--Hola Osvaldo, le digo al mozo apenas me acomodo en la silla. Traigamé un cortadito como siempre y por favor no me hable de política porque no quiero enfermarme desde la mañana temprano.

--¿Y de qué quiere que le hable Don Hugo?¿O no le hablo y listo? Tampoco tenemos la obligación de tener que conversar cada día que se le ocurra venir a este bar. Mejor le traigo su cortado y se lo toma en silencio ¿O se cree que yo le voy a hablar de lo que usted quiera? A mi la única que me impone el temario es Olguita, mi señora.

--Tá bien Osvaldo no se sulfure, y además le aviso que lleva puesta una media de un color y otra de otro.

--¿Vio Jefe?, ¿le gusta? En mi casa tengo otro par igual. Si quiere se lo regalo.

--Ah Bué!, qué rápido para las respuestas que resultó el mocito. Dele tráigame el cortado, las medias se las queda usted así tiene el otro par para ponerse mañana. Porque supongo que se las cambiará todos los días ¿O me equivoco?

--Está en lo cierto Don Hugo. Lo que no me cambio nunca son las camisetas. Y tengo dos que las llevé puestas toda la vida. Una es la de San Lorenzo y la otra es la de Argentina. La tercera me la regaló Luciana, mi nuera, no hace tanto. Es la que tiene la cara de Néstor. Y a Olga le regaló una con la cara de Cristina. Mi señora la usa seguido, pero yo no. Me la pongo en casa cuando viene Luciana con el Beto, mi hijo, para que la piba se ponga contenta. Prefiero que no se gaste y guardarla siempre como recuerdo, porque fue el primer regalo que me hizo. Y a la piba la quiero como si fuera una hija más. No sabe todas las cosas en las que Luciana nos abrió los ojos a mi señora y a mi. Y al Beto también. Porque mi pibe es buen hijo. Muy solidario y laburador, pero de política cero hasta que ella llegó a su vida. Antes las únicas preocupaciones eran su taller de autos en Lanús, la formación del Ciclón y los asados con amigos para hablar de fútbol y de chicas. Algún día la debería conocer Don Hugo, para que vea que no le miento. Esa chica vale lo que pesa en oro.

Pero no hablemos de los que se cambian la camiseta. Ya que me dijo que no quería hablar de política, porque en eso son muchos los que se la cambian sin que se les mueva un pelo. Para Pascuas le vendí la rosca Pichetto que amasó mi señora, pero la verdad que entre él y Scioli si tira la moneda cae de canto. Y lo peor es que a Scioli lo votamos, fue candidato, el Beto y Luciana le hicieron campaña. Se levantaban temprano los domingos para “militar a Daniel”, asi decían. Pobres pibes, ahora se pone la gorrita de las “ Fuerzas del cielo “, pide el Nobel para el Peluca, y quiere sacarle el nombre hasta a los juegos Evita. Como todos los conversos: al final Macri tenía razón, sólo que hoy la frase se la decimos nosotros “En que te han convertido Daniel”, se nota que de falsedades Mauricio también sabía. Ahora el Peluca lo está dejando afuera de todo y la Pato lo lima un poco todos los días. Esa es otra campeona en los cambios de camiseta. Y para Milei pasó de “haber puesto bombas en los jardines de infantes” a ser su ministra de Seguridad. Y lo peor es que a muchos estos cambios no los sorprenden. O como se dice ahora, los naturalizan. Ponele, esa también es nueva. Ponele. Lo que quiero ver es cómo se las arregla con el tema Seguridad. Pero no la seguridad de esos protocolos pedorros, sino esa que sufrimos todos los días con el choreo que no para de aumentar. Y con la malaria que hay cada día será peor. Al bar entran siempre a vender medias o repasadores y yo antes los dejaba. Pero ahora van un par de veces que apoyan las medias sobre el celular del cliente que está en la mesa y cuando las levantan se les queda el celular pegado. Ya tuve que correr a varios y la verdad que no estoy para esa. Porque además los perjudicados se la agarran con este mozo. Que porqué los dejo entrar y que bla bla bla. Asi que además de la bandeja quieren que me ponga la gorra y haga de policía. Y si les digo que cuiden los celulares me miran con cara de que no son giles. Es jodida la gente jefe, palos porque bogas, palos porque no bogas.

Por supuesto que luego del choreo hay que escuchar los discursos de las víctimas, que casi siempre son : “hay que matarlos a todos estos cabezas” y frases de un resentimiento que espanta. Yo no los quiero nada a los chorros, pero la tengo clara que cuanto más hambre hay, más choreo. Y encima estos mal nacidos se guardan hasta la comida que tienen comprada y no la reparten. Pero ahí no escucho esas frases terribles. Tres de cada cinco clientes los siguen apoyando: “hay que esperar, dicen” o “el desastre lo hicieron los peronistas”. Es increíble jefe. Yo ya no pongo la televisión en el bar porque hasta los canales que antes eran medio del palo ahora se travisten dependiendo la hora del día.

--Epa Osvaldo, que discurso demoledor que le escucho. Y eso que le pedí que no habláramos de política hoy. En este barrio es lógico que la gente tenga ese discurso tan horrible para los que pensamos de otra manera.

--Se equivoca Don Hugo. De nuevo se equivoca. Acá viene gente que vive de renta, del campo, de alquileres o de la soja. Los tengo bien junados porque se quedan horas y no gastan casi nada, menos que usted, que por lo menos se va rápidito. Pero también viene gente laburante, albañiles de obras cercanas, pintores, enfermeras y camilleros del Clínicas y de la Suizo. Electricistas, plomeros, oficinistas. De todo viene. Y le repito tres de cada cinco votaron a Milei y le tienen fe todavía. Son pocos los que ya están arrepentidos. Y encima el peronismo sigue sin ponerse de acuerdo y perdiendo el tiempo en peleas y discusiones insólitas mientras ésto se desbarranca. Yo a la Jefa la escuché decir que no hay que echarle la culpa a la gente, y debe tener razón. Pero entonces si la gente no tiene la culpa que se pongan las pilas y se dejen de hinchar las pelotas. Porque a mi la plata no me alcanza, las propinas casi no existen y si siguen subiendo la luz, el gas el agua, el transporte, etc, este bar tiene los días contados y nos vamos a tener que juntar en la plaza si todavía quiere conversar conmigo. Por suerte tenemos a Axel. Me dicen el Beto y Luciana que la gente de provincia lo re banca. Los pibes lo adoran, es un rockstar, y le hacen campaña todos los fines de semana, porque los dos laburan y no les queda más tiempo. Y a ése sí que no lo veo cambiando de camiseta, aunque se la hagan difícil algunos que lo rodean. Y después de todo también está la Jefa. La Olga ya está comprando varias camisetas con la cara de los dos. Y cuando mi señora se pone la camiseta no se la quita nadie, Don Hugo. Y ya le traigo su cortadito, que en lugar de un corazón dibujado con la espuma, va a venir con la cara de Néstor, que desde arriba nos va a saber orientar para no volver a hacer más cagadas.