Mixtape La Pampa - 9 puntos
Argentina/Chile, 2023
Dirección y guion: Andrés Di Tella
Montaje: Valeria Racioppi
Fotografía: Darío Schvarzstein
Duración: 107 minutos
Estreno en Sala Lugones, Av. Corrientes 1530.
Experto en usar al cine como espejo, Andrés Di Tella se pasó toda una filmografía ya no pintando su aldea, sino realizando un autorretrato tras otro que, al sumarse, le dan forma a un mapa borgeano que encaja en el universo. Mixtape La Pampa, su último documental, responde a ese mismo dispositivo en el que el mundo y el Yo tejen una red de encrucijadas que inevitablemente conducen a Roma. Si en trabajos anteriores utilizaba como excusa narrativa las figuras de sus padres, la compañía de su hija o la admiración por otros artistas, acá la brújula lleva el nombre de Guillermo Enrique Hudson, personaje extraño y un poco marginal de la cultura argentina. Un hombre que acabó siendo prisionero durante casi medio siglo de un limbo llamado desarraigo.
"Gaucho argentino y escritor inglés, fue un hombre que vivió dos vidas", dice en off la voz de Di Tella, mientras la imagen muestra dos copias de la misma foto, uno de los pocos retratos que existen de Hudson. Ese tipo de juegos de correlación entre texto e imagen es uno de los recursos que se hilvanan para darle fuerza al relato de Mixtape La Pampa. Pero también los tejidos que estos dos elementos (texto e imagen) articulan en su vínculo con lo sonoro, incluida la música, una extraordinaria colección de grandes éxitos olvidados del rock argentino. Como ejemplo puede mencionarse el díptico perfecto que conforman otras dos escenas.
Una es la del título que marca el comienzo formal de la película y en la que suena la canción "Mañana por la noche", de Color Humano, cuya letra insiste sobre el verso "creo que me voy a suicidar mañana por la noche". En la siguiente, manejando su auto el propio director se encuentra frente a un camino de campo anegado y duda de si será conveniente seguir adelante. Inseguro, decide doblar y por la ventanilla del coche se ve un cartel verde con una flecha que indica que ahora avanza en dirección al cementerio. "No sé si habría que volver", vacila Di Tella una vez más. Casi de forma kuleshoviana, la contigüidad dramática de ambas escenas deja claro que el cruce entre vivos y muertos, entre el presente y la persistencia del pasado, se volverá recurrente en el trayecto que propone la película.
"Con los recuerdos vuelve otra cosa desde el pasado: los fantasmas", cita Di Tella a Hudson, un hombre con una memoria extraordinaria, pero que lejos de ser un don se parecía más a un castigo, como si de un tal Funes se tratara. 27 años después de haber dejado la Pampa para instalarse en Londres, Hudson anota: "Las aves que dejé de oír suman 192. De estas el lenguaje de siete lo he olvidado por completo. De 31 las imágenes auditivas se han vuelto borrosas. Me quedan 154 que recuerdo con claridad y cuando pienso en ellas, sus gritos, llamados y cantos se me reproducen en la mente con total nitidez". Si en principio la cita resulta deslumbrante, enseguida el asombro se convierte en compasión: Hudson se pasó casi 50 años añorando un regreso que nunca se concretó. La película se aferra a ese desarraigo, que no solo implica la pérdida de un lugar, sino también de un tiempo.
La figura de Hudson y sus dobles vidas (o también se podría decir su vida partida al medio) resultan el combo perfecto para reunir en torno a él los fragmentos de un cosmos. De las cartas a un amigo ya muerto que el director escribió cuando estudiaba en Londres, en los '70, a los casetes que este le devolvía con compilados de música nacional, para que no olvidara su propio origen. O desde un hombre condenado a convertir su vida en una maqueta sin fin, hasta un cazador de sonidos dispuesto a cartografiar el cancionero completo de los pájaros pampeanos. Todo le sirve a Di Tella para contar, con humor y a corazón abierto, otra historia donde lo que vuelve a resonar son sus propios fantasmas.