El 25 de agosto de 2004 se sancionó en nuestro país la Ley Nacional 25.929 que garantiza los derechos de un parto respetado. Volver a citar los derechos que la ley avala es imprescindible porque la violencia gineco-obstétrica y la discriminación sigue ejerciéndose en mujeres y personas gestantes, las denuncias alentadas por la voluntad temeraria apenas dan cuenta de algunas de esas violencias. 

Recordar la ley es exigir y reclamar ese derecho: “Que respete tus tiempos, que no te discriminen, que se respete tu intimidad, que te permita elegir a la persona que te acompañará durante el trabajo de parto, el parto y el posparto, que tu bebé esté en su cuna a tu lado, durante toda la internación (a menos que necesite cuidados especiales), que vos y tu familia reciban toda la información necesaria, en un lenguaje claro, sobre tu estado y la evolución del parto y del bebé, que puedas conocer los beneficios de amamantar y los cuidados que necesitan tanto el recién nacido como vos en esta etapa de la vida y conocer también los efectos negativos del tabaco, el alcohol y las drogas.

Flor Acosta

"Tenés derecho a ser considerada, respecto del proceso de nacimiento, como una persona sana, de modo que se facilite tu participación como protagonista de tu parto”. Cada vez que se recuerda la ley y se celebra el Día Mundial por los Derechos del Nacimiento y el Parto Respetado (7 de junio), una iconografía parturienta que recorre calles y abarca varios siglos acompaña a las palabras del reclamo y aviva (dones de la estampa) la discusión. Antes de mirar algunas de esas representaciones destinadas a sobrevivir como astillas de la memoria, dan la primera puntada los hilos y una cita de @flor.acosta.flor, la artista textil, la poeta de la palabra bordada: “Hacete caso”. 

Al tramado inflexible que la celebración exige se suman Angélique Marie Le Boursier-Du Coudray (1714-1794), la mujer que enseñó el arte de parir y el oficio de partera acompañada por su “máquina” (un maniquí de lana y cuero color rosa con el que explicaba la dilatación vaginal durante el parto, y un muñeco de trapo con cordón umbilical incluido), pintadas callejeras colectivas, fotos exhibidas en galerías y en redes (hay concursos que premian a la mejor fotografía de parto y posparto) y también fotos de entre casa. No quedan afuera del estruendo encendido: grafitis, murales, esculturas y algunos óleos enmarcados en salas de museos como el Nacimiento de la Virgen de Luis de Morales (1509- 1586) y A Home Birth de Karl Hagedorn (1889-1969), en los que aparecen parteras, sopas calientes, palanganas, amas de leche, toallas y espectadores curiosos. Imperiosas y políticas marcan rumbos Artemisia Gentileschi con su Nacimiento de San Juan Bautista (1635), Frida Kahlo (Mi nacimiento, óleo sobre metal, 1932) y Hannah Höch (El nacimiento, acuarela y tinta china, 1931). 

Mi Nacimiento de Frida Kahlo (1932).

Antes o después de salir a buscar más pinturas y en la gracia de tener a las protagonistas en postura tan expuesta, las esculturas de la diosa azteca Tlazoltéotl (con la boca abierta que muestra los dientes y las manos apoyadas sobre sus nalgas) y de la Pachamama (con el sol, las estrellas y la luna dibujados sobre su cara) las revelan pariendo en cuclillas. Mientras las escenas de parto anidan experiencias y es hora de conversar, la cita de la poeta que borda vuelve con la certeza del tiempo por delante: “Hacete caso.”