Uno de los grandes documentalistas del cine argentino, Andrés Di Tella, tenía ganas de hacer una película de viaje por la zona de La Pampa. Le parecía que aun hoy es un territorio a descubrir, sobre todo porque es un lugar lleno de historias, una cualidad indispensable para pensar en un documental. Salió a recorrerlo con toda la carga del pasado, pero en cierto momento, haciendo la investigación, recordó al gaucho y escritor Guillermo Enrique Hudson. "Ahí se juntaron muchas cosas", cuenta el director de películas con una fuerte marca biográfica como Fotografías y La televisión y yo. Buscó, entonces, todos los lugares donde esta figura enigmática había estado. Finalmente amalgamó todas las historias en su cabeza y armó el puzzle cinematográfico.
El resultado es Mixtape La Pampa, que tras su premiere internacional en la última edición del Festival de San Sebastián y luego de participar en los festivales de cine de Mar del Plata, La Habana e IDFA, este jueves 6 de junio se estrenará en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530). Mixtape la Pampa tendrá luego también funciones en el cine Gaumont, en la sala Hugo del Carril de Córdoba y en otras salas del país.
Como bien decía Di Tella, Mixtape La Pampa es el diario de un viaje por la llanura de esa provincia, y Di Tella va -como en una suerte de investigador que pesquisa- tras las huellas de Guillermo Enrique Hudson, alias William Henry Hudson. Se trata de una figura enigmática, llena de paradojas. Fue un gaucho argentino que se convirtió en escritor inglés. Combatió en el ejército contra los “salvajes”, pero también los defendió. Escribió obsesivamente sobre su tierra natal, pero nunca volvió. En las idas y vueltas del camino, se mezclan la especulación documental, la historia de Argentina, la memoria personal y los sueños.
-¿Lo pensaste más como un film-ensayo?
-Sí, ese género o esa denominación es la que mayor libertad permite. No es exactamente una biografía de Hudson, si bien se cuenta su historia. Es más un ensayo en el sentido de búsqueda, de permitirle al espectador su propio viaje, sus propias asociaciones. En ese sentido es que entro yo como narrador y como personaje, como que cruzo esa línea invisible detrás y delante de la cámara porque, en algún sentido, me uso a mí mismo, uso mi propia biografía, mis propios recuerdos, mis propias experiencias como un vehículo para el espectador, para que el espectador también se pueda aproximar a una figura que, en principio, podría parecer muy remota: Es Hudson, gaucho, escritor del siglo XIX, del cual existen dos fotografías. Entonces, era también una manera de hacer una reflexión sobre un lugar, La Pampa, y que, en algún sentido, es sinónimo de la Argentina. La Pampa siempre fue un símbolo de la Argentina. Y una reflexión sobre la pertenencia.
-¿Cómo fue desentrañar el misterio de Hudson?
-No creo haberlo desentrañado (risas), porque de verdad lo que me atrae es que es un misterio que sigue ahí, intacto. Por supuesto, hay muchas explicaciones de por qué Hudson, a los 33 años, siendo un gaucho que ni había ido a la escuela, se subió a un barco, con el sueño de convertirse en naturalista en Inglaterra. Darwin era su ídolo. Pero después de estar toda su vida en Inglaterra, y viendo sobre Argentina, añorando terriblemente su primera vida en La Pampa, a pesar de haber tenido la posibilidad de volver, nunca volvió. Hay como un enigma: por qué se fue y por qué no volvió.
-¿Buscaste revalorizar la figura de Hudson que es más conocido por el pueblo bonaerense que lleva su nombre antes que por su obra?
-Tampoco es que busco reivindicar y no sé si necesita que yo lo reivindique. Es más una figura que me interesa. Y en la película funciona también como disparador en un viaje que se abre a las emociones y asociaciones de cada espectador. Así como yo traje mis propias asociaciones, mis propias experiencias a mi vocación de Hudson. Esta paradoja de él me atrajo: un tipo que vivió dos vidas, que añoró siempre la primera vida, pero nunca volvió. Esa paradoja tiene mucho que ver con un dilema actual, que es la pertenencia a un lugar y, a la vez, a veces el deseo de irse, algo que en la Argentina tiene mucha vigencia. Estoy viendo a la gente joven y pienso por qué se va a interesar en esta película. Y, sin embargo, veo que se emocionan mucho, como que algo les pega de esa cuestión de la pertenencia.
-¿Qué puntos de conexión encontrás entre esta película y 327 cuadernos, que hiciste con Ricardo Piglia?
-Más allá de lo obvio que se trata de dos escritores, y muy distintos, creo que hay algo que tiene que ver con la memoria, quizás. Uno hace películas dándole vueltas y vueltas a los mismos asuntos. O sea, la relación de la vida particular, la vida de un individuo y el tiempo histórico, la vida de la sociedad que le tocó vivir aparece en las dos películas. Es una forma de hablar también de los inicios de la Argentina, esa Argentina del siglo XIX, cómo se arma en esos contrastes "civilización y barbarie", la figura del gaucho, la violencia, el exilio. Son cosas que aparecen sin que yo busque deliberadamente resaltarlas, pero que están presentes.
-¿En qué aspectos dirías que la película tiene algo de autobiográfica?
-En realidad, lo que hago es usar mi propia autobiografía, mis propias experiencias, mi propia vida, por un lado, para darle vida al narrador; es decir, a alguien que cuenta la historia. Y también es una vía de acceso a Hudson, porque insisto, Hudson es un personaje que puede resultar un poco remoto. Es una figura de la cual hay solo dos fotos, está casi olvidado, perteneció a un mundo casi desaparecido, como lo es el mundo de la Argentina del siglo XIX, un mundo del campo, donde no había cultivos, no había alambrados. Era otro universo. Entonces, a través de lo autobiográfico le permito al espectador entrar en la historia de Hudson también. Creo que las emociones tienen que ver con eso. Es como si yo le prestara mis emociones a Hudson.
-¿Es una película sobre el pasado o, en realidad, recurre al pasado para pensar el futuro?
-Quisiera creer que sirve para pensar el futuro. El pasado se está descubriendo permanentemente. El pasado cambia. No es una cosa que está ahí fija. Cada vez que pensamos en el pasado lo estamos modificando. Y me parece que este viaje por un territorio como La Pampa, es un viaje por un territorio que está lleno de pasado. Pasado a descubrir. Hay muchas historias, como la del propio Hudson, que todavía están para descubrir. Y creo que eso también permite entender la variante de la identidad nuestra: la mezcla. Nuestra identidad es una mezcla por los diversos orígenes, porque además está cambiando, hay nuevos componentes. Algo que está bueno: no pensar que hay una sola cosa que estamos buscando, sino que nuestra identidad puede ser múltiple. Creo que Hudson, en ese sentido, es un gran ejemplo. Inclusive, la idea de que un argentino puede ser argentino, aunque se vaya de la Argentina. En ese sentido, toca un tema muy actual, como la migración, la emigración, las ganas de irse, las ganas de volver. Ese es un tema que no es solo argentino, sino bastante universal en este momento.