachi Yoshida; y el documental en primera persona I Go GaGa: Welcome Home, Mom, de la realizadora Naoko Nobutomo, el Japanese Film Festival Online ofrecerá la oportunidad de rever o disfrutar por primera vez de dos grandes clásicos del cine japonés. Por un lado, el celebérrimo largometraje de animación Kimba: el león blanco, producido en 1966 luego del gigantesco éxito de la serie de televisión homónima, cuyo alcance fue del orden mundial, y supo generar varios resquemores (y algún litigio legal) cuando la compañía del ratón Mickey estrenó en 1994 la muy similar en tema y forma El rey león.
Finalmente, la inclusión del melodrama histórico Twenty-Four Eyes (1954) permite acercarse a una de las mejores películas en la filmografía de Keisuke Kinoshita. Basada en la novela de Sakae Tsuboi, republicada recientemente en idioma español con el título Veinticuatro ojos, la historia describe la llegada de una nueva maestra de escuela primaria en un empobrecido pueblito costero hacia finales de la década de 1920. Protagonizada por la gran Hideko Takamine, una de las figuras recurrentes en el cine del realizador, la historia la acompaña a lo largo de los años, atravesando el período de expansión imperialista, la guerra y la reconstrucción posterior a 1945, y su relación con un grupo de doce alumnos y alumnas. Esta profunda mirada humanista a la sociedad japonesa no ha perdido nada de su impacto emocional: la de Kinoshita, una de las imperdibles del Japanese Film Festival Online, es una película que debe ser vista con una buena cantidad de pañuelos a mano.
Gratis y disponible en todo el país, previa
inscripción en el sitio https://jff.jpf.go.jp/watch/jffonline2024/argentina/