Después de la entrevista que dio Máximo Thomsen, Matías Benicelli, otro de los rugbiers condenados a perpetua por el crimen de Fernando Báez Sosa, rompió el silencio y contó su versión de los hechos. “Nunca fui parte parte de un pelotón de fusilamiento que, a patadas, sesgó la vida de Fernando. Estuve en el lugar y momento equivocado”, expresó el joven en una carta, con la que intentó deslindar responsabilidades y "apartarse" del líder de la banda.
En el escrito, difundido en las últimas horas por a A24, Benicelli remarcó: “Yo no maté a Fernando”, e insistió en desligarse del asesinato: “Pido perdón de todo corazón en nombre de todos los que causaron su trágica desaparición”.
Asimismo, en la carta el joven rugbier acusó, sin mencionarlo, a (su ahora examigo) Thomsen de armar peleas para tener hazañas que contar. “Nunca fui parte de un pelotón de fusilamiento que, a patadas, sesgó la vida de Fernando, ni fui uno de los que salían a buscar peleas por Zárate con otros grupos para jactarme de esas supuestas hazañas. Estuve en el lugar y momento equivocado, porque fui de vacaciones con un grupo de nueve personas”, aseguró.
Y agregó: “Las causas, que no justifico, y los actos de algunos que nunca terminé de entender, terminaron absurdamente con la vida de un chico de 20 años. La misma edad que yo tenía. Por eso, entiendo a los jueces que me condenaron y, sobre todo, comprendo y justifico a los padres de Fernando, porque ellos creen que todos los que estuvimos aquella noche fuimos sus asesinos. Pedir perdón parece una hipocresía cuando no sale directo desde el corazón”.
Finalmente, Benicelli invocó a Dios para pedirle que les devuelva “la paz” tanto a él y su familia como a los padres de Fernando Báez Sosa, y suplicó que el joven sea “recordado como un mártir, que ofrendó todo cuanto tenía, su vida, para que la violencia sea erradicada para siempre de todos los lugares públicos y privados donde se reúnen los jóvenes para festejar la vida y no para invocar la muerte”.
Al igual que Thomsen, Benicelli fue condenado a prisión perpetua, por ser coautor del delito de homicidio doblemente agravado. Tras el fallo, el joven de 23 años cambió de abogado y presentó en abril un escrito para pedir la nulidad, pero el Tribunal de Casación Penal confirmó su sentencia.
Sin embargo, la estrategia de su nuevo representante, el abogado Carlos Attias, es que la Suprema Corte de Justicia Bonaerense baje la codena.
La carta completa
Querido Diego. Te agradezco la posibilidad de decir los que no puedo, porque no tengo medios más que lo que escribo, para que sepas que siento más la muerte de Fernando que mi propia existencia. Y no hay palabras para decir el dolor que me causa su ausencia. Sin el consuelo de su presencia en este mundo, solo me queda la esperanza de que esté junto a Dios iluminándonos el camino.
Tengo una hermana mayor que es preciosa y un hermano menor de 17 años a quienes quiero y extraño cada día, una mamá amorosa y un padre que es mi ejemplo de trabajo, de esfuerzo y de dignidad de vida. Con ellos aprendí el valor de la familia, a creer en Dios y a sostener valores que hoy, más que nunca, me sostienen en la prisión en la que estoy.
Nunca fui parte de un pelotón de fusilamiento que a patadas segó la vida de Fernando. Ni fui uno de los que salían a buscar peleas por Zárate con otros grupos para jactarme de esas supuestas hazañas. Estuve en el lugar y momento equivocado. Porque fui de vacaciones a Villa Gesell con un grupo de 9 personas. Y las causas que no justifico y los actos de algunos que nunca terminé de entender, terminaron absurdamente con una vida de un adolescente de 20 años. La misma edad que yo tenía. Por eso entiendo a los jueces que me condenaron y sobre todo comprendo y justifico a los padres de Fernando. Porque ellos creen que todos los que estuvimos aquella noche fuimos sus asesinos.
Pedir perdón parece una hipocresía, cuando no sale directo desde el corazón. San Francisco decía, es preciso amar para ser amado, perdonar, para ser perdonado. Yo sé que no maté a Fernando, pero pido perdón de todo corazón en nombre de todos los que causaron su trágica desaparición.
Mi solidaridad y mi amor está con los padres de Fernando, como está también con mi familia.
Me resta la esperanza de que la misericordia de Dios, nos devuelva la paz e imparta una justicia donde los hombres no alcanzan. Y que la muerte de Fernando sea recordada como la de un mártir, que ofrendó todo cuanto tenía, su vida, para que la violencia sea erradicada para siempre de todos los lugares, públicos y privados donde se reúnen los jóvenes para festejar la vida y no para invocar la muerte.