No nos sorprendió la noticia, porque su ausencia en alguna de las últimas convocatorias del Movimiento de Derechos Humanos ya estaba anunciando lo peor. Lita nos deja en el momento más difícil que haya atravesado el país desde la dictadura, cuando se pretende debilitar el consenso social que sustenta el juicio a los genocidas y la reivindicación de Memoria, Verdad y Justicia, en el marco de un ajuste brutal que niega todos los derechos. La extrañaremos por su alegría y el inmenso afecto que repartía por doquier, por sus chistes y ocurrencias, por las historias inolvidables de su gira europea cuando papas, artistas de renombre y presidentes de todo el mundo, reverenciaron a esta humilde embajadora de los Derechos Humanos. Orgullosa de su trayectoria peronista, Lita bregó siempre por abrirles la puerta a todos, convencida de que la bandera de Memoria, Verdad y Justicia debía cobijar la más amplia pluralidad. Militante feminista, comprometida en las luchas por todos los derechos, nos seguirá acompañando porque nunca cejó en más de cinco décadas ni en la búsqueda obstinada de sus hijos ni en el reclamo por la condena de los genocidas. Ejemplo de vida, hoy millones de argentinos la veneran.
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